sábado, 17 de marzo de 2012

Wallis Simpson, la mujer que nació un siglo antes de tiempo


Wallis Simpson, amante de Eduardo VIII, logró que el monarca abdicara por amor. Hoy, el enigma se sostiene: ¿fue una arribista o una víctima de su propia ambición?


Nació antes de tiempo. Todo lo que, hace casi un siglo, le impidió coronarse como reina de Inglaterra, hoy es aceptado en las monarquías europeas. Wallis Simpson, amante del rey Eduardo VIII, no pudo casarse con él por ser divorciada y americana. Pero su rey abdicó y se rindió ante su amor. La vida de esta estadounidense, que puede sonar a cuento de hadas, tuvo de todo menos eso. El libro Esa mujer (Lumen), escrito por la historiadora británica Anne Sebba, descubre a una persona ambiciosa, infeliz y leal a un hombre que descubrió que no amaba.

Resulta más que curioso que, en 1937, mientras Hitler soltaba soflamas en Renania (Alemania) y se iba haciendo un hueco en el mapa político europeo, en Reino Unido el gran problema era si el rey podía o no casarse con una divorciada mientras daba la espalda a los graves problemas políticos que acabaron con millones de vidas. La frivolidad de los duques de Windsor llegó hasta el punto de simpatizar con el nazismo. De ello da fe una imagen incluida en el libro saludando sonrientes a Hitler.

Wallis Simpson modeló una imagen de sí misma. Se presentó ante la sociedad como “una mujer enigmática, fuerte y diferente”. Su máximo deseo era que nadie supiese nunca qué circulaba por su cabeza y mostrarse divertida, lista, ingeniosa y elegante. Se cambió de nombre porque el que le pusieron sus progenitores carecía del glamour necesario para hacerse un hueco en la alta sociedad estadounidense. Nació en una pequeña casa de madera en Pensilvania y su madre tuvo que vender bordados para salir adelante. Michael Bloch, su biógrafo, el hombre que vivió durante años junto a ella en París, asegura que Wallis “sufría el síndrome de insensibilidad androgénica (SIA)”. Los pacientes con SIA nacen genéticamente varones porque tienen el cromosoma XY y segregan testosterona. De ser cierto, justificaría el aspecto andrógino de Simpson. Con todo, es imposible de contrastar; en la época no existían pruebas de ADN.

Su primer matrimonio, con Win Spencer, un piloto de la Armada de EE UU, resultó desastroso. Él era alcohólico, pasaban largas temporadas separados y probó no poder sacarla de la miseria, que era lo que ella más ansiaba. A su segundo marido, Ernest Simpson, ejecutivo de transporte marítimo y excapitán dela Guardia Coldstream, le quiso de forma maternal. Al único que amó con pasión fue al diplomático argentino Felipe Espil, pero él la rechazó. “No creo que ella fuera feliz con el duque de Windsor, pero aguantó. Fue fiel y le creó un reino a su antojo”, puntualiza Anne Sebba.

La biógrafa está convencida de que “Wallis siempre había temido la pobreza, pero cuando tuvo dinero, joyas y un nivel social se dio cuenta de que eso no era lo importante para alcanzarla felicidad. Enlas 15 cartas inéditas que figuran en el libro y que Wallis escribió a Ernest Simpson, ella reconoce que no estaba entre sus planes ser reina, que deseaba estar con Simpson, pero que el rey le amenazó con suicidarse si no se casaban, y que si se iba de sus brazos, recorrería el mundo para encontrarla. A pesar de que aparentemente Wallis dominaba en la relación, al final se sintió presa del cazador, de un hombre tremendamente débil, de un individuo que no estaba capacitado para ser el rey de Inglaterra. No estaba preparado para ser un estadista, y mucho menos cuando la botella de alcohol estaba en sus manos”. Ambos tenían una enorme preocupación por estar delgados; ella era partidaria de las dietas, mientras que él padecía una anorexia nerviosa que le llevó a evitar la comida y realizar ejercicio de manera obsesiva.

Según se desprende de la biografía, Simpson se sintió dichosa un tiempo, cuando vivió en China durante su primer matrimonio. A lo largo de un año, recorrió burdeles y lugares de dudosa repu­tación del país, donde trató a mujeres que la adiestraron en las artes amatorias. Ya desde que inició su relación con el duque, en 1935, corrían rumores de que era “una depredadora sexual”. Él premiaba esos juegos con joyas.­­­ Su favorita, una pantera de diamantes sentada sobre un enorme zafiro.

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