Estos monstruos fabulosos eran considerados por los antiguos egipcios como los protectores místicos de templos y moradas de los difuntos. Las creencias populares les atribuían también un gran poder contra las enfermedades y los maleficios. De ahí que se recurriera a ellas en la decoración de las tumbas, para ahuyentar a los espíritus que vagaban por los cementerios. Asimismo, se empleaban como ornamentos en los vestidos, alhajas y sellos, con el fin de dar a estos objetos el valor de amuletos o filacterias.
Las esfinges se representaban como una criatura con el cuerpo de un león echado sobre el vientre, con las patas delanteras extendidas y paralelas , o sentado sobre sus cuartos traseros. Su cabeza adoptaba los rasgos de un faraón, aunque a veces podía tener también la cabeza de un halcón, un carnero -como las esfinges de Karnak- o de otro animal.
Esculpidas básicamente en granito, pórfido y alabastro, algunas de ellas alcanzaban enormes dimensiones. Éste es el caso de la monumental esfinge de Gizeh, que está emplazada a la derecha de la pirámide de Kefrén, de la IV dinastía.
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