domingo, 30 de octubre de 2011

Inquietud entre los científicos por el freno a las células embrionarias


La sentencia que bloquea una patente en la Unión Europea por "afectar a la dignidad humana" amenaza la investigación - Europa queda en desventaja ante EE UU


Los recelos éticos han vuelto a cruzarse en el camino de las células madre que se obtienen de los embriones humanos y que, para gran parte de la comunidad científica, representan una de las opciones terapéuticas más esperanzadoras para tratar en el futuro enfermedades hasta ahora incurables.

El Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha dictaminado recientemente que no se puede patentar la investigación derivada del uso de las células embrionarias ya que "el respeto a la dignidad humana podría verse afectado". La sentencia ha hecho saltar las alarmas entre los investigadores de los centros europeos de medicina regenerativa. "Es una mala noticia y un absurdo", comenta Anna Veiga, directora del banco de líneas celulares del Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona. "Entre un embrión y una célula madre embrionaria hay una distancia enorme".

Esta vez, los obstáculos no tienen su origen en Estados Unidos, donde los sectores religiosos cristianos más conservadores han hecho de su enfrentamiento a la investigación con células madre una extensión de la campaña que mantienen contra el aborto -una estrategia que también ha seguido el Vaticano-. Los escollos surgen en Europa, algunos de cuyos países (España, Reino Unido, Bélgica, Suecia) están a la vanguardia en lo que respecta a la normativa de manipulación de embriones humanos. Y, para añadir mayor complejidad, las trabas no parten de grupos conservadores sino de un recurso presentado por Greenpeace, como parte de su estrategia global en contra de las patentes en semillas, plantas o animales. "Nosotros no estamos en contra de la investigación, sino de la comercialización de cuerpo humano", aclaran desde la organización ecologista.

El origen del caso está en una patente registrada en 1997 por Oliver Brüstle, director del Instituto de Neurobiología Reconstructiva de la Universidad de Bonn (Alemania), relativa a la obtención de células progenitoras neuronales producidas a partir de células madre embrionarias humanas con la intención de tratar enfermedades neurológicas.

La materia prima de la medicina regenerativa son las células madre, en especial las embrionarias, por su capacidad de convertirse en otros tipos celulares (células de hígado, corazón, neuronas...). Los investigadores trabajan en descubrir las claves que permitan manipular estas células a voluntad para reparar órganos dañados o incluso crearlos en el laboratorio y sustituir a los lesionados.

El origen de estas células está en los embriones sobrantes de las clínicas de fecundación in vitro. De ellos se obtienen cultivos de células en estado de indiferenciación -conocidos como líneas celulares, hay más de 1.000 en el mundo- sobre los que los científicos desarrollan procedimientos para obtener cardiomiocitos, neuronas o hepatocitos. Brüstle trabajaba en métodos para convertir células embrionarias indiferenciadas en precursores de neuronas.

La legislación europea -la directiva sobre la Protección Jurídica de Invenciones Tecnológicas 98/44/CE- establece que no podrán ser patentadas "las invenciones cuya explotación comercial sea contraria al orden público o la moralidad". Y, entre ellas, alude explícitamente al "uso de embriones humanos con fines industriales o comerciales". Greenpeace reclamó la nulidad de la patente a la justicia alemana porque el trabajo de Brüstle se refería a procedimientos que parten de células madre de embriones humanos, lo que le planteó una duda al tribunal alemán. ¿Cómo se debe interpretar la expresión "embrión humano" de la directiva? ¿La prohibición de patentar es extensible al material biológico obtenido del embrión, como las células madre embrionarias?

La respuesta la dio el TJUE el pasado 18 de octubre. A su juicio, la intención de los legisladores europeos fue "impedir la posibilidad de patentar siempre que se pudiera considerar afectado el respeto por la dignidad humana", teniendo en cuenta que el concepto de embrión humano "debe considerarse en un sentido amplio".

La directiva alude a la imposibilidad de patentar para usos industriales o comerciales, pero no habla de usos científicos. Pese a ello, el uso de embriones humanos para investigación científica, "no puede distinguirse del uso comercial e industrial" y formaría parte del mismo paquete. De esta forma, la respuesta fue que las células de Brüstle no podían patentarse de acuerdo con la ley europea.

La reacción de los investigadores no se hizo esperar. La Sociedad Internacional para la Investigación en Células Madre (ISSCR en inglés) emitió un escrito el mismo día 18 en el que advirtió que la medida podría influir negativamente en el desarrollo de nuevas terapias. Además, recordó el amplio consenso científico existente en que la investigación en células madre embrionarias humanas es una de las parcelas más prometedoras de la biomedicina. Y subrayó que la protección de la propiedad intelectual es "crucial para el desarrollo de técnicas, medicamentos y procedimientos para un mejor conocimiento, detección y tratamiento de la enfermedad".

La imposibilidad de patentar productos o procesos derivados de células madre embrionarias "es una dificultad real a la hora de financiar estos trabajos, ya que la industria busca obtener un retorno a sus inversiones", apunta José Luis Rocha, secretario general de Calidad y Modernización de la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía, una de las autonomías que más han apostado por la medicina regenerativa, junto a la catalana. Rocha pone el ejemplo de la insulina, una hormona humana. "Sin el estímulo de la patente, probablemente hubiera llegado más tarde a los enfermos".

Además, "si se frena la patente [de células embrionarias] en Europa pero no en Estados Unidos, la investigación en el continente quedaría en una situación de clara desventaja y perdería competitividad", añade.

"La terapia celular es un área de grandes perspectivas terapéuticas", insiste Laura González-Melero, presidenta y consejera delegada de Merck en España. "Una protección adecuada de la propiedad intelectual e industrial es un elemento esencial para incentivar la investigación, no solo en el caso de las farmacéuticas, sino en los centros de investigación, muchos de ellos públicos, y cuyo retorno de inversión se mide también por la obtención de patentes", comenta.

Otra consecuencia de la sentencia no menos importante es lo que Rocha denomina el "profundamente retrógrado sustrato intelectual" que ha inspirado al tribunal y su concepción de embrión en sentido amplio, en la línea de las tesis más conservadoras "que amplían el perímetro de condición humana a productos biológicos derivados". "Es un razonamiento absurdo", añade Anna Veiga, quien considera que el tribunal "se ha hecho un lío de conceptos". "No hablamos para nada de patentar un embrión, sino de los procedimientos de diferenciación", señala. "Entre un embrión y las células diferenciadas obtenidas éticamente hay una distancia enorme". De extenderse este concepto, se pondría en riesgo no solo la investigación en células madre, sino procesos relacionados con la fecundación in vitro, como la selección de embriones para esquivar enfermedades incurables, como advierte el propio Rocha. "Es todo bastante surrealista", sostiene Veiga.

En todo caso, como señala Rocha, la sentencia es, de momento, "un fallo individual de un caso concreto", que frena la patente, no la investigación, lo que "no deja de ser preocupante si sienta precedente". Si se extendiera esta doctrina, los investigadores europeos siempre tendrían la posibilidad de patentar los hallazgos en países donde no se plantearan estos problemas, como Estados Unidos, por ejemplo. Además, existen técnicas que permiten obtener material celular de los embriones sin destruirlo, si bien es cierto que la amplia mayoría de las líneas celulares se han obtenido a partir de embriones congelados de las clínicas de reproducción asistida.

Estrellas de otras galaxias


Son los otros Nadal, Gasol o Iniesta. Rinden como los idolatrados. Sufren el olvido de todos. Esta es la historia de españoles que triunfan en deportes poco (o nada) conocidos.


A principios de los noventa, José Luis Abajo, alias Pirri, era tan solo un chaval de 11 años y cara de listillo convencido de que acababa de tener una buena idea. El detonante fue un anuncio sobre la Sala de Armas de Madrid que había llegado en forma de cuartilla al buzón de la casa de su madre. Al leerlo, Pirri se acordó de cuatro espadas que acumulaban polvo en un trastero. Pertenecieron a su padre, difunto piloto de combate aficionado a la esgrima. Las rescató del olvido y se plantó con ellas en la Sala de Armas. Allí encontró ejercitándose al olímpico Ángel Fernández. "¿Qué puedo hacer con esto?", le preguntó ufano mostrando los viejos aceros. Fernández contraatacó con un touché que supondría la primera lección del maestro a quien acabaría convirtiéndose en su alumno predilecto. "No creo que puedas hacer gran cosa con esas espadas. Por lo que veo, eres diestro... ¿No te has dado cuenta de que tienen empuñadura de zurdo?".

El muchacho no tardó mucho en cambiar las tizonas de su padre por otras con la empuñadora apropiada. Nadie, ni siquiera él mismo, podía imaginar entonces que acababa de iniciar su fatigosa andadura hasta convertirse en el único esgrimista español de la historia que ha conquistado una medalla olímpica. El maestro Fernández siempre supo, en cambio, que tenía en sus manos la materia prima idónea para forjar un campeón. Y lo sabía porque si algo destacaba sobremanera en aquel chaval inquieto y despierto era su arrolladora personalidad. "Siempre tuvo el carácter indomable y luchador de los elegidos".

Un imponente chasquido de aceros engalana el sabio verbo del maestro Fernández. La élite de la esgrima española ejecuta ante nosotros durante una mañana de septiembre lances, fintas y tocados en una sala de entrenamientos de la sede madrileña del Consejo Superior de Deportes. Fernández llegó aquí en 1998 para hacerse cargo del equipo nacional en la modalidad de espada (las otras dos son florete y sable). Y se trajo con él a Pirri. Aquel niño es hoy un hombretón de 33 años y 1,94 metros que parece en la pista un coloso vestido de blanco. Lleva el rostro cubierto tras una máscara de protección. Sus pies bailan como los de un boxeador a punto de soltar un croché. La mano izquierda flota en el aire. La derecha lanza el arma a la velocidad del rayo. "Su actitud guerrera es su punto fuerte y a la vez su debilidad", apunta en voz baja el maestro. "Ese temperamento a veces puede hacerle perder el control durante el combate. No es un tirador técnicamente perfecto, pero suple esa circunstancia con la velocidad que su carácter imprime a la acción".

Pirri transformó su empuje en leyenda el 10 de agosto de 2008. Ese día conquistó la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Pekín tras un "combate a muerte" contra el húngaro Gabor Boczko. Nada más vencer se llevó el pulgar izquierdo a la boca en homenaje a su hija Lucía, entonces un bebé. Una escena histórica para este deporte en España, país originario de la disciplina. Un momento de gloria retransmitido en directo por televisión que muy pocos recordarán haber visto. Representa la antítesis del gol que Iniesta marcó a los holandeses en la prórroga de la final de Sudáfrica. La proclamación de La Roja como campeona del mundo de fútbol en 2010 es el instante más presenciado de la televisión en España desde que opera la medición de audiencias, con 15 millones de espectadores de media (85,9% de cuota de pantalla). Pirri no se llama a engaño. Es nuestro Iniesta de la esgrima, pero jamás tendrá sus ingresos. Ni su fama. Ni su gloria.

Se considera más que afortunado por poder vivir de este deporte. Ha encadenado sucesivas becas del programa ADO, fuente financiera que, junto con los Juegos de Barcelona en 1992, marcó un cambio radical de modelo en términos organizativos y de gestión. Un punto de inflexión a partir del cual afloró la mejor generación de deportistas españoles de todos los tiempos, cuya industria sigue hoy brillando en vista de los resultados a pesar de los rigores de la Gran Recesión. Pirri es producto de esa edad de oro que arrancó a principios de los noventa. El bronce en Pekín 2008 le dio derecho a una beca ADO de 45.000 euros anuales con fecha de caducidad el año que viene. Su clasificación para Londres 2012 aún está en el aire. Asegura que le queda fuelle para rato.

Le sobran condiciones para añadir más títulos a un palmarés repleto de subcampeonatos de Europa y del mundo, así como varias medallas por equipos o en competiciones nacionales. Pero como nada hay seguro en esta vida, también estudia tercero de Administración y Dirección de Empresas y ha montado un servicio de clases de esgrima para directivos. "Mi medalla olímpica provocó efectos innegables. Subió el número de licencias federativas, de clubes... Pero a nivel de pasta, ¡ese es otro cantar! Somos profesionales de algo muy minoritario. Esto no es Francia, donde la esgrima fue lo más visto durante las retransmisiones de Pekín 2008, por detrás del atletismo. Allí es una asignatura en la escuela". El maestro Fernández desgrana otros factores que merman aquí la visibilidad. "Las normas de la esgrima no son sencillas. Las retransmisiones televisivas deberían contemplar un mayor didactismo. Esa dificultad ahuyenta la presencia de patrocinadores. Lo que no sale en televisión no es tan susceptible de apadrinarse. Y cuando entras en esa rueda es muy difícil salir".

Tener mayor o menor presencia. Entrar o quedar fuera del negocio. Es el dilema que afrontan los triunfadores en disciplinas poco -o nada- conocidas. Nunca antes había contado España con tantos deportistas rindiendo al máximo nivel. Las federaciones recibieron el año pasado vía Presupuestos Generales del Estado casi 74 millones de euros, más 10 millones en aportaciones del plan ADO. De los tres millones y medio de licencias federativas vigentes, requisito indispensable para competir, solo el fútbol copa 805.707. Apenas el 20% de todas las licencias son femeninas. Pero más allá de los ídolos mediáticos hay otros Nadal, Gasol o Iniesta. Son estrellas de otras galaxias. Pasan de puntillas por los medios de comunicación o los pensamientos de las más altas instituciones del Estado. Valga como muestra la afirmación que el presidente del Gobierno y ministro de Deportes, José Luis Rodríguez Zapatero, pronunció con motivo de la conquista de la selección española de baloncesto del reciente Europeo de Lituania: "Somos campeones en muchas especialidades, pero, a expensas de lo que haga la selección de fútbol, que ha empezado una racha brillante, creo que como la selección de baloncesto no hay otro equipo en el deporte español que haya brillado tanto en la historia". Sí que lo había: la selección española masculina de hockey sobre patines, proclamada a comienzos de este mes campeona del mundo por cuarta vez consecutiva y con seis europeos a sus espaldas desde el año 2000. Sobra decir cómo sentó a los campeonísimos del hockey aquel parlamento de la máxima autoridad del país en la materia.

Biatlón moderno, rugby subacuático, balonmano-playa, hockey bajo el agua, curling, chess-boxing (asombrosa mezcla de boxeo y ajedrez), sky running (carreras de montaña)... Raros. Peculiares. Extravagantes. Minoritarios. No existe una denominación oficialmente establecida para deportes que bordean lo underground, cuando no directamente la condena al ostracismo. Lo único que parece tener claro respecto a ellos el sociólogo Manuel García Ferrando, catedrático de Sociología de la Universidad de Valencia y autor, entre otros libros, de Aspectos sociales del deporte. Una reflexión sociológica (Alianza), es que nos adentramos en un territorio incierto y cambiante. "En una sociedad abierta como la nuestra, todo es deportivizable", explica al teléfono. "El concepto minoritario es difuso. Actividades que dos decenios atrás apenas se practicaban pueden ser hoy de las más frecuentadas. Solo hay que mirar el caso de los deportes de nieve y sus variedades desarrolladas en los últimos años. Por el contrario, otros irán a menos. Como el atletismo, por ejemplo, poco a poco desbancado por los más espectaculares. Y hay cuestiones más patrocinables que otras. Resulta, por tanto, muy difícil establecer qué es mayoritario y qué representa lo contrario".

Quizá puedan acercarse a dicha idea las escasas 72 licencias vigentes en toda España para competir en la modalidad de salto de trampolín. El entrenador de la federación, Manolo Gandarias, achaca esta raquítica cifra a una alarmante escasez de instalaciones y a la práctica inexistencia de técnicos con formación suficiente para adiestrar a nuevas generaciones. De ellas han surgido talentos como los de Javier Illana, puntal ibérico de la especialidad, y la armada femenina compuesta por Jennifer Benítez, Leyre Izaguirre y Anna Pujol. Todos ellos pasan incontables horas perfeccionando tirabuzones y mortales hasta la extenuación. "Muchas veces me pregunto si debería dedicar más tiempo a estudiar la carrera de medicina; es lo que me dará de comer", piensa a menudo la saltadora canaria Jennifer Benítez, de 23 años. En otras piscinas, Anna y Clara Espar ganaron la temporada pasada con sus compañeras del Club Natació Sabadell la Liga española, la Copa de la Reina, la Supercopa y la Copa de Europa. Pero nada de eso les permite soñar con vivir del waterpolo femenino. Anna pelea en el agua por mantener su ficha de 600 euros mensuales con su club; su hermana Clara apenas ingresa 150 euros mensuales desde que se cambió al Esportiu Mediterrani. "Trabajamos tanto o más que un futbolista, pero muchos deportistas españoles estamos a la sombra en todos los sentidos".

También hay otras versiones. No todo son estrecheces en las competiciones paralelas a los circuitos de masas. Algunos han encontrado en lo alternativo un exitoso modo de vida. Podría ser el caso de Gisela Pulido, la Messi del kitesurf freestyle. Tiene solo 17 años y es ocho veces campeona mundial de la modalidad de estilo libre de surf con cometa. Muy pocos la pararían en España para pedirle un autógrafo, pero es venerada por aficionados de Australia, Francia o Alemania. Nació en Cataluña y con apenas diez años ya doblaba la mano de los adultos en el circuito internacional. Una precoz cadena de éxitos convenció a su padre para establecerse con ella en el afamado spot de Tarifa. En este paraíso gaditano de viento y olas mantienen su base de operaciones.

Gisela es propietaria desde hace tres años de un chalé adosado con piscina y pista de pádel a la entrada del pueblo. También ha montado la escuela de kitesurf Gisela Pulido Pro Center, maneja una sociedad para la gestión de sus derechos de imagen, quiere poner en marcha una marca de accesorios... ¡Y solo tiene 17 años! El año pasado acumuló unos beneficios pendientes de impuestos de 200.000 euros entre ingresos por campeonatos y patrocinios (mucho más elevados los segundos). Comparte las ganancias con su padre, entrenador y mánager de esta boyante sociedad. Pero lo cierto es que Gisela jamás podría soñar con alcanzar los 77 millones de euros que su equivalente en el golf, Tiger Woods, llegaba a recaudar en un año entre torneos, diseño de campos y contratos publicitarios hasta su estrepitosa caída por diversos líos de faldas. En el deporte todavía hay clases.

Desfases de este tipo podrían permitirnos incluso hablar de castas. En el ámbito español, la coincidencia parece unánime a la hora de estimar como factor potenciador la ausencia de cultura polideportiva. Un cambio de mentalidad al respecto "solo puede llevarse a cabo desde la escuela", afirma Kilian Jornet. Este catalán de 23 años es cuatro veces campeón mundial de sky running (carreras de montaña) y considera a este país como un páramo estrictamente "monodeportivo". Contrapone como justificante el reparto de la información especializada en Francia o Italia. "Vivo en Chamonix [Francia]. Allí encuentras amplias coberturas sobre disciplinas, como el rugby, que en España son sencillamente ignoradas. Pero es que los franceses lo practican desde el colegio. Ahí está la base de todo cambio social. Una transformación de la cultura deportiva debe comenzar en las aulas".

La montaña fue para Kilian el patio de su casa desde pequeño. La primera vez que le pusieron unos esquís tenía tan solo dos meses. Hijo del guarda de un refugio de montaña en la vertiente norte de la Cerdeña, entre picos fronterizos con Francia y Andorra, y de una madre profesora, coronó con tan solo seis años su primer cuatro mil; con diez, completó en familia la travesía de los Pirineos. "Desde ese momento aprendí no solo a ir a la montaña, sino a quererla. Encontré el sitio perfecto donde expresarme".

Kilian decidió a los 13 años entregarse a la práctica del esquí y a correr profesionalmente por las cumbres. Entre sus muchas proezas, ha subido y bajado el Kilimanjaro (5.891 metros) en siete horas y quince minutos, batiendo el anterior récord de casi ocho horas y media. También ha sentido alucinaciones corriendo por los montes circundantes al lago Tahoe, en California, a lo largo de 280 kilómetros. "Ser un sky runner consiste en subir y bajar un pico lo más rápido posible. No elegí este camino para vivir de él, sino por estar ahí arriba. Mi verdadero objetivo era descubrirme. Las montañas están vivas. Se mueven y tienen un alma que hay que comprender. No hablo directamente con ellas, pero de una u otra forma nos comunicamos". Ha estudiado INEF en Francia y por ahora se gana los cuartos holgadamente con el sky running. La exigencia ha de ser total para lograrlo. "Perder es morir", según un manifiesto que redactó hace años junto a un compañero de piso. Para Kilian Jornet, el deporte de alto rendimiento ha de ser egoísta. "No en términos egocéntricos, pero sí respecto a la autonomía necesaria para perseguir tus sueños, por muy extravagantes que los demás puedan considerarlos".

A veces llega a considerarse extravagante simplemente aquello que sale de la ola monodeportiva reinante que denuncia Kilian Jornet. La sevillana Blanca Manchón, número uno del ranking mundial de windsurf en la categoría RS:X, pone directamente nombre y apellidos a la excitación que provoca cualquier anécdota relacionada con la hegemonía balompédica. "Los medios no parecen ver más allá de lo masivo. Muchas veces pones la tele y... ¡Toma ya! Veinticinco minutos de fútbol en un telediario. Parece que sea más importante que Mourinho se ha sacado un moco que una esquiadora gane un campeonato del mundo". Blanca puede estar en lo cierto. No por tocarse las narices, pero sí por meterle el dedo en el ojo al segundo de Guardiola -quien respondió a la agresión con una formidable colleja-, el entrenador del Real Madrid, José Mourinho, protagonizó las aperturas de la sección de deportes en los principales diarios nacionales el pasado 6 de octubre con el anuncio de las ridículas sanciones correspondientes a los sucesos que ambos protagonizaron durante la vuelta de la Supercopa disputada el 17 de agosto entre el Madrid y el Barça.

Peripecias de este tipo que copan espacios informativos apenas dejan hueco para epopeyas como la de Blanca Manchón por revalidar su cetro y no bajar del número uno del ranking mundial. A sus 24 años, asegura que se puede vivir del windsurf... "si eres la número uno, claro". Mantiene una beca ADO por su oro en el mundial de 2010 de 60.000 euros anuales, revocable en caso de no terminar la temporada entre las ocho primeras de su clase o no clasificarse para los Juegos Olímpicos de Londres. Entre patrocinios varios de firmas como Nike o Emasesa, acumula otros 35.000 euros cada año. Compite desde los doce. Le costó terminar el instituto. "En España resulta imposible compaginar lo mío, a nivel de élite, con estudiar una carrera". Tampoco encontró precisamente mucha comprensión entre algunos profesores hacia sus habilidades extraacadémicas. En mayo de 2004 regresó a clase tras alcanzar el subcampeonato de Europa y un maestro de matemáticas del instituto le dijo con retranca: "Qué morenita vienes, ¿no?".

Ante la indiferencia de muchos y la pasividad de los medios tradicionales, la mejor plataforma de difusión que estos triunfadores de otros mundos han encontrado es Internet. Los más avezados actualizan sus páginas web personalmente, tuitean con ahínco, alimentan perfiles en Facebook y escriben libros sobre sus hazañas dando forma a la figura del gran deportista-embajador. El ultra man Josef Ajram considera al sky runner Kilian Jornet como paradigma de esa nueva vertiente de atleta autopromocional. "El alto rendimiento comete todavía un error de mentalidad al concentrar exclusivamente las fuerzas en el entrenamiento y no saber comunicar", reflexiona Ajram. "Quien se dedica a campos minoritarios debe explicar lo que hace. No nos engañemos: los patrocinadores están buscando buenos embajadores".

Josef Ajram también puede considerarse uno de ellos. Barcelonés, de 33 años, hijo de sirio y catalana, atesora 85.000 visitas y 180.000 páginas vistas mensualmente en su web. Reparte su vida entre los mercados bursátiles y la competición extrema. Ha completado tres veces la extenuante variedad de ultra man, que durante tres días combina la natación a lo largo de 10 kilómetros por el océano, varios centenares de kilómetros en bicicleta y 84 de carrera a pie (el equivalente a dos maratones convencionales). También ha participado, entre otras grandes pruebas de resistencia, en el temible maratón de las Arenas corriendo 250 kilómetros por el desierto del Sáhara a una temperatura media de 50 grados. No es de extrañar que haya titulado ¿Dónde está el límite? (Plataforma) a un exitoso libro sobre su concepción de la vida y la autoexigencia. También ha escrito sobre su otra pasión. "Soy un amante de los mercados financieros", proclama sin reparos. Su segundo libro, Ganar en Bolsa es posible, atiende a toda una declaración de intenciones de este day trader o especulador de operaciones que se abren y cierran en el mismo día. Lo deportivo tendrá para él un final que vislumbra todavía lejano, hasta mediada la cuarentena. "Pero la Bolsa será para siempre".

Su obsesión actual son los desafíos. El año que viene, Ajram intentará completar bajo el patrocinio de Red Bull siete iron man (modalidad de triatlón que combina 3.800 metros de natación, 180 kilómetros de ciclismo y 42,2 de carrera) durante siete días consecutivos. Una más de la interminable lista de variopintas especialidades lideradas por españoles. No cabrían todas en un simple reportaje. Laia Sanz es 11 veces campeona del mundo de trial; Antonio Albacete, tres veces campeón de Europa de camiones; Joseba Kerejeta, campeón mundial absoluto de pesca submarina... Por no hablar de los atletas paralímpicos, cuyo palmarés envidiable no les impide, sin embargo, representar a los grandes olvidados del deporte.

Todos ellos compiten, como mínimo, con el mismo tesón que los más idolatrados. Nadie hablará de ellos cuando anuncien su retirada. No habrá flases. Ni lágrimas en directo. Pero hasta ese día seguirán hacia delante. En las últimas páginas de su libro Correr o morir (Now Books), el imbatible sky runner Kilian Jornet esboza una justificación a su búsqueda quimérica, extenuante e irreversible. "Quizá corro porque necesito sentirme creador; necesito saber lo que hay dentro de mí y plasmarlo en algún lugar exterior. Podemos explorar nuestro interior y saber de lo que somos capaces, pero necesitamos exteriorizarlo y verlo separado de nuestros cuerpos para contemplarlo como espectadores, poder valorarlo y detectar sus defectos para hacerlo mejor la próxima vez. Es el placer intrínseco de crear belleza y de ver que genera una fuerza de atracción a los espectadores".

"Yo capturé a Gadafi"


Cuatro rebeldes relatan a EL PAÍS cómo descubrieron y apresaron al dictador libio en una alcantarilla de Sirte. "Cuando le vi gateando, pensé: '¿cómo el rey de reyes podía estar ahí como una rata?". Otro recuerda cómo le apuntó, mientras Gadafi decía: "¿Qué pasa? ¿Qué pasa?". Como trofeo guardan la pistola de oro del sátrapa. Se la quitaron antes del linchamiento


Tímido y de apariencia enclenque, Omram Yuma Shaban se presenta con tres de sus compañeros de armas vistiendo la misma ropa que lucían el 20 de octubre, la fecha que nunca podrán olvidar. Inmediatamente, como si desearan ofrecer pruebas de que su historia es irrefutable, colocan sobre una mesa su más preciado botín: dos pistolas, una de ellas de oro; una bota de cuero negro made in London y una gorra militar. Omran enseña los trofeos con una mueca de orgullo y una tenue sonrisa. Estudiante de ingeniería eléctrica de 21 años, no es de los rebeldes libios más aguerridos, aquellos shabab (muchachos) que se lanzaron al combate contra las tropas de Muamar el Gadafi en los primeros instantes de la revuelta que nació en Bengasi, y que dos días después, el 19 de febrero, se contagió a Misrata. Es un joven tranquilo de 21 años, de voz débil y ligeramente aguda, que solo a mediados de abril decidió sumarse a los insurgentes de Libia. Su ciudad estaba siendo cruelmente atacada. "Me uní a la revolución porque los soldados de Gadafi empleaban en Misrata los métodos más sucios. En marzo, en mi barrio, cualquier hombre que salía de casa era detenido; mataban a niños, violaban a mujeres...", comenta imperturbable. El jueves de la semana pasada alcanzó la gloria ante un desagüe repleto de desperdicios en Sirte, la ciudad natal del tirano. "No creía lo que veían mis ojos. Nadie pensaba que Gadafi estaba ahí. Es muy difícil describir mis sensaciones. Pero ahora creo que capturé al mayor terrorista del mundo, después de Osama bin Laden", explica Omran, ahora sí, más sonriente.

Las últimas horas del dictador, el autoproclamado hermano líder, el rey de reyes, comenzaron alrededor de las ocho de la mañana del día 20. "Recibimos información de que un convoy de 50 vehículos se estaba desplazando desde el barrio 2 de Sirte. Sabíamos que Mutasim, el hijo de Gadafi, estaba en la ciudad porque mucha gente que había huido nos comentaba que lo habían visto, y al mismo tiempo supimos que la OTAN atacaba a esa hora la caravana", narra Omran.

Ahmed Ghazal, empleado de una empresa de hostelería de 21 años; Nabil Darwish, dueño de un taller mecánico, de 25; Salem Bakir, comerciante de 28 años, y tres milicianos más acompañaban al futuro ingeniero eléctrico en la vigilancia de la zona donde el ataque de la OTAN convirtió en chatarra calcinada una docena de coches. Los soldados gadafistas se dispersaron en un intento de fuga tan desesperado como inútil, y los siete shabab se esmeraron en rastrear la árida zona mientras decenas de rebeldes se sumaban a la búsqueda. "Los militares se escondían en la cercana estación eléctrica y en los árboles. Hubo duros combates, pero matamos a muchos de ellos y a otros los apresamos. Los soldados de Gadafi se dividieron; unos querían entregarse y otros prefirieron luchar", relata Omran, quien, como sus colegas de comando, parece huidizo, hombre de pocas palabras con el extranjero.

A 200 metros del amasijo de hierro del convoy -los cadáveres en descomposición permanecieron seis días en el lugar-, se extienden dos conductos de cemento bajo una carretera que sirven para evitar inundaciones. Fue la última distancia que recorrió a pie el dictador en este espacio abierto, con muy escasa vegetación, un pésimo lugar para descubrir un escondite. "En un extremo de las tuberías, uno de los 15 soldados ahí guarecidos levantaba la bandera blanca, pero al otro lado de la carretera, a solo 20 metros, los gadafistas seguían disparando. 'Nuestro líder está aquí', gritó de repente el soldado dispuesto a rendirse. Pero no imaginábamos ni por un momento que ese líder era Gadafi", prosigue su relato.

Aniquilados algunos de los uniformados y rendidos a los rebeldes otros militares de los más leales al antiguo régimen, Salem Bakir se aproximó a la salida de la tubería. Fue el instante decisivo, el que esperaban ansiosos desde el 17 de febrero la gran mayoría de los libios, el que todos en este país árabe aseguraban que tarde o temprano acabaría por llegar.

"Durante toda mi vida" prosigue Bakir, "cuando veía el convoy de docenas de vehículos que trasladaba a Gadafi desde Trípoli a Sirte, pensaba que era un rey o alguien sobrehumano. Yo le vi el primero cuando ya estaba fuera de la tubería y a dos metros de mí. Me quedé conmocionado y paralizado. Pero toqué el Corán que llevo en el bolsillo, y eso me dio fuerzas para chillar: '¡Aquí está Gadafi!, ¡aquí está Gadafi!' Le dije que soltara su arma tres veces, pero no lo hizo. Y él me dijo: '¿Qué pasa?, ¿qué pasa?, ¿qué pasa?".

Omran, que manejaba en ese instante una ametralladora, saltó de la camioneta sobre el cuerpo ya ensangrentado del sátrapa, metro y medio por debajo del asfalto. "Yo estaba viendo al otro lado de la tubería que los militares dejaban fusiles en el suelo, pero aún los tenían en las manos y podían disparar. Me dio miedo. Entonces me abalancé sobre Gadafi y le quité una de las pistolas, la que no es de oro. No sé de dónde me salió la fuerza", cuenta Omran. Grupos de sublevados condujeron sus camionetas a toda velocidad hacia el lugar. Ahmed Ghazal, el empleado de hostelería, recuerda: "Cuando le vi gateando y mirando con la cabeza ladeada, pensé: '¿Cómo el rey de reyes podía estar ahí como una rata?' Esa imagen me acompañará todas las noches de mi vida cuando me vaya a dormir. Recogí su bota y su gorra". Y minutos después, en pleno tumulto, entre alaridos de alegría y proclamas de Alla uh Akbar (Dios es grande), el macabro espectáculo del linchamiento, las patadas y bofetadas contra el déspota indefenso y aturdido que ruega clemencia mientras es vapuleado. Muchos rebeldes grabaron la brutal agresión con sus teléfonos móviles.

Un reguero de sangre, tal vez del dictador, todavía pinta el pavimento de la carretera desde la que partió una ambulancia con Gadafi como paciente, o como reo al que se iba a ajusticiar. Cientos de nombres de guerrilleros y de sus ciudades de origen están escritos en el cemento que bordea la salida de los conductos. Como lo están dos fechas que quedarán reflejadas en los libros de historia y marcadas de manera indeleble en la memoria de todo libio. Lucen en tinta roja en la pared de la cercana central eléctrica: 17 de febrero, día del nacimiento de la revuelta, y 20 de octubre de 2011, fecha de la muerte del caprichoso gobernante.

No se sabe con precisión cuándo ni quién le descerrajó los balazos en la cabeza y en el abdomen a Gadafi, aunque al menos dos insurrectos se vanaglorian de haber asesinado al dictador. Lo cierto es que el viernes 21 de octubre, los cadáveres de Gadafi, de su hijo Mutasim, y de su ministro de Defensa, el general Abu Baker Yunes Yaber, eran expuestos en la cámara frigorífica del mercado central de Misrata. Cuatro días pudieron los libios comprobar in situ que el tirano -42 años después del golpe de Estado que derrocó al rey Idris, pospuesto en una ocasión porque en marzo de 1969 ofrecía un recital en Bengasi la afamadísima cantante egipcia Um Khultum- era historia. Cuando un par de días después de la batalla de Sirte arreciaron las críticas de varias ONG internacionales al Gobierno rebelde por las violentas circunstancias del deceso -los Gobiernos occidentales no han puesto precisamente el grito en el cielo-, fueron cuidadosos los milicianos a la hora de colocar la cabeza de Gadafi ladeada hacia su izquierda para ocultar el tiro en la sien, y también de tapar con una manta el orificio de bala que Mutasim presentaba en la garganta.

Y es que si los preceptos islámicos que prescriben la sepultura a las 24 horas de la muerte no fueron respetados por los devotos milicianos misratíes, mucho menos se iban a preocupar por la protección de los derechos humanos, cuya violación han padecido tantos libios de modo tan flagrante. Ahora se anuncia una investigación sobre el presunto asesinato a sangre fría -por mucho que los ánimos fueran ardientes- de Gadafi y Mutasim, que aparece en otras grabaciones charlando con rebeldes, herido levemente, fumando y bebiendo agua. Sea cual fuera el resultado de esas pesquisas, resulta muy difícil encontrar a algún libio que hubiera preferido el juicio al dictador. La mayoría dice abiertamente, emulando el gesto de disparar, que lo prefieren muerto. No debería costar demasiado localizar a los dos individuos que afirman ante la cámara de un teléfono móvil haber acabado con la vida de Gadafi. Se les ve con toda nitidez.

En toda Libia explotó el jolgorio tras conocerse el acontecimiento. Cientos de miles de entre los seis millones de hombres y mujeres que pueblan Libia, incluidos niños y niñas, celebraron en las plazas y calles la desaparición de quien les ha amargado la existencia durante cuatro décadas de arbitrariedad, en las que frecuentar una mezquita podía bastar para purgar seis años de cárcel, como le sucedió al piloto de líneas aéreas Mohamed Darwish, que acudía habitualmente al templo de su barrio en Trípoli porque se quedó sin empleo tras el embargo a la aviación comercial que Estados Unidos impuso a Libia en la década de los ochenta del siglo pasado.

Pero si hay una ciudad en la que la algarabía fue desbordante, esa es Misrata. Cuentan los lugareños de esta ciudad de 400.000 habitantes aproximadamente -sin censo ni estadísticas, los cálculos son en Libia muy complicados- que solo en una hora murieron cuatro personas, víctimas de los disparos al aire de los enfervorecidos combatientes que expulsaron a los soldados y mercenarios gadafistas el 24 de abril tras una atroz carnicería de dos meses. Porque el 19 de febrero murió el primer mártir, a los que Gadafi tildaba de "ratas". Era Jaled Mustafá Abu Shajma, nacido en 1968. Cuatro días después cayó la primera granada sobre Misrata. Cerca de 3.000 vecinos -cientos de ellos civiles inocentes- han perecido solo en esta localidad. Sus fotografías se observan ahora junto a una copia del certificado de defunción de Gadafi en el improvisado museo de la guerra, situado en la calle Trípoli devastada por las explosiones, y donde también se yergue la escultura metálica del puño que aplasta el avión de Estados Unidos, un símbolo del poder de Gadafi que los luchadores de Misrata transportaron a su ciudad desde Bab el Azizia, el bastión del autócrata en la capital, una vez que a finales de agosto conquistaron Trípoli. El arrojo de los milicianos de Misrata fue crucial. Ahora se enorgullecen de ser los primeros -los compañeros de Zintán, en las montañas de Nafusa, en el oeste libio compiten en valentía- que quebraron el triple muro de cemento de ese baluarte del régimen.

Tiene fama Misrata de ciudad emprendedora, de contar con avispados hombres de negocios, y de no haber dado un paso atrás en la contienda. Incluso los sordomudos, presentes el viernes en una celebración multitudinaria, se unieron a la desigual pelea. Sedik el Fituri, empresario de 52 años, posee una compañía de grúas y de camiones de transporte pesado. Ha gastado 400.000 dinares (unos 220.000 euros) en una guerra en la que se transformó en comandante de una brigada. Todo su material ha resultado dañado sin remedio. "Lo he perdido todo, pero soy feliz. El 6 de marzo, los militares de Gadafi entraron en Misrata y los matamos a casi todos. Les tendimos trampas en las que cayeron porque no conocían la ciudad. Ese día supieron que aquí había un ejército. Unos 50.000 hombres empuñaron las armas. Escucha... Mi esposa, cuando veía a mis hijos descansando o durmiendo en casa, les decía: 'Tomad las armas, levantaos e id a luchar'. Ingeniosos, cuando el enemigo parapetó francotiradores en los edificios en el campo de batalla de la calle Trípoli, los rebeldes colocaron pilas con luces en perros y gatos para que los francotiradores dispararan y poder así localizarlos. Solo en Zintán y en Misrata hemos combatido desde el primer día. Aquí preferimos morir a retroceder. Además de los fallecidos, tenemos 40.000 heridos, 1.000 personas han sufrido amputaciones, y 100 han quedado ciegos. En Bengasi, sin embargo, detuvieron la guerra muy pronto, y eso permitió a los gadafistas concentrarse en atacarnos a nosotros. Misrata ha sido la ciudad más castigada", apunta El Fituri con un deje de amargura hacia los compatriotas de la cuna de la rebelión.

Es ese cruento asedio medieval a la ciudad lo que ha propiciado la venganza también despiadada de las milicias de Misrata en Sirte, la aldea beduina en la que nació hace 69 años Gadafi, quien pretendió convertirla en capital del país y en puerto franco. En ella construyó el centro de convenciones Ouagadougou, un faraónico complejo ahora hecho trizas en el que se celebraron cumbres de la Unión Africana. Y aunque muchos libios denuncian que se construían viviendas a sabiendas de que nadie iba a vivir en ellas, con la única pretensión de otorgar a la localidad una apariencia de grandeza, el respaldo al dictador era abrumadoramente mayoritario en Sirte. Y si ahora son pocos -Abdelaziz al Farjani es uno de ellos- los que chillan "Muamar, Muamar" alzando los brazos con los puños cerrados, imitando al dirigente derrocado, es porque la ciudad presenta un panorama fantasmagórico. El éxodo ha sido total. No hay agua, ni luz, ni comida. Sus 80.000 habitantes se han fugado al desierto o a Sabha, 700 kilómetros al sur de Trípoli. Personas cargando colchones en camionetas, rumbo a sus jaimas en el Sáhara, es la imagen más frecuente estos días.

Que la destrucción en Sirte no tiene parangón en Libia lo admite incluso el comandante El Fituri. Da la bienvenida al barrio 2, el distrito desde el que partió el último convoy de Gadafi, una pintada rebelde: "Sirte, la nueva Leptis", reza el escrito en alusión a las espléndidas ruinas romanas de Leptis Magna, ubicadas un centenar de kilómetros al oeste de Misrata. La casa de Al Farjani es solo un ejemplo. Los boquetes de los proyectiles la han machacado con saña. Ningún edifico se ha librado. Los lugareños comparan Sirte con Grozni, la capital chechena destruida por el Ejército ruso en la década de los noventa. El panorama en varias calles es, efectivamente, muy similar. Algunas mezquitas están desechas y su minarete ha sido desmochado; las estaciones eléctricas, también; las escuelas arrasadas saltan a la vista tanto como los hospitales saqueados. En una semana se recogieron de las calles y de entre los escombros unos 400 cuerpos. El jueves todavía apestaba a muerto en la avenida 1 de septiembre, fecha del golpe que aupó al poder al dictador.

En Sirte, claro está, los roedores son quienes se alzaron contra la tiranía. "Los milicianos son ratas. Aquí respaldábamos a Gadafi, que dormía cada noche en una casa diferente. Cuando cayó Trípoli, vino aquí, pero no sabemos exactamente cuándo", señala Ibrahim, un estudiante de medicina de 20 años a las puertas de un hospital que ya no lo parece. Aunque se tratara de su ciudad natal, ningún experto militar se explica por qué el tirano eligió Sirte para refugiarse tras su huida de la capital. Es una ratonera. Pero la prefirió al más seguro desierto. Muchos aluden a su mentalidad y aducen que el carácter de quien viajaba al extranjero con sus jaimas a cuestas para sentirse como en casa jugó un papel decisivo. Siempre prometió Gadafi que jamás abandonaría su país y que moriría en Libia, fueran cuales fueran las circunstancias. Y cumplió su palabra.

Desde el 15 de septiembre, el cerco a Sirte fue completo. El coronel Abderrahim al Agili, natural de Bengasi, es uno de los jefes rebeldes que atenazaron esta población por el flanco oriental. "Es difícil saber", explica, "cuántos milicianos han combatido porque vinieron grupos de muchos lugares. Pero alrededor de 15.000 rodeamos la ciudad. La mayoría de los 80.000 habitantes de Sirte se han ido al desierto, hacia el sur. Al oeste no van porque está Misrata. Es cierto que los shabab de Misrata han sido muy agresivos. Fue una venganza. No se les puede controlar". Sorprende la naturalidad con que los insurrectos admiten los desmanes cuando se les pregunta por el evidente pillaje. En la gran avenida del 1 de septiembre no queda una tienda sin asaltar. "Es verdad que muchos milicianos robaron en los comercios", reconoce en un espléndido inglés el estudiante de ingeniería Ahmed Meshri, miliciano durante los últimos meses. Dice, con la boca pequeña, que se buscará y castigará a los culpables. Pero da la impresión de que no cree sus palabras. La orgía violenta durante las últimas jornadas de la batalla de Sirte estremece.

No se repararía en ello si no lo explicara el melenudo Abdelmulá Saleh, otro declarado partidario del coronel Gadafi, en la recepción del devastado hotel Mahari, en cuyo césped frente al Mediterráneo fueron hallados 53 cadáveres tiroteados, muchos de ellos maniatados. Saleh apunta a las manchas negras en una pared enyesada que da al vestíbulo, bajo una barandilla de la primera planta. "¿Sabes lo que es? Son marcas de los zapatos de los ahorcados, de sus pataleos antes de morir. Los colgaron con esa manguera roja de bomberos", cuenta indignado. "También encontramos hombres degollados en una mezquita y decenas de muertos en el hotel", añade enojado, antes de hacer una distinción que comparten las escasas personas que pululan por la población.

Los vecinos de Sirte atribuyen el monopolio de los crímenes a los insurrectos de Misrata. El treintañero Abdelhamid, semblante muy serio, no disimula el rencor que guarda hacia los luchadores de la ciudad situada 240 kilómetros al oeste. También admira al dictador y comprende el precio que se paga en toda guerra. Es dueño de un comercio de artículos de fotografía en la que no queda nada. Es la norma: todos los establecimientos tienen un aspecto desolador. "Los guerrilleros de Bengasi, mía, mía", explica con una expresión libia que significa perfecto. "Fueron", agrega Abdelhamid, "combatientes justos. No hicieron nada horrible". Los pocos ciudadanos que continúan en la ciudad, inundada varias de sus calles por las cañerías reventadas, rumian su desgracia. Unos pocos cientos de hombres barren calles de escombros, retiran farolas caídas de la calle principal y cables de alta tensión de los suelos de la periferia, al tiempo que saludan -a la fuerza ahorcan- a los rebeldes que patrullan la ciudad.

Jaled observa los tremendos destrozos en el bloque de viviendas en el que residía. Su madre espera en las escaleras. El camión cargado de enseres está listo para partir destino al destierro. "Nos vamos a Samsum, a unos 150 kilómetros al sur de aquí. Viviré en una tienda. Lo peor es que no podremos regresar a Sirte hasta que no se reparen todos los destrozos. Si todo se arregla, volveré". Sabe Jaled que largo lo fía. Que en un país arrasado por una guerra de ocho meses, Sirte no va a ser la prioridad en la reconstrucción. Y aunque lo fuera, los daños son de tal magnitud que pasará mucho tiempo antes de que todo pueda volver a la normalidad. Por no hablar de la reconciliación, uno de los objetivos declarados de las nuevas autoridades, una misión que se antoja una tarea de titanes.

Hassan al Osta, un economista de Misrata, es de la opinión de Fathi Terbil, el abogado defensor de las víctimas de la más célebre matanza del régimen, la perpetrada en junio de 1996 en la prisión tripolitana de Abu Salim, cuando 1.270 presos, muchos de ellos activistas políticos, fueron acribillados y despedazados con granadas y ametralladoras en los patios de la cárcel. "La violencia de ahora provocará que la gente deteste la revolución", declaró días atrás Terbil, también miembro del Consejo Nacional Transitorio, el organismo rector del alzamiento. "Los saqueos en Sirte son algo inaceptable porque por cosas de este tipo nos levantamos contra Gadafi", corrobora Al Osta.

Y mientras Sirte, Zlitan y Bani Walid, feudos del régimen depuesto, son ahora ciudades despobladas, Misrata vive una celebración permanente, solo teñida por la seriedad que impone la visita al museo de la guerra, un escaparate al aire libre de granadas, tanques, proyectiles de todo calibre... Los desfiles militares, en los que marchan las camionetas con las armas montadas, uno de los símbolos de la rebelión, se suceden un día sí y otro también; los helicópteros sobrevuelan la ciudad con la nueva bandera tricolor (la monárquica verde, negra y roja) colgando de sus tripas; se entregaran diplomas, flores y un Corán a los familiares de cada una de las víctimas rebeldes, cuyos nombres se leen uno a uno; los niños posan para ser inmortalizados con los fusiles de sus padres; los pilotos de guerra que rechazaron obedecer las órdenes del dictador y volaron hacia Malta o lanzaron las bombas sobre el desierto son vitoreados; las ambulancias, los camiones de bomberos, incluso los vehículos de recogida de basuras, son aplaudidos por los misratíes. Y los insurrectos armados bailan dando palmadas y cantando en la base militar, a 10 kilómetros de Sirte, desde la que organizaron el asedio. El estribillo, que rima en árabe, viene a decir: "Quien hiere a Misrata recibirá fuego. Gadafi, espera, espera, en Misrata te pondremos bajo tierra".

sábado, 29 de octubre de 2011

Teoría y práctica del tiranicidio


Matar al dictador caído, como Gadafi, sitúa al ganador de la guerra en la posición de un libertador - El espectáculo macabro tiene algo de totémico

JOSÉ MARÍA RIDAO 28/10/2011

Las primeras noticias procedentes de Sirte la mañana del 20 de octubre daban cuenta de la detención de Gadafi. Pocas horas después las informaciones no hablaban ya de la detención, sino de la muerte del dictador libio. Según la nueva versión de los hechos, habría sido alcanzado durante un bombardeo de la Alianza Atlántica contra el convoy en el que trataba de huir. Un vídeo de escasa calidad, grabado desde un teléfono móvil, parecía corroborarlo: en él se observaba la imagen de un cadáver con el rostro contra el suelo y rodeado de hombres armados que se esforzaban por darle la vuelta, como si su intención fuera identificarlo. Solo con la ayuda de un paño alrededor de la mandíbula lo consiguen, y entonces sí, por un breve instante aparecen unos rasgos familiares que podrían ser los de Gadafi.

Las dudas acerca de si se trataba de su cadáver no quedarían despejadas, sin embargo, por el análisis minucioso de este primer vídeo, sino por la inmediata aparición de otro, también de escasa calidad y también grabado desde un teléfono móvil. En él es Gadafi, indiscutiblemente Gadafi, quien avanza dando traspiés entre milicianos armados. La inercia de la versión anterior se proyecta sobre la siguiente: la sangre en el cuello de Gadafi y sobre sus ropas -se piensa en esos instantes de confusión- debe de ser el resultado de las graves heridas recibidas durante el ataque de la Alianza Atlántica, y a las que supuestamente habría sucumbido. Nuevos vídeos, sin embargo, desmintieron con descarnada contundencia todas las versiones previas: Gadafi había sido apresado con vida, linchado por sus captores y, al parecer, asesinado de un tiro en la sien.

No era, con todo, el final, sino el comienzo de un espectáculo macabro que se prolongaría durante cuatro días en una improvisada morgue de la cercana ciudad de Misrata; en realidad, la cámara frigorífica de un mercado en la que semidesnudo sobre un colchón, primero a solas y después en compañía del cadáver de su hijo Mutasim, Gadafi sería expuesto al escarnio público hasta el amanecer del pasado martes, cuando fue enterrado en algún lugar del desierto. Además de los vídeos que registran los instantes finales de Gadafi, fueron apareciendo otros que recogen los de su hijo Mutasim, detenido en lo que parece un salón doméstico con la pared empapelada y bebiendo agua de una botella de plástico. Alguien lo increpa desde detrás del objetivo, él responde con altanería. El vídeo se detiene en ese momento, y la siguiente imagen de Mutasim es aquella en la que aparece muerto junto a su padre.

Gadafi expuesto sin vida en la cámara frigorífica de un mercado de Misrata ha pasado a formar parte, no ya de la nómina de los dictadores derrocados, sino de otra más escalofriante y estricta en la que se encuentran los que, además de derrocados, fueron linchados antes de morir y su cadáver mostrado como trofeo y librado a la profanación. Los hechos de los que dan testimonio los vídeos grabados el 20 de octubre dejan en mal lugar al Consejo Nacional de Transición, bien porque los consintió, bien porque careció de autoridad para impedirlos. En el primer caso, el asesinato de Gadafi y los suyos harían presagiar que, si nada lo remedia, la tiranía sobreviva al tirano, reponiendo a otro en el puesto vacante; en el segundo, que la guerra civil contra Gadafi pudiera ser el preámbulo de otra entre las diversas milicias armadas y solo unidas hasta ahora por la existencia de un enemigo común.

El líder del Consejo Nacional de Transición, Mustafa Abdel Jalil, pronunció el primer discurso tras la muerte de Gadafi y el final definitivo de su régimen en la plaza de los Mártires en Trípoli, y muchos libios se preguntaron por qué no lo hizo en otras ciudades que habían participado con más determinación en la lucha. También afirmó que la sharía inspiraría la nueva legislación, y, de nuevo, muchos libios se preguntaron por qué Abdel Jalil tomaba en solitario una decisión que no le correspondía. Las razones políticas detrás de estas inquietudes, de estas preguntas, son fácilmente reconocibles, y tienen que ver con el origen territorial de los grupos rebeldes y con su diferente adscripción ideológica. Ahora bien, la respuesta a por qué Abdel Jalil se creyó legitimado para decidir en solitario un asunto crucial en el futuro de Libia está relacionada con un problema clásico de la teología que, al secularizarse los fundamentos del poder, pasó al ámbito de la filosofía; tiene que ver, en fin, con la teoría y con la práctica del tiranicidio.

El jesuita Juan de Mariana (1536-1624) es reconocido como uno de los principales defensores del derecho a deponer a un monarca y, en general, a un gobernante, cuando incumple las obligaciones más elementales con los gobernados, en la estela de santo Tomás. Como este, Mariana concentra el grueso de sus argumentos en el momento previo a la ejecución del tiranicidio, en la controversia acerca de si puede ser o no justificado. No presta tanta atención, en cambio, al momento posterior, al derecho que adquiere, o cree adquirir, quien ha acabado materialmente con el tirano, y que se concreta como derecho a decidir ante sí y por sí el orden político que se instaurará a continuación. Al haber arriesgado su vida, el autor de un tiranicidio siente que este derecho suyo es superior al de quienes se mantuvieron pasivos ante el tirano, por connivencia, por temor o por cualquier otro motivo.

Este y no otro es el razonamiento que hace Lorenzino de Médicis, el Lorenzaccio de la obra homónima de Alfred de Musset, en Apología de un asesinato, un texto en el que el autor de un tiranicidio explica abiertamente sus sentimientos y razones. En 1537, Lorenzino da muerte a su primo Alejandro, duque de Florencia, con quien había compartido las juergas y arbitrariedades que sumieron en el desgobierno y el caos a la ciudad. En respuesta a quienes le condenan por haber asesinado a su primo, Lorenzino defiende en la Apología que su acto obedecía a un deseo de libertad, el más noble de todos los deseos humanos, y que, por tanto, debía ser considerado como un tiranicidio, no como un crimen común. Pero añade, no sin un punto de provocación, que una vez ejecutado, y viendo las reacciones, llegó a resultarle difícil decidir si Alejandro merecía mayor castigo por su maldad que el pueblo de Florencia, al que acusa de cobarde, por haberla soportado. "Aceptar el statu quo", prosigue Lorenzino, intentando justificar que la situación de Florencia fuera a peor después del asesinato de Alejandro, "era más peligroso que enrolarse, con alguna esperanza de éxito, en la tarea de liberar la patria".

Abdel Jalil, lo mismo que tantos caudillos, tantos hombres providenciales en tantas épocas y lugares, suscribiría seguramente las palabras de Lorenzino acerca de "la tarea de liberar a la patria". Quién sabe si, además, no se habrán sentido acosados en algún momento difícil de las guerras que libraron por las palabras anteriores, en las que Lorenzino se confiesa atrapado en el dilema de decidir si Alejandro era más culpable por sus maldades que el pueblo de Florencia por soportarlas. Desde la perspectiva hacia la que apunta vagamente Lorenzino, arrogarse el derecho a decidir el orden que sucederá al derrocado, según hizo Abdel Jalil en su primer discurso tras el linchamiento y muerte de Gadafi, puede ser expresión de la fe que empujó a la lucha, sea una fe religiosa o política. Pero podría ser también una fórmula para evitar que el autor del tiranicidio no sucumba a la sospecha de haber puesto la vida en juego por la libertad de un pueblo que no lo merecería del todo, culpable de haber soportado al tirano. Si el autor del tiranicidio no se debe a su pueblo, sino a la fe que le empujó a la lucha y que se apresura a imponer tan pronto el tirano ha perecido, entonces el dilema, la sospecha de Lorenzino pierde cualquier vigencia: el pueblo podrá ser culpable de haber soportado la tiranía; la fe, nunca.

La oratoria de Abdel Jalil en el discurso de Trípoli sugiere, solo sugiere, que este podría ser el caso del Consejo Nacional de Transición. Abdel Jalil gritó literalmente "alzad bien vuestras cabezas, sois libios libres", no "alcemos bien nuestras cabezas, somos libios libres", y la multitud estalló en gritos de júbilo. El posible mensaje subrepticio, el posible eco del dilema que expresó Lorenzino en la Apología y que solo el tiempo y los acontecimientos determinarán si alentaba o no en el discurso de Abdel Jalil, era, podría ser: "Nosotros, miembros del Consejo Nacional de Transición, ya la teníamos alzada y, si ahora sois libios libres, a nosotros nos debéis la libertad. Haremos con ella lo que mejor convenga, según nuestro criterio".

El diferente ánimo con el que se contempla la revolución libia, por un lado, y la tunecina y la egipcia, por el otro, responde a la manera en que se desarrollaron las respectivas revueltas y, en definitiva, los respectivos tiranicidios. La caída de Ben Ali y de Mubarak fue obra de las manifestaciones en las plazas, de todos y de nadie, por lo que el orden que suceda al derrocado tendrá que surgir, en principio, de un pacto que no puede ser en exclusiva de nadie y que, por eso mismo, tendrá que ser de todos. En Libia, por el contrario, y desde el momento en que Gadafi optó fatalmente por la violencia y la guerra, la caída del tirano exigió acciones militares de una vanguardia armada. De esa vanguardia armada hay que esperar, ahora, que se dirija a los libios, participaran o no en la guerra, y lo hicieran en el bando que lo hicieran, para decirles generosamente: "La victoria es vuestra", y no lo que parece deducirse del primer discurso de Abdel Jalil: "Es verdad que conseguimos la victoria en vuestro nombre, pero sus únicos propietarios somos nosotros".

El espectáculo macabro que se prolongó durante cuatro días en la cámara frigorífica de un mercado de Misrata pudo obedecer a irrefrenables sentimientos de venganza, sin descartar, además, el simple morbo. Era, sin embargo, un espectáculo conocido, en el que cambiaban los protagonistas pero el guión permanecía invariable. En Misrata, Gadafi y los suyos recibieron el mismo trato que Mussolini y su amante, Clara Petacci, en Italia, expuestos cabeza abajo desde el dintel de una gasolinera; que Elena y Nicolae Ceaucescu, cubiertos de polvo y derrumbados uno contra el otro tras el fusilamiento en Rumanía; que Samuel Doe, depuesto y ejecutado en Liberia, mientras una cámara filmaba las imágenes que luego se esparcirían por el mundo. Son todos ellos espectáculos que dicen mucho de la condición humana, pero también de los fundamentos del poder.

En Tótem y tabú, Freud aventuraba la hipótesis, luego recogida sumariamente en Psicología de las masas, de que la vida social tendría como origen el asesinato de un padre totémico y un banquete ritual entre los hijos. No son banquetes, desde luego, ni se trata del origen de la vida social sino de cambios políticos, pero los espectáculos macabros en torno al cadáver de los dictadores tienen algo de totémicos. Quienes participan con más entusiasmo, quienes más se burlan y más se exhiben, parecen apurar el último momento para demostrar que ellos no soportaron la tiranía, cancelando sin saberlo el dilema que acosaba a Lorenzino de Médicis. También para dejar constancia ante el nuevo poder que ha emanado del tiranicidio, y del que esperan, si no una participación, sí al menos que no les reserve la suerte atroz de quienes colaboraron con el tirano depuesto. Profanando los cadáveres de Gadafi y su hijo en la cámara frigorífica de un mercado de Misrata, los libios que filmaban vídeos y se fotografiaban afirmaban ostentosamente de qué lado estaban, quién sabe si confiando en que así nadie les preguntaría de qué lado estuvieron.


Distintas formas de acabar con un déspota

- Benito Mussolini, 1945. El primer ministro y dictador de Italia fue ejecutado a tiros el 28 de abril de 1945 cerca de Como, al norte del país, junto a su amante, Clara Petacci. Los partisanos que se habían rebelado contra el dictador decidieron ejecutarlo en medio de un ambiente de gran confusión. Sus cadáveres fueron trasladados a Milán y, allí, escarnecidos por la multitud.

- Elena y Nicolae Ceaucescu, 1989. El expresidente de Rumanía, Nicolae Ceaucescu, y su esposa y mano derecha, Elena, fueron ejecutados en diciembre de 1989 después de un juicio sumarísimo ante un tribunal militar. La pareja -ella fue vicepresidenta del Gobierno y presidenta de la Comisión de Control del partido- dirigieron el país durante 24 años con mano de hierro. El Frente de Salvación Nacional les condenó por genocidio, demolición del Estado y acciones armadas contra el Estado y el pueblo, destrucción de bienes materiales y espirituales, destrucción de la economía nacional y evasión de 1.000 millones de dólares hacia bancos extranjeros.

- Samuel Doe, 1990. Fue el presidente de Liberia durante 10 años. En septiembre de 1990 fue brutalmente torturado y finalmente ejecutado por un grupo de rebeldes; el país vivía una guerra civil desencadenada por un antiguo colaborador de Doe desde el año anterior. La tortura se grabó en un vídeo que luego fue difundido, y el cadáver de Doe fue expuesto en un hospital de Monrovia.

- Sadam Husein, 2006.
El dictador iraquí fue ejecutado en diciembre de 2006 tras ser condenado por cometer crímenes contra la humanidad. Fue juzgado dos veces: por el asesinato de chiíes y por la matanza de kurdos. Las imágenes del ahorcamiento se vieron en las televisiones de todo el mundo. Husein había gobernado Irak durante más de dos décadas, desde 1979 a 2003.

La estatua de la Libertad cumple 125 años


Las celebraciones durarán 12 horas, e incluirán una ceremonia de nacionalización de ciudadanos extranjeros

Hoy es el cumpleaños de una dama icónica, que viste con ropas de otros tiempos, empuña una antorcha en una mano y sujeta en la otra una tabula ansata con la inscripción 4 de julio de 1776, fecha de la independencia de Estados Unidos. Esta dama, que encarna a la diosa romana Libertas, y a cuyos pies yace una cadena rota, preside la bahía de Nueva York desde hace exactamente 125 años. Por eso la ciudad para la que sirve de luz y vigía simbólica le ha organizado un cumpleaños por todo lo alto, como se merece una mujer de su categoría que defiende el derecho universal a la libertad.

Las celebraciones durarán 12 horas, e incluirán una ceremonia de nacionalización de ciudadanos extranjeros a primera hora de la mañana a los pies de la estatua (en un país con millones de inmigrantes ilegales pocas cosas representan tan bien la libertad como conseguir la nacionalidad estadounidense). Además se celebrarán varios eventos musicales y poéticos de confraternización con Francia, el país del que partió la idea de construir este monumento de estilo neoclásico con el que celebrar la amistad nacida entre ambos países durante la lucha por la independencia estadounidense (Francia ayudó a los rebeldes) y que con el tiempo se ha convertido en el símbolo inequívoco de la libertad y la democracia del país.

Pero la estatua de la Libertad sufrió mucho hasta conseguir instalarse en Liberty Island, su actual residencia, a 15 minutos en barco desde el sur de Manhattan. La idea de construir un monumento en honor a la independencia y al apoyo que le dieron los franceses parece que partió de un comentario hecho por Edouard René de Laboulaye, un profesor francés de política y leyes que en 1865 dijo: "Si se construyera un monumento en Estados Unidos en memoria de su independencia, creo que lo natural sería que se construyera uniendo los esfuerzos de los dos países". El comentario lo realizó durante una cena a la que también asistió el escultor Frédéric Bartholdi. Este se tomó la idea muy en serio y a principios de 1871 viajó a Estados Unidos para buscar aliados para el proyecto, que se puso en marcha con el objetivo de tener la estatua terminada para el centenario de la independencia estadounidense, en 1876. Los franceses construirían y financiarían la estatua y los estadounidenses su pedestal. Sin embargo hubo múltiples problemas para recaudar fondos a ambos lados del Atlántico y el proyecto se fue alargando mientras pedazos de la estatua se mostraban aquí y allá. La antorcha estuvo instalada durante unos años en Madison Park, en Nueva York, mientras que la cabeza formó parte de la exposición universal de París de 1878.

Alexandre Gustave-Eiffel, quien diseñó la Torre Eiffel, ayudó a Bartholdi a concebir su esqueleto de forma que pudiera ser desmontable y a la vez sólido. Mientras, en Estados Unidos, el pedestal seguía estancado sin llegar a materializarse. Solo la intervención de Joseph Pulitzer, editor de periódicos y millonario, cambió el rumbo de la situación. Apoyándose en su recién adquirido diario New York World, en 1884 lanzó una campaña criticando a los ricos por no apoyar la causa del proyecto y a la clase media por esperar que solo los ricos la sustentaran. Su impacto fue inmediato: en menos de un año se consiguió el dinero que faltaba y en 1886 el pedestal estaba listo para recibir a su dama. Partida en 350 piezas para facilitar su transporte, la estatua se ensambló en el puerto de Nueva York y el 28 de octubre de 1886 los neoyorquinos le dieron la bienvenida oficial en una pomposa ceremonia, una década más tarde de lo previsto.

Esta noche, 125 años después, los fuegos artificiales en honor a su cumpleaños iluminarán el rostro de esta dama que desde mañana cerrará sus entrañas por un año por trabajos de mantenimiento. Durante décadas se pudo visitar su pedestal y acceder a su corona, desde la que hay una magnífica vista de Manhattan, pero tras el 11S se cerró el acceso y solo volvió a abrirse en 2009. Ahora quienes quieran visitarla por dentro tendrán que esperar, aunque la isla seguirá abierta.

viernes, 28 de octubre de 2011

La crisis financiera explicada de manera sencilla

Heidi es la propietaria de un bar en Berlín, que ha comprado con un préstamo bancario. Como es natural, quiere aumentar las ventas, y decide permitir que sus clientes, la mayoría de los cuales son alcohólicos en paro, beban hoy y paguen otro día. Va anotando en un cuaderno todo lo que consumen cada uno de sus clientes. Esta es una manera como otra cualquiera de concederles préstamos. Nota: Pero en realidad, no le entra en caja ningún dinero físico.



Muy pronto, gracias al boca a boca, el bar de Heidi se empieza a llenar de más clientes.



Como sus clientes no tienen que pagar al instante, Heidi decide aumentar los beneficios subiendo el precio de la cerveza y del vino, que son las bebidas que sus clientes consumen en mayor cantidad. El margen de beneficios aumenta vertiginosamente. Nota: Pero en realidad, es un margen de beneficios virtual, ficticio; la caja sigue estando vacía de ingresos contantes.



Un empleado del banco más cercano, muy emprendedor, y que trabaja de director en la sección de servicio al cliente, se da cuenta de que las deudas de los clientes del bar son activos de alto valor, y decide aumentar la cantidad del préstamo a Heidi. El empleado del banco no ve ninguna razón para preocuparse, ya que el préstamo bancario tiene como base para su devolución las deudas de los clientes del bar.



Nota: ¿Vais pillando la dimensión del castillo de naipes?



En las oficinas del banco los directivos convierten estos activos bancarios en "bebida-bonos", "alco-bonos" y "vomita-bonos" bancarios. Estos bonos pasan a comercializarse y a cambiar de manos en el mercado financiero internacional. Nadie comprende en realidad qué significan los nombres tan raros de esos bonos; tampoco entienden qué garantía tienen estos bonos, ni siquiera si tienen alguna garantía o no. Pero como los precios siguen subiendo constantemente, el valor de los bonos sube también constantemente. Nota: El castillo de naipes crece y crece y no para de crecer, pero todo es un camelo; no hay detrás solidez monetaria que lo sustente. Todo son "bonos", es decir, papelitos que "representan" tener valor siempre y cuando el castillo de naipes se sostenga.



Sin embargo, aunque los precios siguen subiendo, un día un asesor de riesgos financieros que trabaja en el mismo banco (asesor al que, por cierto, despiden pronto a causa de su pesimismo) decide que ha llegado el momento de demandar a Heidi el pago de su préstamo bancario; y Heidi, a su vez, exige a sus clientes el pago de las deudas contraídas con el bar.



Pero, claro está, los clientes no pueden pagar las deudas. Nota: ¡¡¡Porque siguen sin tener ni un céntimo!!! Han podido beber cada día en el bar porque "se comprometían" a pagar sus deudas, pero el dinero físico no existe.



Heidi no puede devolver sus préstamos bancarios y entra en bancarrota. Nota: Y Heidi pierde el bar.



Los "bebida-bonos" y los "alco-bonos" sufren una caída de un 95% de su valor. Los "vomito-bonos" van ligeramente mejor, ya que sólo caen un 80%.



Las compañías que proveen al bar de Heidi, que le dieron largos plazos para los pagos y que también adquirieron bonos cuando su precio empezó a subir, se encuentran en una situación inédita. El proveedor de vinos entra en bancarrota, y el proveedor de cerveza tiene que vender el negocio a otra compañía de la competencia. Nota: Porque los proveedores de vinos y cervezas también le fiaban a Heidi, creyendo que estaban seguros de que cobrarían con creces al cabo del tiempo. Como no han podido cobrar dado que el dinero no existe, la deuda de Heidi se los ha comido a ellos.



El gobierno interviene para salvar al banco, tras conversaciones entre el presidente del gobierno y los líderes de los otros partidos políticos.



Para poder financiar el rescate del banco, el gobierno introduce un nuevo impuesto muy elevado que pagarán los abstemios. Nota: Que es lo que de verdad ha pasado. Con los impuestos de los ciudadanos inocentes, los gobiernos han tapado el agujero financiero creado por la estupidez de los bancos.



Firmado: Un abstemio.

Fernando Alonso muestra su solidaridad como embajador de Unicef


El piloto asturiano compartió unos momentos con los niños de un hospital infantil de Nueva Delhi y vacunó a cinco de ellos con la vacuna oral contra la polio


El piloto asturiano de Ferrari, Fernando Alonso, ha visitado un hospital infantil en Nueva Delhi (India), como embajador de Unicef España, donde hizo regalos durante la festividad hindú conocida como Diwali, a niños afectados por parálisis, además de hacer un llamamiento por la erradicación de la polio.

"Es fundamental que todos los niños de India continúen siendo vacunados, hasta que esta enfermedad haya sido erradicada en todo el mundo. Todos esperamos que ocurra pronto", dijo Alonso este jueves durante la visita al hospital infantil Chacha Nehru Bal Chikitsalaya, según informó Unicef mediante un comunicado.

Horas después de llegar a India para el Gran Premio de Fórmula 1, Fernando Alonso compartió más de una hora con los niños de un hospital pediátrico en el este de Delhi. El asturiano entregó regalos a los niños en varias salas del hospital, incluyendo la sala de fisioterapia del Centro de Desarrollo Infantil y consiguiendo sonrisas en los rostros de los niños enfermos.

"Todos los niños tienen derecho a correr, jugar y vivir una vida sana sin poliomielitis. La polio es una enfermedad terrible, de consecuencias catastróficas para los niños, podemos y debemos erradicarla del planeta", dijo el bicampeón del mundo de Fórmula 1 sobre una enfermedad que ha pasado de registrar 741 casos en 2009 a sólo 42 el año pasado en India.

Después de compartir unos momentos con los niños, Alonso vacunó a cinco de ellos con la vacuna oral contra la polio y se mostró "orgulloso" de poder contribuir en el proyecto. Además, el español deseó "todo el éxito a la India en su lucha contra la polio" y destacó los esfuerzos del país en la carrera contra la poliomielitis, con un solo caso registrado este año, hace ya más de nueve meses.

Como Embajador de Unicef España, Alonso colabora habitualmente en la causa de la infancia, particularmente en Brasil, donde ha visitado centros juveniles en favelas en dos ocasiones.

La ONU revoca el mandato que permitió la intervención en Libia


El CNT anuncia que los que mataron a Gadafi serán juzgados


El Consejo de Seguridad de la ONU ha decidido por unanimidad poner fin el próximo 31 de octubre al mandato que permitió la operación de la OTAN en Libia. De esta manera se pone fin en el plano político a la operación de la Alianza Atlántica en el país norteafricano, aprobada el pasado marzo con la resolución 1973.

Esa resolución, en la que se abstuvieron Rusia y China, permitía el uso de la fuerza para proteger a la población civil libia de los ataques de las fuerzas de Muamar el Gadafi y detener así su ofensiva contra los rebeldes alzados contra su régimen desde el mes anterior. También permitía la imposición de una zona de exclusión aérea, una tarea para la que se dio mandato a la OTAN.



El Consejo Nacional de Transición (CNT) ha anunciado hoy que las personas que mataron al antiguo dictador libio Muamar Gadafi serán llevados a juicio, según ha informado la edición digital de la cadena de televisión Al Arabiya.

En su primera versión de los hechos, el CNT afirmó que el dictador murió porque se resistió a ser capturado. Pero cuando se conocieron los primeros videos, en los que Gadafi aparecía vivo y en manos de los rebeldes, el CNT cambió la declaración. "Se produjo un tiroteo tras la captura", alegaron. La confusión sobre las violentas circunstancias en las que murió Gadafi y las polémicas desatadas al respecto enfriaron la euforia que desató el fin de sus 42 años de dictadura.

Según diferentes testimonios de los rebeldes, Gadafi murió el pasado día 20 por dos disparos de sus captores, que previamente le pegaron cuando le encontraron mientras intentaba huir de Sirte y los aviones de la OTAN bombardearon el convoy del dictador.

El Consejo de Derechos Humanos de la Naciones Unidas expresó la semana pasada que se arrojara luz sobre las “circunstancias” que rodean la muerte de Gadafi. “Hay cuatro o cinco versiones distintas”, señalaron desde el organismo, con sede en Ginebra, que esencialmente quiere determinar si fue ejecutado por sus captores.

La preocupación en la ONU es evidente, por eso reclama ahora un “investigación amplia” porque se trata de una “cuestión muy seria” que debe aclararse. Y para apuntalar la solicitud, se fijan en las imágenes tomadas con teléfonos móviles, que muestran como los rebeldes la emprenden con un Gadafi herido, aún con vida, y sin posibilidad de defensa.


El CNT podría pedir la ampliación del mandato

En París, un portavoz del ministerio de Asuntos Exteriores ha afirmado que el Consejo debería adoptar hoy una resolución que ponga fin el 31 de octubre a las autorizaciones de la resolución 1973. La misma fuente ha precisado que, "en conformidad con esa resolución, el Consejo del Atlántico Norte tomará muy pronto una decisión sobre el cierre de la operación 'Protector Unificado".

El embajador adjunto de Libia, Ibrahim Dabashi, declaró ayer ante ese mismo órgano de decisión de la ONU que para el Consejo Nacional de Transición el 31 de octubre es la fecha "lógica" para que finalice ese mandato. "Los libios quieren que la zona de exclusión aérea sobre Libia y el mandato del Consejo de Seguridad para proteger a los civiles termine tan pronto como sea posible", dijo el diplomático.

Dabashi, sin embargo, no descartó que el CNT pida una ampliación del mandato, y se refirió a que las autoridades de transición "evalúan" aún algunas ideas sobre la seguridad incluidas las fronteras. En Libia, el presidente del CNT, Mustafa Abdulyalil, pidió ayer a la OTAN que continuara su operación en Libia hasta final de año

Las obsesiones de Jobs


Para el creador del iPod, su lavadora le ilusionó más que cualquier otro utensilio de alta tecnología.- Se publica la edición española de la biografía escrita por Walter Isaacson

"Aquellos electrodomésticos me han hecho más ilusión que cualquier otro utensilio de alta tecnología en años". Steve Jobs, alma de Apple, se refería así a la lavadora de su casa, que tardó ocho años en amueblar porque "solo se rodeaba de cosas que pudiera admirar", según su viuda, Laurene Powell. La elección de una lavadora europea (que tarda más, pero conserva mejor la ropa) sobre una americana fue un debate familiar de semanas.

Walter Isaacson entrevistó a más de un centenar de familiares, competidores, adversarios y colegas del fundador y exjefe de Apple, fallecido el 6 de octubre, para escribir Steve Jobs, biografía que publica la editorial Debate.

Isaacson describe al padre del Mac, del iPod, del iPhone y del iPad como un tipo contradictorio. Una personalidad compleja, fuerte y arrogante, pero también sensible, vulnerable y de lágrima fácil. Un romántico que podía ser déspota y cruel; que dividía el mundo en clasificaciones binarias, entre "iluminados y capullos".

En pleno proceso de creación del ordenador Macintosh, Jobs se quejó a un ingeniero de que el sistema operativo tardaba en arrancar. Pizarra en mano, calculó: si cinco millones de personas usaban Mac y tardaban 10 segundos de más en arrancar el ordenador cada día, aquello sumaba 300 millones de horas anuales, lo que equivalía a salvar 100 vidas cada año. "Si con ello pudieras salvar la vida a una persona, ¿encontrarías la forma de acortar el arranque en 10 segundos?", le inquirió al programador Larry Kenyon. El sistema acabó arrancando 28 segundos más rápido.

Quien no tuviera respuestas, con Jobs tenía un problema. A los 13 años dejó de ir a la iglesia luterana. El pastor no supo qué contestar a por qué Dios permitía que en Biafra los niños murieran de hambre. No quiso tener "nada que ver con una adoración de un Dios así".

De sus padres adoptivos, Paul y Clara Jobs, que le consintieron todo en la vida, el fundador de Pixar aprendió la importancia de terminar bien las cosas, "aunque no se vieran". Residían en una casa del arquitecto Joseph Eichler que, inspirado por Frank Lloyd Wright, construía espacios de diseño limpio y estilo sencillo. Aquella fue su visión para Apple. Lo importante era un buen diseño. Lo aplicó a los aparatos y a sí mismo. Sus apariciones con jersey negro de cuello de cisne son diseño de Issey Mikaye. Le hizo un centenar. "Tengo suficientes para que me duren el resto de mi vida".

Sus obsesiones no solo eran estéticas y éticas, también dietéticas. Siempre experimentó dietas compulsivas. En una primera época solo se alimentaba de fruta y verdura. Después, tras leer Sistema curativo para dieta amucosa, de Arnold Ehret, abandona los alimentos con almidón (arroz, cereales, pan, leche, grano...) y practica prolongados ayunos. Jobs aseguraba que su dieta vegana evitaba la producción de mucosa y también de olores corporales, por lo que no usaba desodorante ni se duchaba con frecuencia.

Ya con cáncer siguió dietas veganas, acupuntura y mejunjes de hierbas y hasta tratamientos que encontró por Internet. Recién trasplantado rechazaba la ristra de zumos que le ofrecían, de distintos sabores, hasta que el médico le gritó: "Deja de pensar en ellos como comida. Comienza a pensar como medicina". Dietética y estética sobre todas las cosas. Medio sedado rechazaba las máscaras de oxígeno porque eran "feas".

La espiritualidad oriental y filosofía zen le acompañan a lo largo de su vida. Vegetarianismo y budismo zen, meditación y espiritualidad, ácido y rock forman sus años universitarios. De su pasó por India se trae la disentería. Meditaba por las mañanas, asistía como oyente a clases de física en Stanford, trabajaba en Atari y soñaba con crear su propia empresa.

Cuando Apple sale a Bolsa, Jobs pasa de recompensar a Daniel Lotkke, uno de sus mejores amigos de universidad, que estaba en Apple desde el inicio. El cofundador Steve Wozniak trató de remediarlo. Le propuso que le daría exactamente lo mismo que le diera él. "De acuerdo, yo voy a darle cero". A sus 25 años ya tenía 256 millones de dólares en el bolsillo. La actitud de Jobs hacia la riqueza resultaba algo compleja, escribe Isaacson. "Fue jipi antimaterialista, pero supo capitalizar los inventos de un amigo que quería regalarlos; un devoto del budismo que decidió que su vocación eran los negocios. Semejantes actitudes parecían entrelazarse en lugar de entrar en conflicto".

En NeXT, la empresa que fundó al ser despedido de Apple, desarrolló sus instintos naturales. Los buenos y los malos. El resultado fueron una serie de productos espectaculares que resultaron enormes fracasos de ventas. Esa fue su experiencia formativa. La que lo preparó para el éxito posterior. Jobs, en cualquier caso, se jactaba de que NeXT "habia llegado con cinco años de adelanto". Fue la base sobre la que después funcionaría OS X y el sistema operativo para los aparatos móviles de Apple. El multimillonario y ex candidato a presidente de EE UU Ross Perot le insufló 20 millones de dólares a NeXT. En una cena en honor del rey español, Perot invitó a Jobs y se lo presentó. Según Perot, Jobs le describió al monarca apasionadamente cómo sería la siguiente generación de ordenadores. Al rato, el rey le garabateó algo en un papel, que entregó a Jobs. Le había comprado un ordenador.

Los dibujos animados no escapan a su perfeccionismo. "No sabría decirte el número de versiones que vi de Toy story antes de su estreno", recuerda Larry Ellison, fundador de Oracle y gran amigo de Jobs, ambos hijos adoptados. "Aquello se convirtió en una especie de tortura. Iba a su casa y veía la mejora del 10% de secuencias. Él estaba obsesionado porque todo saliera bien, tanto la historia como la tecnología y no quedaba satisfecho con nada que no fuera la perfección absoluta". Hoy, Toy story se considera una de las grandes películas de la historia y sus estudios Pixar tan revolucionarios en la industria cinematográfica como Apple en la tecnológica.

Pero también era un romántico. En el vigésimo aniversario de la boda con Laurene Powell la llevó donde se casaron, a Yosemite. "No sabíamos mucho el uno de otro", le escribió, "pero nos dejamos llevar por nuestra intuición: me hiciste flotar... (...) Mis pies nunca han vuelto a tocar el suelo". Aparte de los tres hijos con Powell, tuvo una hija anterior, Lisa, de la que no se ocupó hasta los ocho años. Le pilló a su mujer con otro y no se fiaba de su autoría. También flirteó con Joan Baez, "porque había sido amante de Dylan", dice una amiga viperina. En su iPod, Jobs llevaba toda la música de Dylan y de The Beatles. También a los Rolling, a Don McLean y a Bach. Cuando Yo Yo Ma dio un concierto en su casa con un Stradivarius de 1773, Jobs le dijo: "Tu interpretación es el mejor argumento que he oído nunca sobre la existencia de Dios".

Jobs prohibió los PowerPoint a su regreso a Apple. "La gente que sabe de lo que habla no los necesita". Y implantó una nueva cultura: la empresa se tiene que centrar en cuatro cosas. Era otra de sus capacidades, saber desechar lo que no era importante. Su habilidad por concentrarse en lo fundamental salvó a Apple, dice Isaacson. También centró Apple en el diseño, al revés que la mayoría de empresas tecnológicas, donde la ingeniería determina el diseño.

La apertura de tiendas fue el último gran detalle para controlar toda la cadena, desde el silicio a la carcasa de los aparatos. Tenía capacidad para ser un gran estratega y un maestro en los aspectos más nimios. Participó activamente en el diseño de las tiendas y hasta discutió por el tono de gris de las señales del baño.

El libro explica el origen de la guerra con Adobe. No solo era una cuestión tecnológica. Cuando Jobs regresó a Apple en 1997 pidió a Adobe que creara herramientas de edición para Mac. Adobe se negó porque la cuota de mercado era irrisoria. Nunca se lo perdonó. Y cuando pudo les devolvió la puñalada.

Con la muerte en los talones, subió su creencia en la existencia de Dios, que siempre había calculado en un 50%: "Me gusta pensar que hay algo que sobrevive después de morir. Resulta extraño pensar que puedas acumular toda esta experiencia y tal vez algo de sabiduría, y que simplemente desaparezca, así que quiero creer que hay algo que sobrevive (...). Pero a lo mejor es como un botón de encendido y apagado. Clic y ya no está (...). Quizás por eso nunca me gustó poner botones en los aparatos de Apple".

miércoles, 26 de octubre de 2011

Inaugurado el Instituto de Medicina Oncológica y Molecular de Asturias


Ubicada en el Centro Médico de Oviedo, esta nueva unidad de radioterapia oncológica cuenta con el acelerador lineal más avanzado del mundo

El presidente de Asturias, Francisco Álvarez-Cascos, ha asistido hoy a la inauguración en el Centro Médico de Oviedo de una unidad de radioterapia oncológica que cuenta con el acelerador lineal más avanzado del mundo, del que sólo hay en servicio otros iguales en Estados Unidos y Suiza.

"A la vanguardia de la medicina mundial en el tratamiento con radioterapia", ha subrayado Álvarez-Cascos que se sitúa este centro sanitario privado ovetense, que ha destacado que es "un ejemplo de auténtica y modélica colaboración privada", al ser propiedad de instituciones "privadas": el Grupo Masaveu (66 %) y Cajastur (33 %).

El acelerador lineal Truebeam STx, según ha señalado el Instituto de Medicina Oncológica y Molecular de Asturias (IMOMA) -ubicado junto al Centro Médico y en el que se ha instalado la nueva unidad-, es entre dos y ocho veces más rápido que el resto de los aceleradores lineales en funcionamiento en la Unión Europea.

La versatilidad y precisión son, junto a la celeridad, otras optimizaciones del aparato que, merced a una sincronización entre la imagen y la respiración del paciente, sirve para abordar los tratamientos más delicados como los tumores cerebrales, pulmonares, hepáticos o prostáticos, según el IMOMA.

"Respaldaremos las iniciativas de colaboración privada como éstas", ha indicado Cascos, que ha añadido que el IMOMA, si lo necesitase, contaría con el apoyo del Gobierno del Principado.

Asimismo, Cascos ha agradecido a Cajastur que vaya a brindar "medidas de solidaridad social", puesto que hará aportaciones para que pacientes de la medicina pública puedan ser atendidos en el IMOMA.

Este anuncio lo ha hecho durante el acto de inauguración el presidente de Cajastur, Manuel Menéndez, quien tras recordar que desde 2008 la caja de ahorros se sumó al proyecto de que Asturias cuente con "la mejor herramienta para la lucha contra el cáncer", ha indicado que la entidad financiera está "comprometida con la sanidad pública".

Un portavoz de Cajastur ha explicado a Efe que han comenzado a negociar con el Servicio de Salud del Principado de Asturias (Sespa) para establecer cómo y en qué tipo de casos puede realizar la Obra Social de Cajastur la aportación económica necesaria para que el coste no sea una limitación para que sean derivados pacientes al IMOMA.