Una batalla millonaria.
La fundación de Armstrong multiplica por 25 su recaudación tras renunciar el exciclista a defenderse de los cargos de dopaje.
El tejano se enfrenta a la posibilidad de devolver el dinero de sus premios.
La simbología está por encima de las sanciones. Solo unas horas después de renunciar a defenderse de los cargos de dopaje presentados contra él por la agencia estadounidense (USADA), el exciclista Lance Armstrong anunció que en la pasada madrugada española se enfrentaría a 58 kilómetros de carrera con tres de desnivel, un rompepiernas sobre bicicleta de montaña denominado El poder de cuatro. Apelando al grupo de cumbres que componían la prueba, el excampeón enseñó en las redes sociales la montura superligera con la que iba a participar y evocó entre sus seguidores los sueños de aquellos días de ascensiones gloriosas en el Tour de Francia. El efecto fue inmediato: sin entrar a valorar que Armstrong podía intervenir en ella por ser de categoría amateur (la USADA le ha suspendido para siempre en las profesionales) o que acababa de conocerse su sanción, su fundación contra el cáncer vio cómo se multiplicaban por 25 las donaciones respecto al día anterior. “Gracias”, acertó a decir Armstrong.
Las aportaciones sumaron 62.000 euros frente a los 2.500 de la víspera. En 2011, la organización facturó 40 millones. En los últimos 15 años sumó 400 millones para luchar contra el cáncer y distribuir 14 millones de sus famosas pulseras amarillas. Armstrong, que padeció y superó la enfermedad, participa en unas 20 charlas anuales sobre su experiencia, su dolor y su carrera y cobra unos 120.000 euros de media por cada una para un total estimado de 2,4 millones al año. Esas cifras, multiplicadas por las que sumó gracias a sus patrocinadores, son ahora el centro de un pulso extraordinario: si tras la batalla legal que se avecina pierde todos sus títulos desde agosto de 1998, como pretende la USADA, Armstrong, según el código de la Agencia Mundial Antidopaje, también debería devolver en teoría todo el dinero que esos triunfos llevaron emparejados. En resumen: casi 3,5 millones de euros solo por sus éxitos en la ronda francesa, lo que incluiría los días que vistió de amarillo (83), los triunfos de etapa (22) y los absolutos (siete), y un total de casi seis millones si se tienen en cuenta sus resultados en el resto de las carreras, según estimaciones de la revista económica Forbes. Borradas las fotos de los triunfos, habría que devolver el dinero según el reglamento, algo complicadísimo de llevar a cabo.
Ese símbolo, el del Armstrong levantando los brazos, el del campeón que venció al cáncer y al que ninguna agencia antidopaje atribuyó oficialmente un positivo durante su época en activo, es el que defienden hoy sus patrocinadores: el Kansas City seguirá poniendo el nombre de su organización benéfica a su estadio, por lo que debe pagar un mínimo de seis millones de euros a lo largo de seis años; la marca deportiva, Nike, que le acompañó toda su vida le sigue dando apoyo, y a su rebufo se mantienen, por ahora, el resto de las compañías que se identificaron con el estadounidense desde su retirada (2011). Esa, la del luchador contra las dificultades de la vida, es la imagen que intentó proteger Armstrong al aceptar los cargos que le imputaba la USADA: así se evitó ponerse frente a la docena de testigos que, según esta, afirman que pueden certificar que consumía sustancias dopantes.
Uno de esos testigos sería el también estadounidense Floyd Landis, desposeído por dopaje del Tour de 2006, que heredó Óscar Pereiro. Los destinos de los dos excompañeros de equipo están tan íntimamente unidos como dolorosamente separados. El mismo día que Armstrong renunciaba a su defensa, recibiendo como respuesta una lluvia de dinero de sus seguidores, Landis escuchaba de boca de un juez que tiene que devolver el obtenido de los suyos. Así, Landis, quien sí ha admitido haberse dopado, algo que siempre ha negado rotundamente Armstrong, tendrá que pagar 400.000 euros recibidos de casi 2.000 personas que creyeron en su inocencia. “Mintió a miles de personas y recibió cientos de miles de dólares contándoles una historia que no era verdad”, resumió un portavoz de la fiscalía, que consideró una simple coincidencia que los casos de los dos excorredores coincidieran el mismo día.