lunes, 19 de septiembre de 2011

Curiosidades históricas


Al visitar el Palacio de Versalles, en Paris, observamos que el suntuoso palacio, no tiene baños.

En la Edad Media , no existían cepillos de dientes, perfumes, desodorantes, y mucho menos papel higiénico.

Las heces y orinas humanas eran tiradas por la ventana del palacio.

En un día de fiesta, la cocina del palacio era capaz de preparar un banquete para 1500 personas sin la más mínima higiene.

Vemos en las películas a la gente siendo abanicada. La explicación no esta en el calor, sino en el mal olor que exhalaban las personas por debajo de los vestidos (eran hechas a propósito para contener los olores de las partes íntimas porque no se lavaban).

Tampoco había costumbre de bañarse por la falta de calor en las habitaciones y de agua corriente. Así el mal olor era disipado por el abanico.

Pero solo los nobles tenían lacayos que hacían esta labor. Además de disipar el aire también espantaban insectos que se acumulaban a su alrededor.

Quien ha estado en Versalles se ha maravillado con sus jardines, enormes y hermosos que en la época eran mas usados que contemplados ya que se usaban como retretes en las fiestas promovidas por la realeza, ya que no tenían baños y se reunía una gran cantidad de personas.

En la Edad Media la mayoría de las bodas se celebraba en el mes de junio, al comienzo del verano.

La razón era sencilla: el primer baño del año era tomado en mayo, así, en junio, el olor de las personas aun era tolerable. Asimismo, como algunos olores ya empezaban a ser molestos, las novias llevaban ramos de flores, al lado de su cuerpo en los carruajes para disfrazar el mal olor. Así nace mayo como mes de las novias y la tradición del ramo de novia.

Los baños eran tomados en una bañera enorme llena de agua caliente. El padre de la familia era el primero en tomarlo, luego los otros hombres de la casa por orden de edad y después las mujeres, también en orden de edad.
Al final los niños, y los bebes los últimos.

Cuando se llegaba a ellos ya se podía perder un bebe dentro del agua de lo sucia que podía estar.

Los tejados de las casas no tenían bajo tejado y en las vigas de madera se criaban animales, gatos perros, ratas y otros bichos. Cuando llovía las goteras forzaban a los animales a bajar. De esto nació la expresión llueven perros y gatos típica anglosajona.

Los más ricos tenían platos de estaño. Ciertos alimentos oxidaban el material y hacia que mucha gente muriese envenenada que, unida a la falta de higiene de la época se hacia muy frecuéntelos tomates, que eran ácidos y provocaban este efecto fueron considerados tóxicos durante mucho tiempo. En los vasos ocurría lo mismo donde, al contacto con whisky o cerveza hacia que la gente entrara en un estado narcolepsico producido tanto por la bebida como por el estaño.

Alguien que pasase por la calle y viese a alguien en este estado podía pensar que estaba muerto y ya preparaban el entierro. El cuerpo era colocado sobre la mesa de la cocina durante algunos días y pasaba con la familia mientras ellos comían y bebían esperando que volviese en si o no.

De esta acción surgió el velatorio que hoy se hace junto al cadáver.

Los lugares para enterrar a los muertos eran pequeños y no había siempre suficiente sitio para todos. Los ataúdes eran abiertos y retirados los huesos para meter otro cadáver. Los huesos eran retirados a un osario. A veces al abrir los ataúdes, se percibía que el enterrado había arañado la tierra, había sido enterrado vivo.

En esta época surgió la idea de, al cerrar el ataúd, agarrar a la muñeca del difunto un hilo pasarlo por un agujero del ataúd y atarlo a una campanilla sobre la tierra. Si el individuo estaba vivo solo tenia que tirar del hilo y sonaría la campanilla y seria desenterrado ya que una persona estaba al lado del ataúd durante unos días. De esta acción surge la expresión Salvados por la campana que usamos hoy día.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Algo por lo que recordarme (Saul Bellow)


Mezclar ficción y realidad es una garantía de fracaso literario. Lo cual recuerda el relato perfecto sobre un viejo narrador que evoca un episodio de su adolescencia, en el Chicago de la Depresión. Una pista sobre el carácter sagrado de la lectura

Cada día convivimos más con el ruido de fondo de crisis económicas, invasiones de países árabes, sorpresas de grandes gigantes farmacéuticos, reclamos de la industria del automóvil, tortugas Ninja, crímenes horrendos, pavorosos terremotos devastadores, Bolsas europeas que caen y caen y vuelven a caer, episodios de estupidez humana transmitidos día tras día como si fueran una serie televisiva sin guionista.
En semejante ambiente nuestra agitada vida de víctimas de lo mediático nos recuerda a un fragmento irónico de El caballero inexistente de Italo Calvino: "Debéis disculpar: somos muchachas del campo (...) fuera de funciones religiosas, triduos, novenas, trabajos en el campo, trillas, vendimias, fustigaciones de siervos, incestos, incendios, ahorcamientos, invasiones de ejércitos, saqueos, violaciones, pestilencias, no hemos visto nada".

Es difícil en estas circunstancias de información masiva reparar en algo tan antiguo como una buena historia de ficción. Nos da la impresión de que no tenemos tiempo para atender a ella. No en vano hay un escaparate infinito en las nubes con todos los grandes libros olvidados.

Pero aun así, a pesar de situación tan difícil para los buenos libros, ¿hay que empujar a los escritores a que emparenten sus ficciones con los mil y un asuntos que baraja el gran espectáculo mediático? No es una pregunta extravagante. Entre tantas incertezas, una certitud parece que está arraigando peligrosamente entre nosotros: no se concibe una novela recién publicada que no permita un titular de prensa ligado a la más rabiosa actualidad periodística. Para entendernos: hoy en día los movimientos de la conciencia de un anodino ciudadano portugués de la época del dictador Salazar no tendrían cabida como noticia relacionada con la aparición de un libro, salvo que se la pudiera relacionar con el último rescate económico de Portugal, o algo por el estilo.

Por eso quizá hay tantos periodistas que, en su búsqueda desesperada del titular, no quieren admitir que una novela pueda estar estricta y únicamente vinculada al mundo de la ficción, lo que, dicho sea de paso, en realidad no deja de ser lo más normal del mundo, puesto que ficción y vida se repelen, esa al menos es mi experiencia. John Banville (en una divertida entrevista con Mauricio Montiel que no desentonaría en Dublineses, de Joyce) dice haber descubierto que jamás se puede mezclar ficción y realidad, pues cuando uno trata de insertar en la ficción nociones directas, nociones científicas, no encajan por ningún motivo: "Aún no comprendo cuál es el proceso, pero es como someterse a un trasplante de hígado: el cuerpo lo rechaza. La ficción, al menos la mía, repudia las ideas tomadas directamente del mundo".

Todo esto me recuerda que cuando uno comienza a escribir cree que es posible expresar la realidad. Si ha nacido en territorio español, todavía lo cree más, porque aquí en literatura todo el mundo es realista. Sin embargo, creo que lleva un cierto tiempo aprender, descubrir que lo único que se puede hacer es fabricar una realidad alterna y esperar que de alguna forma reproduzca, o parezca reproducir, la vida tal como la vivimos. Esta infantil frase de Banville la suscribo con entusiasmo: "El arte no es para nada la vida, sólo se le parece".

Aunque nos encontremos ante la novela más realista de la historia, esa realidad nunca puede ser la famosa realidad. Es algo tan simple como discutido hoy en día por algo más de la mitad de las mejores mentes de mi generación. Qué se le va a hacer. Lo mismo digo sobre la cuestión de los millones de novelas y el escaparate infinito de los grandes libros olvidados. ¿Qué hacer ante semejante drama? Queda, de entrada, el consuelo de saber que nuestra conciencia es inmensamente más grande que todo el espacio mental que creen abarcar los responsables del gran lavado de cerebro colectivo. Porque en realidad el gigantesco espacio del Gran Lavado jamás podrá competir con todo aquello que es capaz de percibir, en su espacio natural de libertad, una conciencia humana. Todavía nos quedan, creo, focos de libertad en nuestras mentes, los suficientes para tratar de escapar de la banal representación sin tregua del gran teatro de Oklahoma. Y sirva esto, de paso, para decir que sospecho que ese secreto éxodo trágico, esa gran huida del terror mediático, se está convirtiendo en la verdadera odisea moderna y que alguien debería novelarla, porque a fin de cuentas es tan sigilosa como apasionante.

Ayer, por cierto, releí la odisea tan singular que narra Bellow en Algo por lo que recordarme, relato perfecto, incluido en la gran antología de sus cuentos. El argumento es algo complejo pero, a grandes rasgos, trata de un narrador, ya viejo, que recuerda un solo día de su adolescencia, en el Chicago de la Depresión. En el día que recuerda y que sabe que no olvidará nunca, una mujer le atrajo hasta su dormitorio, y una vez allí huyó dejándole desnudo, pues para robarle tiró toda su ropa (incluso el libro religioso que él estaba leyendo tan religiosamente) por la ventana. Le tocó entonces volver a su casa, a una hora de distancia, atravesando el helado Chicago. Su odisea, cuando hubo conseguido que le prestaran unos harapos para el regreso, incluyó la idea de volver a comprar el libro -sagrado para él- que le habían robado. Pero, eso sí, para volver a comprarlo tenía que robar a su madre, que escondía su dinero en otro libro sagrado. Según el crítico Robin Seymour, esta historia que no pierde de vista el carácter sagrado de las escrituras que meditan sobre el mundo sitúa en primer plano preguntas que deberíamos hacernos más a menudo; preguntas tan profanas como religiosas, preguntas a nuestra conciencia. ¿Cuáles son los días de nuestra vida que no olvidamos y por qué los recordamos siempre? ¿Cuáles fueron nuestros días de conmoción y reflexión? ¿Cuántas veces recordamos que la actividad de la lectura puede tener un carácter profano o religioso, pero en cualquier caso sagrado?

Llevo escritas 981 palabras y me temo que no conseguiré el efecto de brevedad que pretendía ofrecer en esta divagación literaria que seguramente, por falta de espacio (menuda contrariedad, incluso para el escritor de brevedades), se dirige hacia el final. Pero da igual, voy a terminar, no importa que me sienta como un fardo que tuviera toda una eternidad para arrepentirse de su escasa capacidad para la rapidez.

Ahora recuerdo que Bellow, en el divertido epílogo que escribió para su antología de cuentos, sugiere combatir la invisibilidad de los libros incorporando la brevedad a ellos. Cita a Chéjov, por supuesto, y aquella frase maravillosa en su diario: "Es extraño, ahora me ha entrado la manía de la brevedad. De todo lo que leo -obras mías y de otras personas- nada me parece lo suficientemente breve". Y luego se acuerda Bellow de un sabio japonés que recomendaba a sus alumnos la mayor brevedad posible y que me ha hecho pensar en un sabio chino que solía decir que hay que hacer rápido lo que no nos corre ninguna prisa y así poder hacer lentamente lo que urge. Se acuerda también Bellow de un clérigo inglés del XIX, un tal Smith, que sólo sabía decir: "¡Opiniones cortas, por Dios, opiniones cortas!".

En efecto, la brevedad puede ser una solución para, con sentido del humor, resistir los embates de lo extraliterario. En lo último que hay que caer, por otra parte, es en aquello en lo que cayera una destacada dama de las letras inglesas el día en que la vimos hojear enojada en Segovia el periódico en la mesa de un café y quejarse de pronto: "No hay más que deportes, corrupción y disparos. ¡Y nada sobre mi novela!".

Ese es el gran error, ¿no? Creer que un libro tiene que competir con el asesino en serie o el último emperador mundial de los helados. O lo que es lo mismo: creer que se pueden mezclar las ficciones con ese gran reino del extrañamiento que inventan -una realidad, por cierto, bien falsa y perversa- en el gran teatro de Oklahoma.

E-mail desde….


“Asunto: me he muerto”

Hay empresas que se ofrecen a gestionar el correo electrónico cuando fallece el usuario – El precio oscila entre 6 y 19 euros al año

Si algún día al abrir su correo electrónico por la mañana se encuentra uno titulado “estoy muerto”, no lo borre pensando que es un spam comercial o una broma de mal gusto. Es posible que algún conocido quiera comunicarle algo después de su muerte. No, no se trata de cibercafés del más allá: las notificaciones póstumas son un nicho, nunca la expresión fue tan literal, que en la economía online se está encargando de llenar sitios web como assetlock.net.

La idea es sencilla. ¿Quién no se ha preguntado alguna vez qué será de sus cosas cuando haya muerto? ¿Se acordarán de la cita del perro con el veterinario? ¿Regarán las plantas antes de que se sequen? ¿Encontrarán sus pólizas de seguro? O, lo más importante: ¿le quedarán cosas por decir? Por una cuota anual (a partir de seis euros por 20 megabytes de espacio, aunque la más popular es la de 19 euros por un giga, suficiente para dejar vídeos o archivos de sonido), cualquier persona con acceso a Internet puede abrir una cuenta en assetlock.net. Allí deja instrucciones para después de su fallecimiento: datos prácticos -contraseñas del banco y correos electrónicos-, requerimientos para su funeral, mails para sus seres queridos, o detalles tontos como la clave de la taquilla del gimnasio.

Una vez elegido el contenido hay que nombrar a los receptores: son la persona o personas que comunicarán a la web que el usuario ha pasado a mejor vida: “Una vez que el cliente fallece, su cuenta es desbloqueada por los receptores, y las entradas que ha creado son enviadas a sus destinatarios junto con los mails y las cartas”, explica Calvin Harris, un programador de 52 años, fundador y presidente de assetlock.net, antes conocido como youdeparted.com, web con base en Nevada (Estados Unidos). En octubre de 2007 tenía 3.000 clientes y aspiraba a llegar al millón, pero actualmente guarda con celo datos como el número, edad y procedencia de los registrados. Aunque hace meses confesaba que estaba sorprendido porque la mayoría de ellos no eran estadounidenses sino latinoamericanos.

Esta web, fundada en 2006, es una de las más populares pero no la única. Otras como letterfrombeyond.com o mylastemail.com están pensadas para dejar mensajes, cartas de despedida póstumas para familiares y amigos. Claro que para especialización la de postexpression.com, que además de preocuparse por la muerte real tiene un área enfocada al más allá de la existencia virtual: “Hay una generación que no ha conocido su vida sin Internet. La gente de esta generación envejece y muere dejando detrás sus redes, sus amigos online, sus comunidades, todas las evidencias de su vida conectado. Postexpression facilita el cierre de su existencia en la Red”, escriben en su declaración de intenciones.

Todas aseguran que la información está encriptada con el mismo nivel de seguridad que los bancos y la Administración pública. Harris señala que ni siquiera él tiene acceso a las cuentas y que una firma de antihackers monitoriza el sitio para evitar ataques. Pero la garantía definitiva de confidencialidad es la “llave secreta”, un código que sólo el cliente conoce y que si lo pierde u olvida no podrá recuperar. Tendrá que empezar de nuevo con el proceso de inscripción.

De hecho, parece que el mayor peligro de los sitios póstumos está en el mal uso por parte del usuario. Teniendo en cuenta que dentro de la página hay casillas para dejar mensajes a ex novios-as o ex jefes, no es raro pensar que algunos no sean precisamente cariñosos. “No controlamos los mails del cliente. Si quiere enviar mensajes de venganza, no podemos controlarlo. Cada uno debe manejar su cuenta como crea que es mejor”, dice el presidente de assetlock.net, lavándose las manos. Lo dicho: si le llega un mail titulado “estoy muerto”, no lo tire… o sí.

Discriminación social


Existe una forma de discriminación que afecta a todos los miembros de la sociedad, pero que incide especialmente en los adolescentes y jóvenes. Se trata de la discriminación por el físico: los bajitos, los muy altos, los gordos; en fin los no “agraciados” físicamente padecen los efectos de una sociedad que pondera más la apariencia externa que los valores personales; se ven discriminados en las relaciones sociales, en el acceso a puestos de trabajo y hasta en la asistencia sanitaria en el caso de los gordos, pues, dado que su índice de vida es más bajo que el de los delgados, son menos “rentables” a la hora de practicarles tratamientos y operaciones quirúrgicas de costes elevados. Además, y por efecto de la publicidad, son muy numerosos los casos de bulimia y anorexia en los jóvenes, sobre todo en las mujeres, pues en muchos casos se piensa que un cuerpo ajustado a las normas estéticas vigentes es condición única para ser aceptados socialmente. Esta exigencia lleva incluso a arriesgar la salud y la vida en intervenciones quirúrgicas de riesgo para modificar el rostro y el cuerpo, bien sea para ajustarlos a los patrones estéticos bien para mantener apariencia juvenil, pues son muchos los lemas publicitarios que presentan la juventud como un insuperable valor positivo.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Convención de los heridos de amor


Disposiciones generales:
A. Considerando que el dicho «en el amor y en la guerra todo vale» es completamente verdadero, y

B. Considerando que en lo relativo a la guerra contamos con la Convención de Ginebra, adoptada el 22 de agosto de 1864, que determina cómo debe tratarse a los heridos en el campo de batalla, mientras que hasta hoy no se ha promulgado ningún documento que regule la situación de los heridos de amor, muy superiores en número;

Se decreta que:

Artículo 1. Todos los amantes, independientemente de cuál sea su sexo, quedan advertidos de que el amor, además de ser una bendición, también es algo extremadamente peligroso, imprevisible, que puede acarrear serios daños. Por lo tanto, quien tenga la intención de amar debe ser consciente de que está exponiendo su cuerpo y su alma a heridas de muy diferentes tipos, sin poder culpar por ello a su pareja en ningún momento, puesto que ambos corren el mismo riesgo.

Artículo 2. Una vez alcanzado por una flecha del arco ciego de Cupido, debe solicitarse inmediatamente al arquero que dispare la misma flecha en la dirección opuesta, con el objeto de no sufrir la herida conocida como ‘amor no correspondido’. En el caso de que Cupido se niegue a hacerlo, la convención que en estos momentos se promulga exige del herido que, de manera inmediata, se arranque la flecha del corazón y la tire a la basura. Para llevar esto a buen puerto, debe evitar llamadas telefónicas, mensajes de correo electrónico, envíos de flores (siempre rechazadas) o cualquier otra forma de seducción, pues semejantes medios, si bien pueden dar algún resultado positivo a corto plazo, no resisten el paso del tiempo. La convención decreta, así mismo, que el herido debe buscar sin falta la compañía de otras personas, así como debe imponerse al pensamiento obsesivo que le dice: «Vale la pena luchar por esta persona».

Artículo 3. En el caso de que la herida provenga de un tercero, es decir, que el ser amado se sienta atraído por alguien que no estaba a priori en el guión, queda expresamente prohibida la venganza. En este caso, se permite el uso de lágrimas hasta que los ojos se sequen, así como algunos puñetazos en la pared o en la almohada, o reuniones con amigos donde poder insultar a gusto al antiguo(a) compañero(a), incidiendo en su perfecta falta de gusto, pero sin llegar a difamar su honra. La convención determina que también se aplique en este caso la regla del artículo 2, que mueve a buscar la compañía de otras amistades, sólo que evitando en la medida de lo posible los lugares que la otra persona frecuenta.

Artículo 4. En lesiones leves, clasificadas aquí como pequeñas traiciones, pasiones fulminantes que no duran mucho o falta de interés sexual pasajero, debe aplicarse con generosidad y rapidez el medicamento llamado ‘perdón’. Una vez aplicada tal medicina, no se debe volver atrás bajo ninguna circunstancia y el asunto debe ser definitivamente olvidado, no utilizándolo jamás como argumento en una discusión o en momento de odio.

Artículo 5. En todas las heridas definitivas, también conocidas como ‘rupturas’, el único medicamento que tiene algún efecto se llama ‘tiempo’. De nada sirve buscar consuelo en echadores de cartas (que siempre prometen el regreso del amor perdido), leer libros románticos (que siempre acaban bien), engancharse a una telenovela o cosas por el estilo. Se debe sufrir con intensidad, evitando radicalmente las drogas, los calmantes o las oraciones a los santos. En cuanto al alcohol, sólo serán permitidos dos vasos de vino al día.

Consideraciones finales:
Los heridos por el amor, al contrario de los lastimados en conflictos armados, no son víctimas ni verdugos. Optaron por algo que forma parte de la vida y deben asumir, por consiguiente, la agonía y el éxtasis de su elección. Y los que jamás fueron heridos por el amor nunca podrán decir «he vivido». Porque no vivieron.

Autor: Paulo Coelho

Dale vida a tus sueños


Nunca rompas tus sueños, porque matas el alma.

Dale vida a tus sueños aunque te llamen loco, no los dejes que mueran de hastío, poco a poco; no les rompas las alas, que son de fantasía. Y déjalos que vuelen, contigo en compañía.

Dale vida a los sueños que tienes escondidos, descubrirás que puedes vivir estos momentos con los ojos abiertos y los miembros dormidos, con los ojos cerrados y los sueños despiertos.

Las sectas de la moda


Las mujeres somos víctimas de un complot urdido por mentes perversas que se reúnen en un lugar secreto y deciden lo que ellos llaman ‘tendencias de moda’. ¿Quiénes son? ¿Cómo lo hacen? Yo me imagino que llega Paco Rabanne y dice:
- ‘Veo que este año se va a llevar el azul petróleo’.Y saltan a dúo Victorio y Lucchino:
- ‘Eso, eso. Y los jerséis sin mangas, pero de cuello alto, ¡y que se jodan!’.

¡Y date por jodida! Porque la moda no es una industria. ¡Es una secta dirigida por maricones! Y de esos seres que nos odian ¿qué podemos esperar?… Si nos hacen ir con estos pantalones que se abrochan en la rabadilla y nos hacen creer que vamos bien (Creo que lo hacen para que luzcamos esos ridículos tangas que tanto molestan). O con esos otros pantalones de pata larga que van limpiando las aceras.

¿Ustedes saben lo que son las fashion victims? Son las mujeres que han caído en sus redes y ya no pueden escapar. Esas que cuando se acercan a un escaparate, oyen voces en su cabeza: ‘El poder de la moda te obliga’, ‘el poder de Dior te gobierna’.

Realmente, yo me dí cuenta del poder que tiene esta secta cuando intenté comprarme un vestido rojo. Parece fácil, ¿verdad? Un vestido rojo. Pues no.¡Porque las tiendas están en el ajo! Son las representantes de Dior en la tierra. Y, claro, llego yo, y le digo a la dependienta:
- Buscaba un vestido rojo.
Y me suelta:
- ¿Rojo? Este año no viene nada en rojo. Este año viene el azul petróleo.
- ¿Y eso rojo de ahí?
- Eso es la funda del extintor, pero si quieres te la saco.


¡Así es como empiezan las sectas: anulando tu voluntad! Porque, de repente, me veo diciendo:
- Vale, sácame uno azul petróleo de la 38.
Y, en ese momento, la dependienta me mira como se mira un Fiat Panda desde un todo terreno:
- ¿La 38? Tú estarás entre la 40 y la 42.
Claro, yo la miré a ella como diciendo: ‘Y tu estarás entre gilipollas y tonta del culo’ Pero le dije:
- Perdona, yo soy una 38.
- No, si ya. Pero es que este año viene la 38 ceñida, ¿sabes?
Y es que ese es el segundo paso de la estrategia de la secta. Disminuir tu autoestima para poder dominarte mejor. Ahí, yo dije:
- Con esto no me pillan. ¡Yo me pruebo la 38 aunque me la tenga que meter a rosca!
Y, claro, te miras al espejo y ves lo que ves. Una morcilla. Una morcilla azul petróleo.

Y digo yo: si en todo el mundo un metro es un metro y un kilo es un kilo, ¿por que la talla 38 no es siempre la talla 38? Tú vas al Carrefour y la talla 38 se la puede poner King África y, sin embargo, te vas a Versace y la 38 no se la pone ni Melody.

Total, que hice lo que hacemos todas: llevármelo. Si, porque pensé lo que pensamos todas: ‘Así me obligo a adelgazar’. ‘Me obligo a adelgazar.’ ¿Seremos idiotas? A las dos semanas te estás obligando a regalárselo a tu sobrina. ¡Es como comprarte unos zapatos del 34 para obligarte a que te encoja el pie!

Pero es que ese es otro de los síntomas de que estás entrando en la secta: someterte voluntariamente al sufrimiento físico. Aunque, a veces, cuando todavía no estás abducida del todo, consigues tener un momento de lucidez y decir: ‘No, no me lo llevo’. Y, entonces, esa enviada del mal que es la dependienta te dice la frase definitiva:
- Llévatelo, no seas boba, ¡que lo puedes devolver!
¡Y lo compramos! Como lo puedes devolver… Eso es como comerte un trozo de moqueta: ¡como lo puedes devolver!

Así que volví a casa con mi vestido azul petróleo de la 38. Me lo pongo y le pregunto a mi marido:
- ¿Como me queda?
- Pequeño.
- ¿Si? ¿Me marca mucho?
- Te va a hacer llagas.
Ahí me dije: ‘Tere, modérate. Esta es otra prueba. La secta de la moda quiere que rompas lazos con tu entorno’. ‘¡No, no van a poder conmigo!’. Me lancé a la calle y no paré hasta que encontré el único vestido rojo que quedaba en toda la ciudad. Cuando lo vi, dije: ‘¡Me lo compro! ¡Que le den a Paco Rabanne !. Y que Victorio le dé a Lucchino .’ ¡Ja! Y salí de la tienda triunfante, con mi vestido rojo. Pero la alegría me duró dos escaparates. Es algo que nos pasa a todas las mujeres. De repente, se te viene el mundo encima: ‘Coño, ¿y qué hago yo con un vestido rojo, si este año lo que se lleva es el azul petróleo?’ Oye, que no pude pegar ojo en toda la noche. Tuve unas pesadillas… Estaba yo en una misa negra, atada de pies y manos,
y los grandes gurús de la moda, rodeándome como en Poltergeist: ‘Tereee. Veeen hacia el glamouuuuur.’ Total, que me desperté, empapada en sudor y dije: ‘¡Vale, esta bien! ¡Me rindo!’ Me unté entera con vaselina para que me entrara el traje, y me presenté en la boda de mi amiga Jessi, vestida de azul petróleo.

Cuando llegué a la iglesia me encontré con que íbamos todas iguales…Allí había más azul petróleo que en una playa del golfo Pérsico. Ahí te das cuenta de que te han captado, has entrado en la secta, y a partir de ese momento honrarás a Victorio y a Lucchino, no nombrarás a Chanel en vano y amarás a Dior sobre todas las cosas.

PD.¿Alguién me puede explicar que coño es el color ‘azul petróleo’? Tarde siglos en comprender que las cosas pueden ser de color buganvilla, no me jodáis ahora con el petróleo, por favor! El petróleo es negro como los cojones de un grillo!! (y perdón por la expresión…)

jueves, 15 de septiembre de 2011

Nuestros padres


Padres heroes y madres heroínas. Pasamos buena parte de nuestra existencia cultivando estos estereotipos. Hasta que un día el padre heroe comienza a pensar todo el tiempo, protesta bajito y habla de cosas que no tienen ni pies ni cabeza.

La heroína del hogar comienza a tener dificultades en terminar las frases y empieza a enojarse con la empleada. ¿Què hicieron papá y mamá para envejecer de un momento a otro?

Envejecieron… Nuestros padres envejecieron. Nadie nos había preparado para esto.

Un bello día ellos pierden la compostura, se vuelven más vulnerables y adquieren unas manías bobas. Están cansados de cuidar de los otros y de servir de ejemplo: ahora llegó el momento de ser ellos cuidados y mimados por nosotros.

Tienen muchos kilómetros andados y saben todo, y lo que no saben lo inventan. No hacen planes a largo plazo, ahora se dedican a pequeñas aventuras, como comer a escondidas todo lo que el médico les prohibió. Tienen manchas en la piel. De repente están tristes, más no esán caducos: caducos están los hijos que rechazan aceptar el ciclo de la vida.

Es complicado aceptar que nuestros héroes y heroínas ya no tienen el control de la situación.

Están frágiles y un poco olvidadizos, tienen este derecho, pero seguimos exigiendo de ellos la energía de una fábrica. No admitimos sus flaquezas, sus tristezas. Nos sentimos irritados y algunos llegamos a gritarles si se equivocan con el teléfono u otro aparato, y encima no tenemos paciencia para oír por milésima vez la misma historia que cuentan como si terminaran de haberla vivido.

En vez de aceptar con serenidad el hecho de que adoptan un ritmo más lento con el pasar de los años, simplemente nos irritamos por haber traicionado nuestra confianza, la confianza de que serían indestructibles como los superheroes.

Provocamos discusiones inútiles y nos enojamos con mucha insistencia para que todo siga siempre igual. Nuestra intolerancia solo puede ser miedo. Miedo de perderlos, y miedo de perdernos, miedo de también dejar de ser lúcidos y joviales. Con nuestros enojos, solo provocamos más tristeza a aquellos que un día solo procuraron darnos alegrías.

¿Por qué no conseguimos ser un poco de lo que ellos fueron para nosotros? ¡Cuantas veces estos heroes y heroínas estuvieron noches enteras junto a nosotros, medicando, cuidando y tomando temperaturas! Y nos enojamos cuando ellos se olvidan de tomar sus medicamentos, y al pelear con ellos, los dejamos llorando, tal cual criaturas que fuimos un día.

El tiempo nos enseña a sacar provecho de cada etapa de la vida, pero es difícil aceptar las etapas de los otros… Más cuando los otros fueron nuestros pilares, aquellos para los cuales siempre podíamos volver y sabíamos que estarían con sus brazos abiertos, y que ahora están dando señales de que un día partirán sin nosotros.

Hagamos por ellos hoy lo mejor, lo máximo que podamos para que mañana, cuando ellos no estén más podamos recordarlos con cariño, acordarnos de sus sonrisas de alegría y no de las lágrimas de tristeza, que ellos hayan derramado por causa nuestra.

Al final, nuestros héroes de ayer… serán nuestros héroes eternamente.

Deseos



Un emperador estaba saliendo de su palacio para dar un paseo matutino cuando se encontró con un mendigo.
Le preguntó:

-¿Qué quieres?

El mendigo se rió y dijo:

-¿Me preguntas como si pudieras satisfacer mi deseo?

El rey se rió y dijo:

-Por supuesto que puedo satisfacer tu deseo. ¿Qué es? Simplemente dímelo.

Y el mendigo dijo:

-Piénsalo dos veces antes de prometer.

El mendigo no era una mendigo cualquiera. Había sido el maestro del emperador en una vida pasada. Y en esta vida le había prometido: “Vendré y trataré de despertarte en tu próxima vida. En esta vida no lo has logrado, pero volveré…”

Insistió:

-Te daré cualquier cosa que pidas. Soy un emperador muy poderoso. ¿Qué puedes desear que yo no pueda darte?

El mendigo le dijo:

-Es un deseo muy simple. ¿Ves aquella escudilla? ¿Puedes llenarla con algo?

Por supuesto -dijo el emperador.

Llamó a uno de sus servidores y le dijo:

-Llena de dinero la escudilla de este hombre.

El servidor lo hizo… y el dinero desapareció. Echó más y más y apenas lo echaba desaparecía. La escuadrilla del mendigo siempre estaba vacía.

Todo el palacio se reunió. El rumor se corrió por toda la ciudad y una gran multitud se reunió allí. El prestigio del emperador estaba en juego. Les dijo a sus servidores

-Estoy dispuesto a perder mi reino entero, pero este mendigo no debe derrotarme.

Diamantes, perlas, esmeraldas… los tesoros iban vaciando. La escudilla parecía no tener fondo. Todo lo que se colocaba en ella desaparecía inmediatamente. Era el atardecer y la gente estaba reunida en silencio. El rey se tiró a los pies del mendigo y admitió su derrota.

Le dijo:

-Has ganado, pero antes de que te vayas, satisface mi curiosidad. ¿De qué está hecha tu escudilla?

El mendigo se rió y dijo:

-Está hecha del mismo material que la mente humana. No hay ningún secreto… simplemente está hecha de deseos humanos.

Anónimo sufí

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Últimas palabras

El tipo fue a visitar, en la Unidad de Terapia Intensiva, al vecino japonés, víctima de un grave accidente automovilístico.

Encontró al amigo japonés todo entubado. Era tubo aquí, tubo por allá, oxígeno, transfusión de sangre, otro cable en la nariz, etc.

Se quedó allí de pie, en silencio, al lado de la cama del amigo de ojitos cerrados, sereno, reposando con todas aquellas mangueras conectadas a su pequeño cuerpo. De repente, en un momento dado, repentinamente, el japonés con los ojos casi fuera de órbita, grita:

-”¡¡¡SAKARA AOTA NAKAMY ANYOBA, SUSHI MASHUTA, MASHUTA, MASHUTA!!!”

Dicho esto, abrio mucho la boca, suspiró y murió.

Las últimas palabras quedaron grabadas en la mente del tipo.

El día de la misa por el fallecido, al salir del templo, el tipo se aproxima a la madre y a la viuda y abrazándolas les dice:

-Doña Fumiko y doña Shakita, mi amigo Fuyiro, segundos antes de morir, estando los dos solos, me gritó estas palabras que no consigo olvidar: “SAKARO AOTA NAKAMY ANYODA, SUSHI MASHUTA, MASHUTA, MASHUTA” ¿Qué quieren decir?

La madre de Fuyiro se desmayó casi al instante y la viuda lo mira asustada. El tipo insiste:

-¿Qué quieren decir esas palabras, señora Shakita porque me las gritó a mi ya que estábamos los dos solos?

La viuda lo mia con mirada asesina y responde:

-Pues quieren decir exactamente….

“¡¡¡NO ME PISES LA MANGUERA DEL OXÍGENO, HIJO PUTA, HIJO PUTA, HIJO PUTA!!!”