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sábado, 25 de agosto de 2012

Londres enciende la llama de los Juegos Paralímpicos

Claire Lomas, primera persona en completar el maratón con un traje biónico, fue quien encendió la antorcha 

 La primera de las cuatro llamas que formarán el fuego de la antorcha de los Juegos Paralímpicos de Londres 2012 se encendió hoy en una ceremonia que tuvo lugar en la céntrica plaza de Trafalgar de la capital británica. 

 Un día antes de su llegada al Estadio Olímpico de Stratford, la antorcha se encenderá el próximo martes 28 en Stoke Mandeville (sureste de Inglaterra), a partir del fuego de cuatro llamas, prendidas en Londres, Belfast, Edimburgo y Cardiff los días 24, 25, 26 y 27 respectivamente. 

 En la ceremonia de hoy, a la que asistieron el primer ministro británico, David Cameron, el alcalde de Londres, Boris Johnson, y el presidente del Comité Organizador de los Juegos (LOCOG), Sebastian Coe, la atleta Claire Lomas, primera persona en completar el maratón de la capital británica con un traje biónico, fue la encargada de encender la llama. 

 Danes, que en 2007 sufrió un accidente con su caballo que la dejó paralizada desde el pecho hacia abajo, recorrió el maratón de este año con un traje biónico pionero y recaudó 204.000 libras (258.000 euros) para investigaciones sobre la médula espinal. 

 "Los Juegos Olímpicos nos hicieron estar orgullosos de este país y estoy convencido que los Juegos Paralímpicos nos harán estarlo todavía aún más", aseguró Cameron hoy en Trafalgar Square. 

 El alcalde de Londres, como Cameron, cree que los Juegos Paralímpicos, que se celebrarán desde el 29 de agosto al 9 de septiembre, "deslumbrarán al mundo". 

 "El año 1948 fue increíble para este país. Se creó el NHS, el primer Land Rover, se ideó el primer Routemaster -el clásico autobús londinense- y se inició el movimiento paralímpico, que ha crecido muchísimo en los últimos años", explicó Johnson. 

 Además del encendido de la llama, el símbolo de los Juegos de 2012, conocido popularmente como "Agitos", fue colgado sobre el río Támesis en el Puente de Londres, donde estará presente hasta el próximo 15 de septiembre. 

 El símbolo, que representa el ímpetu y la constancia de los atletas paralímpicos, está compuesto por tres arcos de color rojo, azul y verde, los colores más representados en las banderas de los países participantes, y ya comienza a decorar algunos de los lugares más emblemáticos de la capital, entre otros la National Gallery en Trafalgar Square.

lunes, 20 de agosto de 2012

Un sueño olímpico ahogado en patera


Samia Yusuf Omar, que compitió en los Juegos de Pekín 2008, fallece intentando llegar a Italia por mar 

 El sueño de la pista de atletismo murió ahogado en el mar. La somalí Samia Yusuf Omar, que participó con su país en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, ya no corre: según el diario italiano Corriere della Sera, murió al intentar completar un desesperado viaje en cayuco, de Libia a Italia, para dejar atrás Somalia, rota por la guerra, sumida en la pobreza y para ella llena de muerte. 

 El día del desfile inaugural de los Juegos de 2008, Samia, entonces con 17 años, apareció abriéndose al mundo con una sonrisa, rodeada del blanco y el azul de su vestido. Era una doble liberación. La de la mujer y la de la atleta. Como mujer, esos pasos dejaban atrás las amenazas de muerte, los empujones, las armas empleadas como argumentos para que dejara de practicar deporte y se cubriera su cuerpo de velocista en medio de la guerra civil que desangraba su país. Como atleta, esos metros del desfile, el mundo entero mirando, representaban la despedida momentánea del conflicto armado, de las carreteras bloqueadas que impedían los entrenamientos, del padre muerto por un proyectil que encontró su destino dentro de las paredes de su casa, del pulso diario por conseguir algo que comer vendiendo fruta. 

 “Los somalíes tradicionales creen que las mujeres que practican deporte o a las que les gusta la música están corruptas”, contaba en 2008 a la BBC, tras protagonizar uno de esos bellos momentos mágicos que distinguen a los Juegos: su llegada entre aplausos (32,16s) a la meta pese a que la ganadora de su serie de los 200 metros lo había hecho en 10 segundos menos. “Por eso he sufrido presión de todas partes. Algunas mañanas, me encuentro con calles bloqueadas por el ejército o por la milicia, lo que me impide entrenarme”, decía. 

 Nadie notó su ausencia en Londres 2012. Entonces, su compatriota Abdi Bile, oro en los 1.500 metros en los Mundiales de Roma 1987, afirmó que la joven había desaparecido (se desconoce cuándo, pero se cree que fue alrededor de abril) tratando de llegar a Italia para continuar con su carrera deportiva. Antes habría pasado a Etiopía buscando los consejos de Eshetu Tura, antigua medallista olímpica, y un tartán con mayor consistencia que los campos agujereados de cráteres por los proyectiles asesinos de su Mogadiscio. Desde ahí habría pasado a Sudán y luego a Libia, arriesgándose al secuestro y la muerte con tal de alcanzar el sueño de Italia. “Quiero que me aplaudan por ganar. Lo prefiero a que me aplaudan por que vean que necesito apoyo pese a que me hizo feliz”, dijo Samia tras su experiencia en Pekín. 

 El de la somalí es un caso excepcional en el mundo del deporte y una tragedia desgraciadamente habitual en la vida. En la alta competición, el camino suele ser a la inversa. Antes de llegar a los grandes escenarios, a unos Juegos como los que vieron correr a Samia, llega desde África un niño emigrante. Luego, se forma en su país de destino. Más tarde, nace la estrella. Ahí está el futbolista Antonio Mavuba, que jugó en el Villarreal y al que su madre dio a luz en un cayuco en medio del mar mientras huía de la guerra civil de Angola. Ahí está Abdelaziz Merzougui, campeón de Europa júnior con España tras llegar en patera a Lanzarote, donde le acogió el también atleta de origen marroquí Ayad Lamdassem, uno que “prefiriría morir en patera a vivir en África”. 

 Samia, tan delgada frente a sus rivales olímpicas, sorprendidas por su falta de músculo, perseguía la leyenda de Mo Farah, somalí de nacimiento y coronado como británico en los 5.000 y los 10.000 metros de Londres 2012. Así, dejó la pista, entró en el agua con Lampedusa como destino y... su nombre quedó apuntado en una lista de náufragos desaparecidos.