jueves, 15 de septiembre de 2011

Nuestros padres


Padres heroes y madres heroínas. Pasamos buena parte de nuestra existencia cultivando estos estereotipos. Hasta que un día el padre heroe comienza a pensar todo el tiempo, protesta bajito y habla de cosas que no tienen ni pies ni cabeza.

La heroína del hogar comienza a tener dificultades en terminar las frases y empieza a enojarse con la empleada. ¿Què hicieron papá y mamá para envejecer de un momento a otro?

Envejecieron… Nuestros padres envejecieron. Nadie nos había preparado para esto.

Un bello día ellos pierden la compostura, se vuelven más vulnerables y adquieren unas manías bobas. Están cansados de cuidar de los otros y de servir de ejemplo: ahora llegó el momento de ser ellos cuidados y mimados por nosotros.

Tienen muchos kilómetros andados y saben todo, y lo que no saben lo inventan. No hacen planes a largo plazo, ahora se dedican a pequeñas aventuras, como comer a escondidas todo lo que el médico les prohibió. Tienen manchas en la piel. De repente están tristes, más no esán caducos: caducos están los hijos que rechazan aceptar el ciclo de la vida.

Es complicado aceptar que nuestros héroes y heroínas ya no tienen el control de la situación.

Están frágiles y un poco olvidadizos, tienen este derecho, pero seguimos exigiendo de ellos la energía de una fábrica. No admitimos sus flaquezas, sus tristezas. Nos sentimos irritados y algunos llegamos a gritarles si se equivocan con el teléfono u otro aparato, y encima no tenemos paciencia para oír por milésima vez la misma historia que cuentan como si terminaran de haberla vivido.

En vez de aceptar con serenidad el hecho de que adoptan un ritmo más lento con el pasar de los años, simplemente nos irritamos por haber traicionado nuestra confianza, la confianza de que serían indestructibles como los superheroes.

Provocamos discusiones inútiles y nos enojamos con mucha insistencia para que todo siga siempre igual. Nuestra intolerancia solo puede ser miedo. Miedo de perderlos, y miedo de perdernos, miedo de también dejar de ser lúcidos y joviales. Con nuestros enojos, solo provocamos más tristeza a aquellos que un día solo procuraron darnos alegrías.

¿Por qué no conseguimos ser un poco de lo que ellos fueron para nosotros? ¡Cuantas veces estos heroes y heroínas estuvieron noches enteras junto a nosotros, medicando, cuidando y tomando temperaturas! Y nos enojamos cuando ellos se olvidan de tomar sus medicamentos, y al pelear con ellos, los dejamos llorando, tal cual criaturas que fuimos un día.

El tiempo nos enseña a sacar provecho de cada etapa de la vida, pero es difícil aceptar las etapas de los otros… Más cuando los otros fueron nuestros pilares, aquellos para los cuales siempre podíamos volver y sabíamos que estarían con sus brazos abiertos, y que ahora están dando señales de que un día partirán sin nosotros.

Hagamos por ellos hoy lo mejor, lo máximo que podamos para que mañana, cuando ellos no estén más podamos recordarlos con cariño, acordarnos de sus sonrisas de alegría y no de las lágrimas de tristeza, que ellos hayan derramado por causa nuestra.

Al final, nuestros héroes de ayer… serán nuestros héroes eternamente.

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