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lunes, 17 de septiembre de 2012

De uvas y viñas por el Sur de Francia


Que el Languedoc-Rosellón es tierra de vinos no es un secreto para nadie y octubre es una de las mejores épocas para visitar esta zona francesa. 

 El mes de la vendimia por excelencia es septiembre y es por esto que esta época es una de las mejores para visitar la región francesa de Languedoc-Rosellón. Además, el veranillo de San Miguel hace que la temperatura sea idónea para pasear entre los viñedos. 

 El municipio de Juvignac, al oeste de Montpellier, se encuentra el Château de Fourques, con 50 hectáreas de viñedos que se pueden visitar en compañía del viñador. A través de un paseo de una hora se puede conocer la historia de la hacienda y el como se elaboran los vinos de Saint Georges d’Orques. Este paseo también ofrece una degustación de vinos directamente de la cuba y de productos relacionados con el mundo vinícola como cartagène ambrée, confites de vino (blanco, rosado, tinto) y vinagres. 

 Esta visita dura unas dos horas y se puede realizar de lunes a sábas de 10h a 12h y de 15h a 19h. El precio es de 10 € por persona y gratis para los menores de 12 años. El grupo mínimo es de dos personas y hay que reservar con, al menos, 48 horas de antelación. 

 Por su parte, en Chusclan se celebra el 13 y 14 de octubre la 14ª edición de las Vendimias de la Historia, una fiesta tradicional de los viñadores a través de la que Chusclan viajará en el tiempo hasta un pueblo de Ródano de antaño. Así, las calles estarán repletas de paja, los garajes se convertirán en pequeños puestos en los que comprar productos típicos de la región y sus habitantes se vestirán como sus antepasados. 

 Entre las actividades que se celebrarán destacan una demostración de los viejos oficios, animaciones musicales y folklórica, vendimias a la antigua usanza y cortejo viñador, una carrera viñadora y una granja pedagógica, entre otros. Y como imprescindible, el domingo por la tarde se celebrará el prensado, recogida y exprimido de la uva tal y como se hacía antiguamente de la mano de los viñadores disfrazados

sábado, 2 de junio de 2012

Los dinosaurios se mueven en el Muja

El museo de Colunga recibe las primeras piezas de la exposición «Dino-robots», que permitirá ver, entre el 29 de junio y el 31 de agosto, animales en movimiento y con gran realismo 

 Los dinosaurios volverán a estar animados en la costa de Colunga, pero no gracias a experimentos como los reflejados en el cine de ciencia ficción. El Museo del Jurásico de Asturias (Muja) será el escenario de la exposición «Dino-robots», que se inaugura el próximo 29 de junio. La muestra incluye ocho réplicas diferentes de dinosaurios cargados de sorpresas, algunas de las cuales ya están en el museo de la Rasa de San Telmo. 

 Los visitantes tendrán hasta el 31 de agosto para acercarse a la sala de exposiciones temporales del Muja y contemplar a los colosos, totalmente robotizados, que forman parte de la exposición. 

 Con gran habilidad, se recrea el hábitat de estos enormes animales, cuyas réplicas tienen una apariencia natural, están dotadas de gran realismo e incluso realizan una gran variedad de movimientos y sonidos. «Dino-robots en el Muja» permitirá al público realizar un viaje hasta el pasado para conocer diferentes aspectos de la vida de los dinosaurios, que poblaron el planeta hace unos 230 millones de años y se extinguieron, en su mayoría, hace 65 millones de años. 

 La muestra forma parte de una de mayores dimensiones, «Mundo Jurásico», que ya se exhibió en Brasil, EEUU, Australia, China y en Madrid y Valencia, en esta última ciudad bajo el título «Entre Dinosaurios» en la Ciudad de las Artes y las Ciencias. El Muja está además inmerso en la celebración del Día del Medio Ambiente, que este año gira en torno a la «Economía Verde». Hoy habrá visitas guiadas, talleres y actividades para todos los públicos: a las 12 horas habrá un recorrido por el botánico y los niños de 4 a 11 años tendrán la oportunidad de realizar su propio molinillo jurásico y generar energía eólica en este taller, que será a las 13 y a las 17 horas. 

 Por la tarde, a las 18 horas, se realizará un taller sobre cómo interpretar un yacimiento, una actividad para todas las edades.

viernes, 27 de abril de 2012

EL BORN, HECHO A MANO

El comercio de toda la vida, con un nuevo enfoque. En el barrio barcelonés de El Born, lo sencillo está de moda y los artesanos del siglo XXI despliegan todo su talento

TEXTO: SALOMÉ GARCÍA FOTOS: ALFREDO ARIAS 

El Born sigue siendo un barrio muy especial de Barcelona, y en sus comercios destacan sobre todo los ingredientes naturales y el hecho a mano por artistas locales. Esta es la filosofía de Made a Mà, una iniciativa que aglutina a joyeros, sastres, tejedores y hasta restaurantes de cocina ecológica.

La crisis inmobiliaria y la bajada de los alquileres han propiciado que jóvenes artesanos se instalen en pequeños locales entre el mercado de Santa Caterina, el Museu Picasso y Santa María del Mar.

Los comerciantes de la zona han editado un plano gratuito para invitar a todos a pasear por estas callejuelas llenas de negocios que pujan por una nueva Barcelona sin artificios. Y como todo cae en un radio pequeño, lo suyo es descubrirlo a pie o en bici. Todo sea por el planeta, por amor al arte o por plantarle cara a las grandes multinacionales a base de puntadas e ingenio. Un barrio que se convierte así en un ejemplo.


1 Suno

"¿Venden aquí las faldas de cremalleras de Efecto Limón?", preguntan dos jóvenes con pinta de estudiantes de Erasmus. Paqui Costea, la diseñadora, asiente y muestra sus últimas creaciones. "Todas hechas a mano. También las hacemos a medida". Una original fórmula que ya ha saltado a las recomendaciones de The New York Times y Die Zeit.
Cotoners, 12

2 El Calaix

El ganchillo está de moda, pero ahora se llama crochet y ya no se hacen tapetes para encima de la tele, sino amigurimis o pequeños muñecos de ganchillo. "Es una técnica artesanal importada de Japón", explica Patricia Viussá, y causa furor entre muchas jóvenes modernas. Además de amigurimis, vende vestidos cincuenteros hechos a mano en Asturias por La Bigotera y complementos de La Mouchette y Lady Desidia. Esquirol, 4

3 Géneros de Punta

Gastón Liberto, ilustrador que plasma sus dibujos en esculturas y camisetas serigrafiadas, y Sandra Velzi, diseñadora de joyas, comparten este laboratorio creativo, mitad taller, mitad sala de exposiciones, donde se entra, se admira y, si gusta, también se compra.
Semoleres, 4

4 Kiosko

Se autodenominan hamburguesería gourmet y despachan a destajo hamburguesas de carne ecológica que el cliente aliña a su gusto con salsas caseras. Añádanse precios razonables y el resultado es que el local está siempre lleno hasta la bandera. 
Marqués de L'Argentera, 1 bis

5 All You Knit Is Love

Afortunado juego de palabras entre Todo lo que tejes es amor y el Todo lo que necesitas es amor (All you need is love) de Los Beatles. Antes de que medio mundo enloqueciera con el urban knitting, en esta tienda ya eran incondicionales del punto de toda la vida. Venden lanas, manuales e instrumental para tejer -léase agujas y ganchillos-, pero también dan cursos. El invierno pasado, la firma Andrés Sardá echó el lazo a los alumnos más aventajados para abrigar con bufandas y calentadores a sus modelos sobre la Pasarela Cibeles. 
Barra de Ferro, 8

6 Florentine Cupcakes & Cookies


Dos arquitectas reconvertidas en reposteras montaron esta minitienda para incondicionales de cupcakes, macarons y otros dulces que enloquecerían a la mismísima María Antonieta. Aplican recetas de la abuela e imaginación a la hora de decorar sus tartas. Además, hay un pequeño bazar con delantales y trapos de cocina hechos a mano, caramelos artesanales y tés orgánicos.
Calders, 3

7 Lilipep


Un acogedor bar con atmósfera centroeuropea que invita a sentarse a leer un libro, consultar prensa internacional o disfrutar de cocina sencilla con ingredientes orgánicos. Su fuerte es el desayuno alemán (5,80 euros): pan negro, queso, jamón, mermelada, ensalada y huevos felices, esto es, de gallinas de granjas biológicas. Para el almuerzo, un sencillo menú de plato más bebida por 5,90 euros. Los viernes por la noche hay conciertos, cuentacuentos y hasta cenas africanas amenizadas por un percusionista. 
Pou de la Cadena, 8


8 Pinzat


Un colectivo de diseñadores y artistas plásticos recicla de todo para hacer bolsos, desde lonas de camiones a los cierres de cinturones de seguridad de automóviles. Luego los pintan a mano. Y el cliente sale de la tienda con una obra de arte única bajo el brazo. Sus bolsas-mensajero para llevar en la bici se venden como churros.
Grunyi, 7

9 Andapanda


Otra palabra para aprender: plushies, o muñecos de trapo, con ojos saltones y aspecto entrañable. Todos tienen nombre: el mapache Luca, el pingüino Max... Estas criaturitas coexisten con monederos de animales de aspecto naif y broches para eternas adolescentes. Vicky es la mujer orquesta tras este proyecto: "Yo dibujo los muñecos, rastreo en busca de telas recicladas, creo las ilustraciones y coso los muñecos".  Grunyí, 6. Local 1

10 Papabubble


Antes de que los caramelos se envolvieran en celofán se hacían en tiras largas, se cortaban y se metían en una caja. Y así los siguen elaborando a diario en esta confitería ante los incrédulos ojos golosos de los clientes. La destreza con la que trabajan es todo un espectáculo. Aviso: los colores de los caramelos pueden despistar porque se suelen elaborar con criterios estéticos más que por la semajanza con la naturaleza. Vamos, que el verde no tiene necesariamente sabor a menta (puede saber a piña).
Ample, 28

11 Óscar H. Grand



Rollos de tela importados de Italia y Reino Unido, patrones y piezas hilvanadas dan cuenta de que estamos ante una sastrería como las de antaño. Además de encargar algo específico se pueden comprar las piezas expuestas en la tienda -todas confeccionadas a mano- y elegir los últimos detalles, como botones o puños. Barra de Ferro, 7

12 Mimi Scholer


Mimi Scholer iba para maestra platera en Viena, pero acabó montando su propio taller-tienda de bisutería artesanal a dos pasos del mercado de Santa Caterina.
Sant Jacint, 6

13 Mandarosso Pastis

Más conocido como el Dolç i Salat por el letrero enorme de su escaparate, Mandarosso Pastis se inauguró en septiembre y ya es punto de encuentro a media mañana para tomar un minibocadillo vegetariano o apuntarse al aperitivo con un vermú Aperol o el menos conocido Punt e Mes. 
General Álvarez de Castro, 5-7

14 Hofmann Pastisseria

Este paraíso para golosos es el proyecto más delicado de la restauradora Mey Hofmann, creadora de la escuela de hostelería que lleva su nombre. Es difícil no sucumbir a los aromas a vainilla, mantequilla o chocolate. Compramos, por ejemplo, sus galletas de gianduja o las sardinas de chocolate y praliné. Flassaders, 44

15 Ivo & Co

Se autodefinen como una tienda de retro-vintage. ¿Qué venden? Paños de cocina como heredados de la abuela, botes de hojalata o tazas de loza. Y a dos pasos, en la calle de Rec, 20, su versión infantil: una juguetería con toda suerte de juguetes de trapo y madera de siempre. 
Plaza Comercial, 3

lunes, 2 de abril de 2012

Sale el sol en el Paraíso Natural


El clásico logotipo turístico de Asturias recupera su protagonismo con colores más vivos «para mostrar que no siempre llueve»


Asturias vuelve a presentarse como destino turístico a través de la imagen renovada de la marca «Asturias, Paraíso Natural», creación del diseñador gráfico catalán Arcadi Moradell. El Gobierno del Principado ha recuperado esta marca que lleva vendiendo a Asturias como destino turístico desde el año 1985 y que el anterior Gobierno, presidido por Álvarez Areces, había relegado en los últimos años a un segundo plano tras decidir apoyar otros eslóganes nuevos para la promoción del Principado, como el de «Asturias, lo dice todo el mundo». En la Feria Internacional de Turismo en España (Fitur) el stand asturiano presentó su imagen renovada de la marca «Paraíso Natural», que tal y como explica su creador, «necesitaba modernizarse y adaptarse a los nuevos tiempos con algunos cambios».

Moradell ha querido dar una vuelta a la marca para lograr que ésta «tenga un mayor impacto publicitario y sea, además, más elegante». El diseño de los arcos de Santa María del Naranco que dejan entrever una imagen que ofrece un mar azul, unas montañas verdes y un sol radiante mantiene su esencia y se modifica, en parte, para adaptarse a los nuevos tiempos. El cambio principal es que las líneas del diseño van ahora marcadas en blanco, ofreciendo así una imagen «más luminosa» de Asturias. Además, el fondo que se ve detrás de los arcos es ahora más claro, con un sol más intenso y ofreciendo una información importante y es que en Asturias no siempre llueve. Otra modificación importante que ha aplicado Moradell se puede apreciar en el eslogan de «Asturias, Paraíso Natural». Ahora las letras son más sencillas, menos recargadas, más limpias. El diseñador defiende esta nueva imagen y asegura sentirse satisfecho con el resultado.

En 1985 Arcadi Moradell diseña la primera marca para lanzar a Asturias como destino turístico. El diseñador catalán, que ya había hecho otras campañas exitosas en España, opta por los tres arcos de Santa María del Naranco que dejan ver un paisaje típico asturiano con prados verdes y un sol. El fondo del diseño es negro. Esta imagen aún se puede encontrar en pegatinas, camisetas y folletos que se venden o reparten en tiendas de suvenires o puntos de información turística.

Quince años más tarde del lanzamiento de este diseño, el por aquel entonces director general de Turismo del Principado de Asturias, Tomás Flores, encargó a Moradell que rediseñara la imagen para darle más luminosidad. «Entonces cambiamos el fondo negro por azul para hacer la marca más amable, aunque el impacto ya estaba dado. También hicimos los perfiles más gruesos para dibujar mejor el conjunto y el sol adquirió un tono más anaranjado, más potente», explica Moradell. El creador de la marca «Asturias, Paraíso Natural» siempre ha sido defensor de que la marca, que lleva funcionando de forma exitosa desde hace diecisiete años, debe de mantener su esencia y líneas maestras, aunque también se deben aplicar modificaciones sobre la misma para adaptarla a los nuevos tiempos y modernizarla.

La polémica con esta marca aparece en 2005, cuando el Principado, por aquel entonces dirigido por el PSOE, celebra una cena homenaje a Moradell durante la cual el ex presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces, le transmite al diseñador catalán la necesidad de dar otra vuelta más al diseño, principalmente a las letras del eslogan que resultaban demasiado barrocas y que llevaban veinte años sin cambiarse. Moradell aceptó pero a pesar de que presentó una imagen renovada, el Principado no comunicó al diseñador catalán el visto bueno hasta 2008, tres años después de haberse presentado la marca. «Supuestamente se aprobó, pero jamás vio la luz. Pasaron dos directoras de turismo y sólo pude tener una reunión con una de ellas», explica Moradell. Mientras que el «Asturias, Paraíso Natural» quedaba guardado el algún cajón de la Consejería y aunque el diseñador catalán llegó incluso a cobrar por la renovación de la marca, el Principado optó por otro tipo de campañas, como la llevada a cabo con el popular oso Yogui o la de «Asturias, lo dice todo el mundo». Pero ninguna de ellas llegó calar tan hondo como lo hizo la del «Paraíso Natural».

sábado, 5 de noviembre de 2011

Evasión con Miró


Una ruta turística por los lugares que relatan la vida del artista en Barcelona



Hay quien se aventura a pensar que la fijación por las estrellas de Joan Miró se remonta a su primera infancia, cuando desde la cuna veía techos pintados con elementos modernistas, incluidos aquellos cuerpos celestes. Entonces su familia vivía en el edificio del pasaje del Crédit, 4, actualmente integrado en el hotel Rialto (Ferran, 40). Quien quiera dormir bajo los mismos dibujos puede hacerlo en la suite -o habitación 330-, que mantiene los techos de la época (los muebles de inspiración modernista forman parte de la recreación). El artista vivió aquí primero con sus padres y luego con su esposa, Pilar, y su hija, Dolores. Su taller ocupaba el ático. Dejó la casa en 1949 y la vendió en 1955 para trasladarse a Palma de Mallorca.

La casa natal forma parte de un itinerario turístico creado por la Fundación Miró para acompañar la exposición Joan Miró. La escalera de la evasión (hasta el 13 de marzo de 2012) y recorre la ciudad siguiendo las huellas del artista, desde su nacimiento en 1893 hasta su muerte en 1983. Un recorrido hecho de recuerdos, anécdotas y relatos biográficos. Hombre esquivo y discreto, amaba las obras románicas del Museo Nacional de Arte de Cataluña y la arquitectura de Gaudí.

Su relación con Barcelona no estuvo, sin embargo, libre de sobresaltos. En mayo de 1920, decepcionado por el escaso interés que su obra despertaba en Cataluña, se desahogaba con el pintor Enric Ricart: "Prefiero ser un fracasado en París que sobrevivir a las aguas malolientes de Barcelona. Definitivamente, nunca más Barcelona". A pesar de estas palabras, la ciudad fue el lugar donde más tiempo pasó y a la que siempre volvió, incluso para el último descanso. Quería que le sepultaran directamente en la tierra para que le salieran "flores de la panza", aunque reposa en el panteón familiar del cementerio monumental de Montjuïc.

Muy cerca de allí, en un edificio proyectado por su amigo el arquitecto Josep Lluís Sert, se encuentra la fundación que lleva su nombre y que inauguró dos veces: en 1975 y un año después, tras la muerte de Franco.

El patio de juegos

Pero volvamos al inicio. Siguiente parada: la escuela primaria de Miró. Ya no existe como tal, pero queda el edificio con un hermoso portal gótico (Regomir, 13), que da acceso al patio donde jugaba el artista. "No era buen alumno, le gustaba la geografía, pero era un desastre en ciencias", explica Lluís Permanyer en La vida de una pasión. Más tarde, su padre le obligó a estudiar comercio, pero por las noches Miró frecuentaba la Escuela de Bellas Artes Llotja (plaza de Verónica, 2), donde conoció a Joan Prats (galería en Rambla de Cataluña, 54), su amigo, marchante y coleccionista durante toda la vida, y a Modest Urgell, a quien debe, según su propia afirmación, tres de sus formas características: el círculo rojo, la luna y la estrella.

Whisky, Grand Marnier y Dubonnet. La Coctelería Boadas (Tallers, 1) ideó con estos ingredientes en 1978 el Cóctel Miró para celebrar la entrega de la Medalla de Oro de la Ciudad al artista. Fundada en 1933 por un catalán nacido en Cuba, el bar ha sido punto de encuentro de artistas e intelectuales. En una carta colgada en la pared Miró recuerda que ahí tomaba "unas bebidas muy ricas y llenas de invención". A unas manzanas espera la Escuela de Arte Massana, en el antiguo hospital de la Santa Creu (Hospital, 56), que en 1968 acogió la primera retrospectiva de Miró en su ciudad. "Se estaba preparando cuando un amigo le avisó de que en la inauguración estaría Manuel Fraga, ministro de Turismo de Franco. 'Pilar, pásame el termómetro', dijo Miró sin colgar, y al cabo de unos minutos: 'Lo siento, tengo unas décimas y a mi edad no puedo arriesgarme'. No fue. No iba a legitimar el régimen que había rechazado toda su vida", explica Sónia Crespo, guía especializada.

Como réplica a aquella muestra se organizó a principios de 1969 Miró otro en el Colegio de Arquitectos (plaza Nova, 5). En este caso, el artista no solo acudió a la inauguración, sino que realizó una acción pictórica sobre las ventanas. Unos pasos más allá se encuentra el hotel Colón (avenida de la Catedral, 7), donde Miró se alojaba a partir de 1956 cuando visitaba la ciudad. "Si venía solo, se quedaba en la 406, pero si le acompañaba la familia o el arquitecto Sert, prefería la 411, que comparte vestíbulo con la 414", relata Tony Álvarez, empleado desde entonces. "Miró no era descortés, pero tampoco era asequible. A pesar del aspecto y de su baja estatura, infundía respeto", recuerda Álvarez.

Últimas pinceladas

Faltan coordenadas del mapa Miró. Por ejemplo: la galería de Joan Gaspar (plaza de Letamendi, 1), que contribuyó a que el pintor se reconciliara con su ciudad a través de numerosas muestras. O el bar y restaurante Els Quatre Gats (Monsió, 3), donde conoció a Gaudí. O Galerías Dalmau (Puertaferrisa, 18), donde se celebró su primera exposición, de impacto más que negativo. Amaba el Liceu, donde trabajó en diversas ocasiones, y Los Tarantos (plaza Real, 17), su tablao de flamenco preferido. Y tres de sus obras públicas serán especialmente visibles para el viajero: el mosaico Pla de l'Os, en la Rambla; el mural de la terminal B del aeropuerto, y la escultura Mujer y pájaro, al lado de la plaza de España.

Información


» Barcelona Guide Bureau (www.barcelonaguidebureau.com; 932 68 24 22) organiza itinerarios por la Barcelona de Miró. El paseo empieza y termina en la plaza de Cataluña, y dura entre 90 y 120 minutos.

» Fundación Joan Miró (www.fundaciomiro-bcn.org; 934 43 94 70). Parc de Montjuïc, s/n. La escalera de la evasión, hasta el 18 de marzo de 2012. Descargando la aplicación gratuita para iPhone es posible localizar unos 30 lugares de Barcelona vinculados a Miró.

domingo, 30 de octubre de 2011

NORUEGA : El manual de la buena vida


Es el país que mejor funciona de Europa. Crece, no tiene paro, su deuda es mínima y está en cabeza de las clasificaciones sobre desarrollo humano. Es una sociedad que ha reconciliado el individualismo de sus habitantes con una idea de proyecto en común. Y ha triunfado. El petróleo ha hecho el resto. El atentado del mes de julio indica que la integración de la inmigración es su asignatura pendiente. Así es la potencia más silenciosa.
JESÚS RODRÍGUEZ 30/10/2011


Sencilla en su complejidad como ocurre siempre en la arquitectura nórdica; alzada sobre el mar; inmersa en un inmaculado parque de adoquines sembrado de violetas en el que cuando surge un despistado rayo de sol brota una marea de bebés y pensionistas en atuendo deportivo; con nueve siglos de historia, la catedral luterana de Stavanger, en la costa suroeste de Noruega, está considerada la más antigua del país. Su interior, mudo, pulcro, sobrio, sin imágenes, en el que las viejas tablas del suelo crujen bajo los pasos de los fieles, es el mejor reflejo del frugal estilo escandinavo de interpretar la vida, donde el lujo y el alarde son un pecado cívico y moral. El negro y el gris son los colores de este país: de su cielo gran parte del año; del salvaje mar del Norte; de la discreta ropa de su gente; de las rancheras suecas y alemanas; de las calles de Oslo. El negro y el gris mimetizan a los noruegos con su entorno, los uniformizan y hacen que sea difícil detectar la diferencia de clases. "No pienses que eres especial", rezaba la filosofía igualitarista del país.

Este centenario templo de Stavanger encierra otra metáfora del alma de Noruega. No tiene rígidos bancos corridos de madera como en las iglesias católicas donde los devotos se amontonan codo con codo. Aquí cada fiel ocupa una amplia e idéntica silla individual de asiento mullido con un pequeño espacio para que descanse el breviario sin molestar al vecino. Cada silla es una isla. No hay contacto físico entre los devotos. Si la vista desciende un poco, se percibe que todas están unidas con abrazaderas metálicas. Cada silla ocupa su propio espacio, pero es imposible separarla de su fila.

Juntos, pero no revueltos. Así son los noruegos. Un pueblo que, más allá de la riqueza que le proporciona el mar, sus bosques y el petróleo, ha basado su éxito económico y social en reconciliar su individualismo, herencia de un pasado de pescadores y campesinos aislados en cabañas de madera y en contacto íntimo con una naturaleza bella y dura; pobres, libres, puritanos y autosuficientes, con el extremo opuesto: con un profundo sentido comunitario que apuesta por el bien de todos, la igualdad, la solidaridad y, sobre todo, la confianza en el Estado niñera, que se ocupa sin grietas aparentes del bienestar de sus ciudadanos a través de las más generosas y antidiscriminatorias prestaciones sociales del planeta. Al tiempo, regula extensas parcelas de la vida de los noruegos (su educación, salud, pensiones, relaciones laborales y distribución de la riqueza) sin que a nadie parezca molestarle.

En Noruega, el servicio militar es obligatorio, y el 95% de las escuelas, públicas. El IVA alcanza el 25%. El petróleo es de propiedad estatal. Y los buenos estudiantes reciben generosos préstamos del Estado para matricularse en las mejores universidades del mundo. El Estado controla hasta el consumo de alcohol, cuyo monopolio ostenta a través de la red de tiendas Vinmonopolet, únicos comercios en Noruega donde se pueden comprar licores de más de 4,75 grados a un precio hasta tres veces más caro que en España. Una de las aficiones favoritas de los noruegos es saquear de bebidas alcohólicas y cartones de cigarrillos los anaqueles de las tiendas libres de impuestos de los aeropuertos en cuanto salen de su país. Una botella de whisky es un regalo siempre bien recibido en un hogar noruego. Sus anfitriones le acogerán descalzos, risueños, rodeados de niños, con una tarta casera y expresándose en un inglés perfecto.

Al mismo tiempo que el sueño igualitario del Estado de bienestar, acuñado tras la II Guerra Mundial y que ha estructurado desde entonces la convivencia en Europa (con partidos democristianos o socialdemócratas en el poder) se pone en cuestión ante el avance del neoliberalismo y por la crisis financiera, Noruega, una de las inventoras del sistema del bienestar, lucha por continuar en esa dirección; está en su ADN; navega por libre, como hace mil años, cuando sus antepasados vikingos se lanzaban al mar a tumba abierta en sus drakkar hacia Reino Unido, América (aún sin descubrir) y Bizancio. Noruega no ceja. Representa una equilibrada mezcla de capitalismo y colectivismo. De mercado y planificación, idealismo y realismo, neutralidad y afán de influencia, ingenuidad y estrategia. La cuestión es dar para recibir. "Soy generoso con mis impuestos porque el Estado es generoso conmigo". Un contrato entre la comunidad y el individuo que dura hasta la muerte. "Somos ciudadanos libres e iguales en la misma dirección", me dirá un sindicalista. En Noruega tiene más responsabilidad el que más tiene. Y no es difícil saber quién es. La información sobre los ingresos de cada ciudadano es pública a través de Internet.

Noruega camina discreta y sin aspavientos por esa tercera vía que le ha convertido en una potencia silenciosa; un próspero Estado ni emergente ni emergido que ocupa desde hace 30 años la primera posición en el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas. Sus niveles de desempleo son anecdóticos; su renta por habitante, la mayor del planeta; su crecimiento, tras tres ejercicios titubeantes, se acercará este año al 3%; su deuda soberana es la más sólida del planeta, y tiene una completa paridad de género por ley tanto en el sector público como en el privado. Arnie Hole, directora general de Infancia, Igualdad e Inclusión Social, nos confirma que su ministerio tiene un presupuesto de 5.000 millones de euros (mil euros por habitante) "más que la suma de los ministerios de Pesca, Agricultura y Cultura juntos". El Estado de bienestar llega hasta el diseño y la arquitectura, que, según regula el Gobierno, debe "elegir soluciones ecológicas y energéticamente sostenibles, ser de buena calidad, promovida por el conocimiento y la competencia y visible internacionalmente". El Estado se reserva el papel de "salvaguardar el entorno cultural y velar por la herencia arquitectónica". Es una declaración de principios. Cuando pregunto a Andreas Vaa Bermann, arquitecto y director de la Fundación para la Promoción de la Arquitectura Nórdica, cuál es el objetivo del diseño en este país, contesta como un relámpago: "Mejorar la vida de la gente".

Noruega no se parece a nada; tampoco al resto de los Estados nórdicos, bajo cuyo yugo transcurrió parte de su historia. Los noruegos aún arrastran cierto complejo de inferioridad hacia sus vecinos. Aliviado en las últimas décadas por el bálsamo de los petrodólares. Hasta los años setenta, Noruega era el hermanito pequeño de Escandinavia. Unos campesinos aislados. "Lo que más deseaba un noruego era tener un Volvo con un chófer sueco", explica una profesora de la capital. "En parte lo hemos logrado; todos los camareros de Oslo son suecos; cobran más que en su país (no menos de 2.000 euros), y son más mundanos que nosotros".

Los noruegos no fueron tan cosmopolitas como los daneses ni tuvieron la tradición industrial y militar de los suecos; no tuvieron colonias ni participaron en guerras. En torno a esas pacíficas señas de identidad, Noruega iría acuñando una marcapaís de Estado frío, fiable y eficaz. Gracias a esa imagen ha conseguido una influencia internacional superior a su peso real. Noruega se ha convertido en el donante más generoso en cooperación internacional y un eficaz actor en la resolución de conflictos internacionales, como ocurrió en 1993 con los Acuerdos de Oslo, entre Arafat y Rabin con Bill Clinton de testigo, que se negociaron en secreto en la sede del FAFO, un think tank socialdemócrata. O, más recientemente, con la ex primera ministra laborista Gro Harlem Brundtland, muy activa en el proceso de paz del País Vasco.

Noruega ha seguido siempre su camino. En los mismos días en que estallaban los totalitarismos en Europa a comienzos del siglo XX, abolía la pena de muerte y se convertía en la sede del Nobel de la Paz. El primer rey del nuevo Estado, Haakon VII, exigió antes de ocupar el trono un referéndum para que el pueblo dijera si le quería; ganó; cuando tuvo que nombrar en los años veinte un primer ministro de izquierdas, profirió una frase que su pueblo recuerda con orgullo: "Soy también el rey de los comunistas".

El mar se convirtió pronto en su motor industrial gracias a la pesca y el transporte marítimo, unido a la generación de electricidad debido al gran caudal de agua dulce del país. Los noruegos se especializaron en diseñar barcos capaces de afrontar las peores condiciones y en la construcción de obras públicas. Viajar por la irregular y bellísima geografía del país supone atravesar decenas de estilizados puentes inmersos en la naturaleza, túneles interminables y navegar en sofisticados ferries sólidos como rompehielos. Ese dominio de la ingeniería le resultaría esencial cuando descubriera petróleo como embrión para desarrollar una industria nacional y no echarse en los brazos de las multinacionales. Hoy, Noruega, además de crudo, exporta conocimiento e innovación.

Su camino ha sido diferente al del resto de los países nórdicos. Para empezar, los noruegos optaron en dos referendos, en los años setenta y noventa, por dar la espalda a la Unión Europea (a la que sí pertenecen Finlandia, Suecia y Dinamarca). Ellos dicen que fue para salvaguardar sus cuotas de pesca y agricultura; lo que realmente querían defender era una soberanía nacional que no habían conseguido hasta zafarse en 1905 de Suecia en un pulso que ganaron sin pegar un tiro. Noruega es un pueblo viejo, pero un Estado joven. Empapado de romanticismo nacionalista. Celoso de sus tradiciones. A la primera de cambio, sus habitantes se lanzan a la calle ataviados con trajes regionales y la bandera nacional ondeando en la mano.

Dentro de esa línea de reafirmación nacional, los noruegos han defendido con ardor su modelo de sociedad frente a las instituciones europeas. Están, pero no están. No son miembros de la Unión Europea, pero forman parte del Espacio Económico Europeo. Han vuelto a poner en valor su particular visión de la sociedad y ese camino les ha mantenido a salvo de la recesión y los estertores del Estado de bienestar. La riqueza petrolera que engrasa toda la economía del país les hace reafirmarse en esa tercera vía; les proporciona 200.000 empleos y la mitad de sus exportaciones. Y un papel global: Noruega ya es el segundo exportador de gas y el tercero de crudo a nivel planetario.

No quieren cambiar. No lograron hacerlo los nazis a lo largo de una cruel invasión y administración del país durante cinco años a través del gobierno de un noruego títere (que hoy ningún noruego quiere recordar); ni los soviéticos, que les liberaron de Hitler para retirar a continuación su ejército sin exigir nada a cambio. Noruega, que tiene frontera con Rusia, fue el único Estado que Stalin no absorbió tras ocuparlo militarmente. Sin embargo, en 1948, un Gobierno de izquierdas anclaba la seguridad de Noruega a Occidente ingresando en la OTAN. Demostraban que su especialidad era navegar por aguas turbulentas. "Estar en la OTAN era una cuestión de subsistencia como país", explica un diplomático. "Teníamos a la URSS sobre nuestras cabezas y necesitábamos sentirnos seguros y dedicarnos a reconstruir el país, que estaba destrozado tras la guerra y con un 30% de desempleo. Estábamos con Estados Unidos en la Alianza, pero al tiempo nos negábamos a que la España de Franco entrara en la ONU. Teníamos una economía muy regulada y dirigida por el Estado. Éramos muy rojos".

Noruega representa un modelo irrepetible de sociedad nacido del aislamiento de una población escasa (cinco millones en un territorio con un tamaño de más de la mitad del de España) y homogénea en raza, cultura, religión y forma de vida (en los años setenta, un 94% de los ciudadanos eran de origen noruego, y un 86%, de religión protestante), cohesionada a través de un pasado de opresión por parte de sus vecinos y con una gran riqueza en recursos naturales. Con ese escenario uniforme y la omnipresencia del Estado, que regulaba las relaciones laborales y se aseguraba de que antes que una ley llegara al Parlamento hubiera consenso entre las fuerzas políticas, el progreso no se hizo esperar. El modelo funcionó en Noruega mucho antes de encontrar petróleo. El problema llegaría a partir de los noventa con la avalancha de inmigrantes que iba a desequilibrar esa eficiente sociedad monocolor. Hoy, con un 12% de población de origen extranjero, la tradicional confianza del noruego hacia sus vecinos se ha comenzado a agrietar; las formaciones xenófobas, a crecer (como en el resto de países nórdicos), y el Estado de bienestar, a sufrir conmociones que no estaban previstas.

La iglesia luterana (la oficial en este país) hizo también su aportación a ese cóctel social que hoy se etiqueta como modelo noruego: su sentido frugal e igualitario de la vida inspirado en el trabajo duro y la responsabilidad. La comunidad protestante asumía un doble papel de solidaridad y de control del individuo. Una función que después adoptaría el Estado. La ética del trabajo tiene mucho que ver con el milagro noruego. Sus habitantes son profundamente competitivos, trabajan desde jóvenes y vuelan pronto del hogar paterno; a cambio, saben que cuentan con el colchón del Estado si vienen mal dadas. Los noruegos se necesitan. Todos deben trabajar. Todos tienen que ganar mucho dinero, pagar muchos impuestos y gastar mucho (en un país donde una cerveza cuesta diez euros). El pleno empleo es la espina dorsal del modelo. Trabajas y pagas impuestos para costear la educación de los jóvenes y las pensiones de los viejos, al igual que esos viejos financiaron con sus impuestos tu educación y esos jóvenes pagarán tus pensiones en el futuro. El sistema se basa en el empleo y la confianza. Los noruegos se consideran ciudadanos iguales que marchan en la misma dirección. Sin distinción entre hombres y mujeres. Todos deben trabajar desde jóvenes: hombres, mujeres e inmigrantes. Ganar lo mismo. Y pagar impuestos. Lo confirma la directora general de Igualdad, Arnie Hole: "La igualdad tiene un componente moral, pero el principal motivo es económico. Una economía moderna y competitiva necesita las mejores cabezas y manos sin mirar de qué raza o sexo son. No podemos permitirnos el lujo de perder los mejores talentos. Y no se trata solo de fijar cuotas, estas deben ir acompañadas de políticas sociales para reconciliar el trabajo y la vida familiar. Tenemos que apoyar a las mujeres; si no, el desafío por alcanzar las posiciones más altas de su profesión será todavía demasiado alto para ellas y los niños no nacerán. Y los niños deben nacer porque son una inversión de futuro. Ninguna mujer en Noruega debe ser forzada a elegir entre su familia y su carrera. Ese es aquí un valor básico. Hemos creado 10.000 guarderías; las mujeres pueden coger un año de permiso maternal con el 80% del sueldo (o 10 meses con el 100%), y los hombres, 12 semanas. Hemos conseguido que el 80% de las mujeres trabajen y, al mismo tiempo, que el 82% tengan hijos menores de 10 años. Ese es nuestro futuro".

A partir de esos elementos, los noruegos han construido una sociedad donde la distancia que separa a los ricos de los pobres es pequeña. Están convencidos de que la desigualdad es corrosiva y corrompe a las sociedades. Algunos dicen que Noruega es el último Estado socialista de Europa. La sede del Partido Laborista, inspirador del modelo noruego desde los años treinta, en el número 2 de la Youngstorget de Oslo, parece confirmarlo con su estilo arquitectónico limítrofe con el realismo soviético. Como en Noruega casi todo encierra una paradoja, en el entorno de la simbólica sede de la izquierda noruega se da cita la juventud dorada noruega en los restaurantes de moda.

¿Es Noruega el último Estado socialista de Europa? Ante la pregunta, el ministro de Finanzas, el laborista Sigbjørn Johnsen, sonríe y pasa a otro tema. Al final de la entrevista, su director de comunicación pone las cosas en su sitio con gesto helado: "Socialistas, sí, pero democráticos".

Recorriendo los pasillos art nouveau del edificio del Gobierno hasta llegar a la oficina de Johnsen, las ventanas del ministerio aparecen rotas y cubiertas por placas de contrachapado. Las puertas están fuera de sus marcos. La del despacho del ministro tiene un boquete en el centro. Todo el barrio gubernamental se encuentra en las mismas condiciones. Cercado y en obras. Atravesado por andamios. Estamos en la zona cero de Oslo. Los destrozos son resultado de la bomba colocada por el ultraderechista Anders Breivik el pasado 22 de julio; a consecuencia de la explosión, fallecieron ocho personas; a continuación, Breivik acabó a tiros con la vida de 69 jóvenes simpatizantes del Partido Laborista en la isla de Utøya. Suponía la mayor conmoción sufrida por este país desde la II Guerra Mundial. Hoy, sin embargo, los ciudadanos parecen decididos a olvidar la tragedia; algunos claveles marchitos sujetos a las vallas son el único rastro de aquellos terribles días de julio. Los noruegos están decididos a no variar su estilo de vida. En el barrio, la presencia policial es mínima y es posible acceder a algunos edificios oficiales sin pasar por un arco de seguridad. Se pueden pasar días en Oslo sin cruzarse con un policía. El ministro de Finanzas conjura la tragedia terrorista afirmando que los cimientos de la sociedad noruega siguen siendo el diálogo y el consenso. "Nadie va a acabar con eso. No vamos a cambiar. No vamos a quedarnos en casa. Ha sido un hecho terrible, pero aislado". Es la misma respuesta orgullosa que darán la mayoría de los noruegos a los que interrogo sobre las consecuencias del atentado del ultraderechista Breivik: "¡No vamos a cambiar!". Si se le pregunta al ministro si lleva escolta, responde con un guiño: "A veces sí y a veces no...".

Hasta el 23 de diciembre de 1969 Noruega creció gracias al sudor de sus ciudadanos. Ese día encontraron petróleo. Nadie lo esperaba. Lo llamaron "El regalo de Navidad del 69". Dos años más tarde comenzaba la producción. Los noruegos no sabían nada de petróleo. Aprendieron. La gestión de su riqueza petrolera es considerada un éxito económico y social. En tres décadas, Noruega se ha convertido en un país petrolero que da empleo a 200.000 personas, con una tecnología avanzada y que opera en cuarenta países del mundo. En Noruega, la riqueza del oro negro ha alcanzado a toda la sociedad. Lo confirma el sociólogo Jon Eric Dolvik: "Integrar en la economía doméstica noruega la economía del petróleo; lograr que repercutiera positivamente en la gente corriente y, al tiempo, fuera un negocio global, ha sido para nosotros un logro brutal; el petróleo se ha convertido en una gran fuerza productiva, en una bendición".

El objetivo del Estado noruego ha sido obtener el máximo valor económico del sector en su conjunto en comparación con lo que podría obtener por la simple venta del gas y el petróleo. Nada más descubrir crudo, el Gobierno noruego redactó los diez mandamientos del sector, que decían que el petróleo era propiedad de los noruegos; que el Gobierno tendría el control y la gestión de las operaciones; que el país necesitaba crear una industria propia; que el sector debía ser respetuoso con el medio ambiente y que ese descubrimiento debía proporcionar a Noruega un papel eminente en política exterior. Los mandamientos se han cumplido.

Noruega podía haberse convertido en un Estado holgazán, corrupto y opaco que sobornara a sus ciudadanos con bajos impuestos para comprar su silencio ante el despilfarro, el nepotismo y la falta de transparencia estatales en la gestión de los ingresos del oro negro, como había ocurrido en otros países productores, como las monarquías del Golfo, Irán, el Irak de Sadam, la Libia de Gadafi, la Venezuela de Chávez o la Rusia de Putin. Noruega eligió su camino. En cuanto los petrodólares comenzaron a fluir a finales de los ochenta, un Gobierno laborista creó el Fondo Gubernamental de Pensiones (más conocido como Fondo del Petróleo), donde serían depositados los ingresos y beneficios públicos del petróleo para ser invertidos en los mercados de todo el mundo (según un riguroso esquema ético de inversiones que proscribe a las empresas tabaqueras, nucleares, armamentistas y que emplean a población infantil). Con los beneficios del fondo se pagarían las pensiones de los noruegos cuando el petróleo dejara de fluir. Solo un 4% de los beneficios podría ir cada año a las arcas públicas para equilibrar el presupuesto del Estado. El resto, a la hucha común pensando en el Estado de bienestar de las generaciones venideras. "Eso es sostenibilidad real", afirma un alto funcionario.

El edificio del Banco de Noruega, el envoltorio de hormigón y cristal que aloja el Fondo del Petróleo, es el más bunkerizado de este país. Enfrente se encuentra el restaurante en el que trabajaba de camarera Mette-Marit Tjessem antes de convertirse en princesa. Para acceder al Fondo del Petróleo hay que atravesar un estrecho control de armas a través de una sofisticada y claustrofóbica cápsula; en una sala de contratación con el aire frenético de Wall Street, Dag Dyrdal, director de Estrategia, explica que el noruego es el primer fondo de pensiones público del mundo con 400.000 millones de euros en activos; tiene inversiones en 10.000 compañías y oficinas en Nueva York, Shanghái, Londres y Singapur. "Somos transparentes, fiables y miramos el mundo a largo plazo. Este fondo es el resultado de una sociedad democrática, abierta y responsable. Pensamos en perspectivas más largas que una legislatura. Esto no es de un partido o de otro". Lo confirma el ministro Johnsen: "El día que el petróleo decline, habremos sido capaces de construir algo para reemplazarlo".

Kårstø, la mayor planta de procesamiento y distribución de gas natural del mundo, situada en un entorno paradisiaco en la costa oeste del país y propiedad de la empresa pública Statoil, escenifica el poderío noruego. Un ingeniero de la compañía disfruta mostrándonos una bruñida tubería de un metro de diámetro que transporta gas a 12 millones de hogares en Alemania. "Ellos nos invadieron en la guerra y ahora nosotros les invadimos de forma pacífica. Somos un socio fiable, un país estable; todos quieren nuestro gas; compárenos con la rusa Gazprom o la argelina Sonatrach...".

Noruega se hizo muy rica. Y comenzó a atraer inmigración. Los noruegos, que habían emigrado históricamente, sobre todo a Estados Unidos, se convirtieron de la noche a la mañana en un país de acogida. Cuando se inició el boom del petróleo había en Noruega un 1,3% de inmigrantes; en 2000, un 5,5%; en 2009, un 8,8%. Este año, en torno al 13%. Primero fueron los nórdicos; luego, los latinoamericanos; más tarde, los balcánicos y centroeuropeos. Los últimos en llegar fueron los paquistaníes, iraquíes, somalíes y afganos. Con sus velos, chilabas, mezquitas y tradiciones. 200.000 personas de religión musulmana viven en Noruega. Un cambio que es evidente en el viejo barrio de Gronland, en Oslo, una ciudad en la que el 28% de los habitantes ya son de origen extranjero. Un shock de diversidad que nadie esperaba en este país uniforme que está suponiendo, según el sociólogo Jon Eric Dolvik, "el mayor reto al que nos hemos enfrentado. Necesitamos a los inmigrantes como fuerza de trabajo porque nuestra sociedad está cada vez más envejecida y, al mismo tiempo, aunque somos igualitaristas, nos cuesta aceptar comportamientos distintos a los nuestros. No somos una sociedad inclusiva; no es un problema religioso, sino cultural. Nos gusta como somos y no queremos cambiar. Tenemos miedo; nos ha ido muy bien y no sabemos si podremos mantener nuestro modelo con esa nueva población. Es urgente que integremos a la segunda generación de inmigrantes que han nacido aquí; que se formen y consigan buenos empleos. Deben trabajar y pagar impuestos para que continúe el Estado de bienestar. Somos interdependientes. Nos necesitamos".

La llegada del tsunami multicultural iba a tener una consecuencia inmediata en amplios sectores de la clase trabajadora noruega que habían votado tradicionalmente a la izquierda: iban a perder la confianza en el Estado. Por primera vez en su historia, cientos de miles de ciudadanos noruegos pensaron que esos inmigrantes que se cobijaban bajo el paraguas social noruego, que eran albergados en viviendas públicas, recibían 1.200 euros al mes por asistir a las clases de introducción en la lengua y cultura noruega y otros 700 por cada hijo, que se beneficiaban de sus guarderías, educación y sanidad, se estaban aprovechando de su generosidad. "Hasta ese momento, los noruegos éramos solidarios. Con la llegada de los inmigrantes, se empezó a extender la idea de que pagábamos mucho para que se beneficiaran esos extranjeros que no venían a trabajar, sino a vivir del cuento", explica una profesora universitaria. El resultado fue el rápido crecimiento, a partir de 1997, del Partido del Progreso, una formación en la que se mezclan el ultraliberalismo con el nacionalismo y la xenofobia y que comenzó a hablar en sus mítines de "una islamización silenciosa de Noruega" a la que "había que poner freno". El Partido del Progreso apostaba por un modelo noruego solo para los noruegos. Una sociedad a dos velocidades. Obtendría en las elecciones de 2009 un 23% de los votos, convirtiéndose en la segunda formación política tras los laboristas. La olla comenzaba a hervir. Anders Breivik, el asesino del 22 de julio, militó en ese partido. Tras el atentado, el Partido del Progreso perdería 10 puntos en las elecciones locales del pasado mes de septiembre, lo que parece que anticipa su decadencia. En cualquier caso, los líderes de opinión noruegos intentan conjurar la inquietante sombra del Partido del Progreso resaltando con displicencia la fortaleza del sistema noruego y resaltando que el Partido del Progreso "es democrático, y si quiere tener expectativas de gobernar debe estar dentro del sistema y asumir sus responsabilidades". "No vamos a cambiar", repiten. Es su obsesión. En Noruega se detecta incluso un alivio generalizado por que el asesino del 22 de julio fuera un noruego y no un inmigrante musulmán. Lo confirma un profesor en Oslo: "Dentro de la tragedia, tenemos que agradecer al destino que el terrorista fuera alguien de aquí y no un paquistaní de Al Qaeda. Si hubiera ocurrido eso, el sistema noruego, que se basa en la confianza, hubiera saltado por los aires. La sociedad se hubiera partido en dos. Al pensar que ha sido un noruego solo, loco, aislado, y que algo así no va a volver a pasarnos, y que, por tanto, no vamos a colocar un policía en cada esquina, estamos poniendo a buen recaudo nuestro modelo con vistas al futuro. Pero, lo queramos o no, la inmigración es la patata caliente del modelo noruego. Y tendremos que solucionarlo".

Tras rememorar la tragedia, los malos augurios se disipan sumergiéndose en la portentosa naturaleza de Noruega. Los fiordos, los bosques, el mar. Noruega es uno de los últimos territorios vírgenes de Europa, dotado de una belleza salvaje, donde el hombre ha logrado vivir en armonía con su entorno. Para el arquitecto Kjetil Thorsen, "en el diseño nórdico, la naturaleza es la fuente de inspiración". Thorsen es uno de los socios fundadores del estudio Snøhetta, al que da nombre la montaña más emblemática del país y que está en la cumbre de la arquitectura global. Kjetil proyectó la nueva Ópera de Oslo como un enorme glaciar surgiendo del fiordo. Ya es el edificio más emblemático de esa nueva Noruega que se enfrenta a retos diferentes sin perder de vista la tercera vía que le ha conducido al éxito. "Es un edificio democrático. ¿Por qué? Lo explico: hemos logrado que la cubierta de algo tan elitista como un palacio de la ópera sea pisada cada día por miles de ciudadanos. No es un edificio para los amantes de la ópera; es un edificio para todos. Ese es el modelo de país".

jueves, 13 de octubre de 2011

Avilés marca tendencias a la sombra de Niemeyer




Ciudad histórica e industrial, turística y de elegante clasicismo, Avilés se abre de nuevo al mundo, remozadas las calles y coloreadas sus fachadas, reactivado el comercio y la hostelería, todo bajo la curvilínea mirada del recién inaugurado Centro Cultural Internacional Óscar Niemeyer.

Avilés te recibe con una sonrisa urbana, mezcla de clasicismo y pujante modernidad. Su elegante casco antiguo está declarado Conjunto Histórico Artístico. Sus calles empedradas flanquean los magníficos edificios, adentrándose en el corazón monumental. Desde la Plaza del Ayuntamiento  podremos recorrer tranquilamente la zona, estrictamente peatonal, y adentrarnos por el resto de la ciudad. La calle Galiana es una de las más bonitas de la Villa del Adelantado, y bajo sus soportales nos aguardan numerosos locales, sobre todo de hostelería, que nos harán dudar en su elección a la hora del tapeo o el almuerzo. En la parte más alta de la calle, dos estupendas opciones: en Galiana 30, Llamber (en asturiano, relamerse con deleite)  , la taberna de Francisco Heras, cocinero con Sergi Arola y Ferrán Adriá, donde podemos tapear un pan dulce de escanda y queso de Cabrales con anchoas y mermelada de tomate, o almorzar un magistral arroz guisado con foie y oricios, por ejemplo (www.llamber.com). El mismo ejercicio se puede practicar en el restaurante sidrería de al lado: Flor Galiana , gestionado por el chef asturiano Koldo Miranda, con escanciado automático a través de pantallas táctiles y una carta en la que son famosas sus fajitas de pitu de caleya (www.florgaliana.com). Un remanso de paz tras las suculencias de nuestros cocineros lo encontramos en Mis Queridos Trastos  (Galiana, 22). Aquí, la restauradora María José López dirige una coqueta tienda de antigüedades donde se pueden encontrar piezas de gran valor (www.misqueridostrastos.es). Paralela a la calle Galiana se encuentra la calle de Alfonso VII, popularmente conocida como la Calleja de los Cuernos. Sus comercios variados son toda una sorpresa para el paseante. Encontraremos desde tés del mundo en Assam, con teteras de hierro fundido japonés, hasta la exquisita tarta de milhojas que probó la Infanta Elena en su visita a la villa, de la confitería El Piano de Santa Mónica . Frente a estos dos establecimientos, los moteros tienen su paraíso de accesorios y vestuario en The Bikers , un pequeño local regentado por dos gemelas que diseñan su marca Twin y donde se pueden adquirir cientos de complementos que harán que el aficionado al mundo de la moto logre su look perfecto (www.thebikers.es). Hay que echar un vistazo rápido, ya en la calle San Francisco, 6, a la histórica tienda de ultramarinos La Colosal , cerca de un siglo surtiendo a los avilesinos y a los numerosos turistas, donde se pueden encontrar las típicas marañuelas de Avilés y sus solicitados bocadillos: gigantescos y baratos. En pleno centro de Avilés, la moda va tomando posiciones con nuevas tiendas como la coffee boutique La Buena Pepa , en La Merced, 47, en cuyos escaparates se exhiben los delicados vestidos de Stella Forest o los zapatos-cereza de Vivienne Westwood para Melissa; o en el elegante piso de Marta de la Cera, en San Bernardo, 23 (www.martadelacera.com), con firmas españolas como Miriam Ocariz o Marlota.
Para despedirse de Avilés, frente al Centro Cultural Óscar Niemeyer, dos curiosity shop: Mano de Santo , en Ruiz Gómez, 14, donde Carlos del Arco, restaurador del Teatro Palacio Valdés, recicla muebles y objetos vintage y vende ropa de rodajes; y para elegir originales complementos y regalos de diseño, Vorágine , en La Muralla, 40, un espacio de tres pisos con galería de arte incluida, donde se pueden adquirir codiciados libros, las famosas muñecas Blythe o las exclusivas alfombras de Patricia Urquiola.

Loi Krathong, celebra el festival de la Luz en Tailandia


Del 5 al 10 de noviembre, coincidiendo con el fin del monzón, los tailandeses celebran el festival Loi Krathong, una de las tradiciones más antiguas y mejor conservadas del Reino.


A medida que la luna llena del duodécimo mes lunar (por lo general a mediados de noviembre) ilumina el cielo nocturno, en todo Tailandia, cientos de miles de krathongs decorados con esmero o en simples hojas de plátano flotan a la deriva en ríos y canales en un ritual de unión con los dioses y la naturaleza, llamado Loi Krathong. Es el Festival de las Luces y este año tendrá lugar entre el 5 y el 10 de noviembre, aunque las celebraciones suelen comenzar varios días antes y terminar varios días después, dependiendo de cada ciudad. En Bangkok habrá festival durante todo el mes.

El krathong consiste en una pequeña cesta a modo de barca, construida con hojas de banano. En su interior se colocan flores de loto, monedas, palillos de incienso, velas y papeles de colores, todo ello realizado con paciencia, cuidado y creatividad como si de una obra de arte se tratara. Su significado va más allá de lo estético, un krathong es una ofrenda mediante la cual se transmite agradecimiento por todo lo bueno, se comienza una nueva etapa y se ruega por dejar a un lado todo lo malo en una especie de renovación espiritual. Incluso algunos, llevados por la superstición, introducen en la cesta o krathong un trozo de pelo o de uña con la esperanza de librarse de cualquier golpe de la vida.

Al arrojar al río miles de krathongs con sus velas encendidas se produce un espectáculo que crea “serpientes de luz” a lo largo y ancho de los cauces. Todo ello con la luna llena de fondo acompañada por música, bailes, desfiles, fuegos artificiales y chiringuitos donde probar todo tipo de delicias locales.

Aunque las celebraciones y ofrendas recorren todo el país, en la ciudad de Sukhothai además de la ceremonia de la flotación del krathong, se puede disfrutar de demostraciones de fuegos artificiales, juegos y competiciones locales. Por otra parte en Chiang Mai, una asombrosa procesión de linternas de papel ilumina el cielo mientras que los ríos se inundan de krathongs y alrededor de todo ello bailes, mercadillos y demostraciones de la auténtica cultura Lanna, propia del norte.

En la remota ciudad de Tak las celebraciones son distintas, incluso los krathongs son de cáscara de coco y no de plátano y se organizan por equipos que los lanzan unidos por una fina cuerda, compitiendo entre ellos para ver quién consigue la “serpiente luminosa” más larga y así ganar el Trofeo anual de Su Majestad el Rey. Otras actividades incluyen las linternas de papel de la Familia Real, la procesión del Krathong Real y, por supuesto, una feria con mayúsculas que incluye puestos de comida local, grupos de música y danza tradicional.

El origen
En estos mágicos días se celebra el final de la época de lluvias y los tailandeses homenajean muy especialmente a Mae Khongkha, la diosa hindú de las Aguas, basándose en una ancestral costumbre brahamana que con el paso del tiempo se ha incorporado a los rituales budistas tradicionales. No obstante, los orígenes del Loi Krathong no han sido esclarecidos del todo y hay varias leyendas fascinantes sobre ello. Algunos expertos especulan que es de origen hindú y basado en el ritual "Deepavalee" de la India, en el cual también se lanzan candiles a las cuencas fluviales en un acto de adoración a Trimurti - Brahma, Siva y Vishnu-. Según otra escuela de pensamiento, el ritual está basado en antiguas leyendas budistas y es emprendido para presentar respeto a la Huella Sagrada de Buda en la orilla del río mítico Nammadhammahantee. Sea el origen que sea, el resultado es un espectáculo tan espiritual como asombrosamente visual incluso para los más gnósticos y foráneos.

martes, 11 de octubre de 2011

Dilema en el avión: Reclinar o no reclinar


Por: Patricia Gosálvez

¿Reclinar o no reclinar? En cada vuelo la misma decisión incómoda. Hay gente que lo cree un derecho fundamental adquirido con la compra de su billete, y otros que lo consideran de peor educación que escupir al tipo del asiento de atrás.

La mayoría de los pasajeros de avión tienen (tenemos) complejos códigos de etiqueta sobre cuándo y cómo hay que reclinar el asiento (avisando antes, pidiendo permiso, nunca en vuelos cortos, solo cuando lo hace el de delante, cuando se apagan las luces en los vuelos intercontinentales, etcétera...).

Lonely Planet preguntó a 580.000 personas este verano que era lo que más les molestaba en un avión y la nube de conceptos resultante lo deja claro (siendo seat: asiento).

El asiento reclinable -el que rompe portátiles, derrama cafés y se come tu espacio personal- está entre las cosas más odiadas de viajar en avión (junto a los bebés, la conversación indeseada y la gente que cree que en el avión los pies y los pedos no huelen).

La mayoría de incidentes menores entre pasajeros empiezan con una discusión sobre el asiento. Algunos acaban con el avión dando la vuelta. Por ello hay quien decide tomar medidas drásticas, colocando artefactos para evitar que esos cabr#@%s reclinen su asiento.

Algunas compañías aéreas también han castrado la posibilidad de reclinar en sus vuelos, aunque creo que más que para ahorrar en disgustos, para ahorrar en espacio. Quizás es importante no olvidar que la razón última de que un asiento reclinable aplaste al de detrás es la codicia de las aerolíneas, no solo la falta de consideración del de delante.