jueves, 3 de noviembre de 2011

Una burbuja para árabes y judíos


El coreógrafo Arkadi Zaides reúne a bailarines israelíes de ambos orígenes


El coreógrafo y bailarín Arkadi Zaides tenía 11 años cuando abandonó Bielorrusia y emigró con sus padres a Israel. Desde entonces -ahora tiene 32- intenta entender qué pasa en el país sin tomar partido. El resultado de este ejercicio de comprensión no puede explicarse con palabras, sino con movimientos. Zaides presentará mañana y el jueves 3 en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, en la Sala Manuel García, su obra Quiet, una de las grandes apuestas de la programación del Mes de Danza 18. El espectáculo, de 2010, trata el tema de la comunicación y los bailarines son árabes y judíos.

"Mi punto de partida es una pregunta: ¿Por qué es tan dificil la comunicación entre las dos comunidades en la vida real? El estudio es una burbuja. Es sorprendente lo que pasa sobre el escenario, pero la realidad fuera es muy diferente", explicó ayer Arkadi Zaides, quien actuó por primera vez en España el pasado fin de semana, también dentro del Mes de Danza, con su coreografía Sólo siento. La pieza, un solo, es una colaboración con el video-artista Shira Miasnik y materializa la búsqueda de paz interior a través de la danza, el vídeo y las sombras. Gracias al vídeo, las sombras interactúan con la sombra real del bailarín.

Zaides, que ha pasado por las compañías Danza Batsheva y Yasmeen Godder, trabaja como coreógrafo independiente desde 2004 y cuenta con distintos equipos para cada proyecto. El coreógrafo, que vive y trabaja en Tel Aviv, recibió en 2008 el Premio al Joven Artista del Año que otorga el Ministerio de Cultura israelí y, en 2010, fue galardonado con el Premio Kurt Jooss por su pieza Sólo Colores.

"Estoy convencido de que el arte es el camino más importante para la comunicación. Tanto la danza, como la música, van más allá de las palabras, se dirigen a los sentimientos, a las sensaciones. Es la mejor forma para comunicarse entre los que se sienten extraños, por eso el entendimiento es más fácil en el arte que en la vida cotidiana o en la política", argumenta el creador, quien ha firmado ocho coreografías, tres de ellas de más de una hora de duración.

Arkadi Zaides, que ha sido director artístico del New Dance Project, en el Centro de Arte Arena en Jerusalén, junto con el coreógrafo Anat Danieli, lleva años trabajando con la comunidad árabe en Israel. "Cuando yo empecé a trabajar en las villas del norte de Israel no sabía nada de la Fundación Barenboim-Said [un proyecto que nació en Andalucía para crear un puente entre jóvenes músicos judíos, musulmanes y cristianos], lo supe algo después. Desde luego, la fundación tiene una escala mucho mayor que lo que yo hago, pero vamos en el mismo sentido", afirma.

Quiet, que en España podrá verse también en Bilbao, cuenta con la colaboración artística de Joanna Lesnierowska y la interpretación de Yuval Goldstein, Mohammad Mugrabi, Ofir Yudilevitch y el propio Arkadi Zaides. La escenografía es de Klone.

"Para cada producción trabajo con gente distinta y siempre parto de la improvisación. Me interesa lo que puede aportar cada persona y lo incorporo al espectáculo. Por ejemplo, en Quiet uno de los bailarines viene del judo y el otro de la capoeira. Yo no le doy las pautas para los movimientos, al contrario, me apropio de las suyas. Me gusta ver lo que el cuerpo de cada persona puede dar. En esta pieza todo empezó con el sonido de las olas y la interpretación que cada uno le dio al sonido. A partir de ahí comienza el trabajo", desvela el coreógrafo.

martes, 1 de noviembre de 2011

Literatura de Todos los Santos


Ensayos y novelas que tratan sobre la pérdida de seres queridos llenan la mesa de novedades - ¿Puede servir la escritura para superar la melancolía del duelo?


Para paliar el dolor insoportable de la pérdida, la escritora neoyorquina Joyce Carol Oates empezó a poner por escrito su propia historia frente a la muerte de su esposo. Como durante el proceso de duelo no podía escribir páginas largas, porque la pena y sus fantasmas recurrentes ocupaban la mayor parte de su energía, dedicó aquel periodo oscuro a vaciar su experiencia en textos breves, en una serie de entradas de diario que con el tiempo, y la perspectiva, fue convirtiéndose en Memorias de una viuda, una conmovedora obra literaria. La pérdida y el duelo de Joyce Carol Oates la llevaron a construir una historia por un camino que no había recorrido antes, el de la narración construida a fuerza de fragmentos, y el proceso de escritura de esta obra la ayudó a sobreponerse a la muerte de su esposo.

Situada también en ese territorio terapéutico de la literatura está Meghan O'Rourke, poetisa nacida en Brooklyn que, a partir del duelo que sentía por la muerte prematura de su madre, escribió The long goodbye.

Estas dos historias y otras que tratan la pérdida de los seres queridos y pueblan la mesa de novedades justamente hoy, Día de Todos los Santos, son parientas de El año del pensamiento mágico, que la escritora californiana Joan Didion publicó en 2005, una historia sobre la muerte, que es un tema tabú en Estados Unidos y que empieza con estas líneas contundentes: "La vida cambia rápido. La vida cambia en un instante. Te sientas a cenar y la vida que conoces se acaba". Didion nos cuenta, en este libro sobrecogedor, la crónica de sus propias acciones, reacciones y reflexiones frente a la muerte súbita e inesperada de su marido.

Estas obras de pérdida y duelo, que además son memorias de una etapa negra y salvavidas de quien las escribe, funcionan también para los lectores que consiguen encontrar en ellas elementos con los cuales encuadrar mejor, y eventualmente reconducir, la onda expansiva de una pérdida.

Reflexionando sobre esto, la poetisa Meghan O'Rourke sostiene, en una entrevista reciente, que este tipo de historias son, entre otras cosas, un espacio público donde se puede conversar, sin ningún riesgo, sobre la pérdida y el duelo, son "una respuesta orgánica a la pérdida".

Estas historias escritas desde el dolor que produce la muerte de alguien muy querido, cuyo filón terapéutico no tiene nada que ver con los libros de autoayuda, han ido llegando en los últimos meses a las librerías, como una versión actual de esa escritura de duelo que ha existido siempre en la literatura, comenzando por Hamlet, ese melancólico arquetípico que va arrastrando la muerte de su padre, una pena que lo parte en dos y que tiene que purgar solo, con una intensidad que es la sustancia de la historia, porque Gertrude, su madre, ya se ha ido con su tío Claudio.

Entre los libros de "respuesta orgánica a la pérdida", para utilizar la terminología de Meghan O'Rourke, que han ido apareciendo en los últimos tiempos están Vidas ajenas, del desasosegante escritor francés Emanuelle Carrere; El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia, de Patricio Pron; Correr el tupido velo, donde Pilar Donoso disecciona su historia con José Donoso, su padre; Azul serenidad o la muerte de los seres queridos, de Luis Mateo Díez; Diario del duelo, el oscuro lamento de Roland Barthes por la pérdida de su madre, o Tiempo de vida, de Marcos Giralt Torrente.

El psicoanalista inglés Darian Leader aborda el tema de la pérdida y el duelo en un ensayo, de muy reciente aparición, titulado La moda negra y con el subtítulo Duelo, melancolía y depresión. Leader se puso a trabajar a partir del ensayo Duelo y melancolía de Freud y, desconcertado ante la poca información que encontraba en los libros de sus colegas, recurrió a la literatura y ahí encontró una gran cantidad de obras que lo hicieron formularse la pregunta que dio origen a su ensayo: "¿Podrían las artes ser de hecho una herramienta vital que nos permita dar sentido a las inevitables pérdidas en nuestras vidas?".

Darian Leader, en sintonía con Meghan O'Rourke, la poetisa de Brooklyn que escribió The long goodbye, ve en este tipo de obras un elemento terapéutico: "El lugar de las artes en nuestra cultura adquiere un nuevo sentido: como un conjunto de instrumentos que nos ayudan a vivir el duelo. Las artes existen para permitirnos acceder al dolor y hacen esto mostrando públicamente cómo la creación puede emerger de la turbulencia de una vida humana. En nuestro uso inconsciente de las artes, tenemos que ir fuera de nosotros para volver adentro".

La autora de Memorias de una viuda, Joyce Carol Oates, dice que el duelo es la más humana de las emociones, pero que se trata de una emoción que va rigurosamente en un solo sentido, porque no puede ser recíproca.

Darian Leader cita en La moda negra a la psicoanalista Ginette Raimbault, y redondea, de una manera involuntaria, la idea de Joyce Carol Oates: "El trabajo de escritores, artistas, poetas y músicos es muy importante para ayudar a sacar a la luz la naturaleza universal de lo que siente una persona en duelo, pero no en el sentido de que todos sentirán lo mismo. Por el contrario: lo que nadie puede entender de mi dolor, alguien puede expresarlo en tal forma que yo pueda reconocerme a mí misma en lo que no puedo compartir".

Entusiasma la idea de Leader, que comparten las dos escritoras, de que estos libros donde un autor exorciza la muerte sirven también de exorcismo para el lector; la literatura, que, como todas las artes, forma parte de las cosas que no sirven para nada, cobra aquí una dimensión terapéutica. La idea es, desde luego, opinable, pero, de entrada, no está mal que en este milenio en donde todo debe tener una utilidad, y producir algún tipo de ganancia, aparezcan de pronto estas obras que tienen, desde el punto de vista de Leader, una utilidad añadida a sus méritos literarios.

No deja de ser curioso que un tema tan grave como la muerte, y el duelo, se trate con más amplitud y generosidad en la literatura que en el mundo del psicoanálisis, donde Leader buscó ideas infructuosamente; quizá se deba a que estos libros escritos desde el duelo son obras que rozan la ficción y que, aunque sean rigurosamente verdad, utilizan recursos narrativos propios de las novelas. Probablemente la muerte, la pérdida y el duelo, son una realidad tan real, tan insoportablemente puntual y veraz, que termina tocándose con la ficción, con ese mundo de mentiras donde las cosas no existen, hasta el día en que se convierten en verdad.


Libros sobre la pérdida aparecidos en los últimos meses.

- Vidas ajenas (Anagrama), de Emanuelle Carrere.

- El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia (Mondadori), de Patricio Pron.

- Correr el tupido velo (Alfaguara), de Pilar Donoso.

- Azul serenidad o la muerte de los seres queridos (Alfaguara), de Luis Mateo Díez.

- Diario del duelo (Paidós), de Roland Barthes.

- La moda negra (Sexto Piso), de Darian Leader.

- Memorias de una viuda (Alfaguara), de Joyce Carol Oates.

Grace Kelly, una vida de cine


Un filme contará su labor diplomática


Grace Kelly nació para el resto de los mortales en la pantalla, y su posterior matrimonio con Raniero de Mónaco aumentó su leyenda. Era lógico que antes o después su vida pasara al cine.

Sin embargo, según cuenta The Hollywood Reporter, la película que prepara la productora francesa Stone Angel, de Pierre Ange Le Pogam (Tell no one, Los tres entierros de Melquiades Estrada), se centrará en su labor diplomática durante seis meses de 1962, cuando Charles de Gaulle, presidente de Francia, protestó por las extraordinarias exenciones fiscales de las que gozaban los ciudadanos de Mónaco y creó un conflicto internacional.

El filme tiene presupuesto, 15 millones de euros, pero Le Pogam busca estos días director y protagonista para un guion que, según The Hollywood Reporter, se asemeja a El discurso del rey.

La capacidad del ser humano a superar los acontecimientos es muy potente



Luis Rojas Marcos (Sevilla, 1943) ha viajado desde Nueva York a Madrid para presentar su nuevo libro -"informativo"- en el que se adentra en el mundo del recuerdo: Eres tu memoria. De una manera sutil navega por los entresijos de esta habilidad humana acoplando la historia de la medicina y de la psicología con su propia experiencia para explicar los mecanismos que llevan al olvido, el recuerdo o a demencias degenerativas como el alzhéimer. Casi 200 páginas que adentran al lector en un mundo de células, estructuras cerebrales y mecanismos biológicos que explican el "maravilloso e inquietante" mundo de la memoria.

Pregunta. La pregunta obligada es: ¿qué es la memoria?

Respuesta. Es la facultad básica que nos permite construir nuestra propia historia, definir quiénes somos y mantiene el sentido de continuidad.

P. ¿Y qué aporta su libro que no tengan los demás?

R. Mi objetivo con este libro era explicarle al lector de la forma más sencilla y exacta lo qué es la memoria y es algo que no he leído en ningún libro, nadie ha tratado de explicar de forma sencilla pero puesto al día qué es la memoria, sobre todo, desde el aspecto creativo de la memoria. La mayoría de los libros se centran en la evocación de lo que uno aprende. Y los otros aspectos que he incluido son la cuestión del olvido y esta nueva herramienta de Internet y la nueva definición que tenemos del alzhéimer de hace unos meses.

P. En cuanto al alzhéimer cada vez se están diagnosticando más casos de comienzo temprano. Usted habla en el escrito de cuatro fármacos que retrasan el inicio de la enfermedad. ¿En su opinión cuál es más efectivo?

R. En la actualidad efectivamente hay cuatro medicamentos que cumplen requisitos oficiales para el tratamiento del alzhéimer que son los conocidos como inhibidores de la colinesterasa y el cuarto, igualmente aprobado, es la memantina. Estos fármacos son muy útiles, retrasan el deterioro pero no son curativos. Para elegir el idóneo depende del paciente. Las medicinas con las que trabajamos facilitan la transmisión entre las neuronas y todo lo que facilite esa conducción nos va ayudar. Lo que suelo hacer es probar con el paciente un fármaco durante un mínimo de tres semanas y esperar a ver cómo reacciona. Algunas veces si añades vitamina B, funciona mejor. Pero repito, estos retrasan los síntomas, todavía no tenemos la llave la curación.

P. En su libro revela la importancia de la memoria virtual y su relación con el olvido, en este mundo actual lleno de redes sociales en las que cualquiera puede plasmar su vida. Como seres sociales que somos, estamos perdiendo la capacidad de no recordar. ¿Estamos enlatando la memoria?

R. La gente tiene miedo a desaparecer. Hace mil años hacían pirámides porque pensaban que era una forma de seguir viviendo y ahora cuelgan sus fotos. Al final la sociedad va a tener que adaptarse a esa realidad, no tomarlo mal, hay que darle otra oportunidad aquellos que por el afán de contar su vida erran -por ejemplo poniendo fotos borrachos- y sus superiores deciden castigarlos. Habrá que admitir que la gente tiene derecho a contar su vida y que eso no le define como personas. El peligro actual es que va a haber víctimas de esa realidad y no van a tener una segunda oportunidad.

P. ¿En la introducción del libro usted menciona un estudio que se hizo con personas bilingües, cómo surgió esta investigación?

R. Fue una experiencia muy importante para mí. Yo venía de un país, te recuerdo que yo nací en el 1943, en el que estaba todo parado y llegué a Estados Unidos sin saber que me iba a encontrar. Estaba en mi año de residencia, aquí lo llamáis MIR, y me llamó la atención de que había enfermos que recordaban cosas distintas en idiomas distintos, en español o inglés, la mayoría puertorriqueños, y se lo conté a un profesor. Fue en 1971. Lo sorprendente fue que en unas semanas montaron una sala con vídeo y empezaron a investigarlo. Se lo tomaron en serio. Al final se descubrió que si la respuesta esperada era un sí o un no, contestaban en inglés y si por la contra requería una elaboración de sentimientos y actitudes pues estas personas cambiaban a su lengua materna, el español. Yo noté todo esto en mi persona, para mí no era igual decir Te quiero que I love you por el componente emocional. La memoria no cambia de idioma, los conceptos subjetivos y sentimentales son las que fuerzan que elijamos un idioma u otro.

P. En su libro narra la historia de cuando su hija se fue a la universidad. Usted, según narra, sintió cierta desazón pero inmediatamente su memoria se activó y pudo recordar rencillas y discusiones con ella que le ayudaron a superar el trance. ¿Ocurre este mismo proceso cuando perdemos a un ser querido, con la muerte?

R. Si la muerte es inesperada de un ser querido, se tardará un poco más en asimilarlo. Ten en cuenta que una función de la memoria es el olvido, por lo que la memoria se encargar de bloquear el dolor, te ayuda. El paso del tiempo hace que el dolor pierda intensidad. Y luego esta incluso te hace percibir buenos recuerdos. Además, existe una tendencia natural en el ser humano a tener una visión positiva de las situaciones.

P. La OMS anunció hace unas semanas que uno de cada cuatro habitantes del mundo será atendido por un servicio de atención mental en los próximos años. En esta época de crisis, en la que cada vez hay más ansiedad y depresión, ¿cómo afectará a la memoria de estas personas a largo plazo?

R. No cabe duda que la depresión afecta a la memoria. Es cierto que en tiempos de crisis, hay y va haber más gente aquejada de ansiedad, sobre todo con una sensación de incertidumbre de no poder programar su vida. Tiendo a pensar, como en otras crisis mundiales, que la capacidad del ser humano a superar los acontecimientos es muy potente, incluso en episodios como la II Guerra Mundial. Mi creencia es que la mayoría de los seres humanos tenemos la suficiente capacidad de compensar los acontecimientos dolorosos por lo que aseguro que no habrá un daño permanente, en general. Siempre habrá personas individuales que puedan tener problemas. La memoria nos ayuda a negar y es muy útil para explicarnos las cosas.

P. Hace dos semanas se declaró el fin de terror en España. ¿Qué va a ocurrir con la memoria de aquellos que fueron tocados por esta realidad?

R. Habrá personas que les haya afectado mucho porque fueron él o ella los que lo vivieron de cerca, se han quedado estancados, y, tal vez, no puedan liberarse del dolor. Esta gente sigue muy atada a su verdugo en la identidad de víctima que les limita mucho su vida, porque les impide abrir un nuevo capítulo con entusiasmo. Sienten cosas como la venganza, odio o rencor que les paralizan. Les absorbe la energía vital. Por lo que la memoria les puede ayudar a crear nuevos recuerdos que les ayude a afrontar tan terrible realidad.

lunes, 31 de octubre de 2011

La Cienciología busca los trapos sucios de 'South Park'


La asociación religiosa investiga la serie animada por ridiculizar a algunos de sus miembros más famosos


La asociación religiosa que ha conseguido atrapar a famosos artistas como Tom Cruise está empeñada en silenciar a Trey Parker y Matt Stone. Para ello está llevando a cabo una minuciosa investigación que tiene como objetivo encontrar los puntos débiles de los creadores de South Park

Marty Rathbun, un destacado miembro de la Iglesia de la Cienciología, ha publicado recientemente un memorándum que atribuye a un alto cargo de la Optical Society of America. "Las operaciones marchan con el objetivo de silenciar a Parker y Stone a pesar de que la Cienciología no ha tenido éxito últimamente", sentencia en su informe.

Para llevar a cabo esta investigación sobre la vida personal de Parker y Stone, la organización religiosa está recurriendo a "informantes, registros públicos y otros métodos varios", según recoge el texto del que se ha hecho eco The Hollywood Reporter.

"Llamadas de teléfono. Extractos bancarios. Cartas personales que expongan cualquier tipo de vulnerabilidad. Recetas. Se puede saber mucho de ti a partir de tu basura", explica Rathbun en el informe.

Según este escrito, la Iglesia de la Cienciología está recurriendo a allegados de los dibujantes para detectar sus puntos débiles: "Para encontrar una línea directa a Parker y Stone algunos de sus amigos han sido identificados". Entre estos "amigos" se citan al escritor Matthew Prager, el actor John Stamos y su mujer Rebecca Romijn, y el guionista David Goodman.

Trey Parker y Matt Stone despertaron la ira de la Iglesia de la Cienciología con el capítulo 137 de South Park: Atrapado en el Armario -Trapped in the Closet en su título original-. Emitido por primera vez en noviembre de 2005, esta entrega ridiculiza a la secta religiosa convirtiendo a Stan en la reencarnación de L. Ron Hubbard -fundador de la organización- y parodia a Tom Cruise, quien se encierra en un armario y se niega a salir hasta el final del capítulo.

En 2006 fue el mismo Tom Cruise el que protestó ante Viacom, propietaria de Comedy Central y Paramount. El actor amenazó con no cumplir sus obligaciones en la promoción de la película de Paramount Misión Imposible III si el capítulo Atrapado en el Armario volvía a ser emitido por Comedy Paramount.

Entonces Viacom optó por no volver a emitir el polémico capítulo a lo que los creadores de South Park respondieron muy sonadamente: "Cienciología, puede que hayas ganado esta batalla pero, ¡La guerra del millón de años por la tierra acaba de comenzar! Nos habéis parado por ahora pero vuestro intento de salvar a la humanidad fracasará. Invocamos a Xenu! Firmado: Trey Parker y Matt Stone, sirvientes del oscuro señor Xenu".

A partir de hoy entra en vigor el desahucio exprés


La norma pretende simplificar los procesos y acortar los tiempos de respuesta de los tribunales


El desahucio de viviendas por impago del inquilino podrá acelerarse a partir de hoy, cuando entra en vigor la Ley de Medidas de Agilización Procesal, que permite al propietario acogerse al sistema del proceso monitorio -rápido y sencillo- para la reclamación de las rentas y desahucio.

Esta norma, incluida en el plan de modernización de la Justicia del ministro Francisco Caamaño, acomete reformas destinadas a simplificar los procesos y acortar los tiempos de respuesta de los tribunales, mediante la eliminación de trámites innecesarios.

Entre otras, modifica la Ley de Enjuiciamiento Civil (LEC) al permitir que, una vez presentada la demanda por impago, el secretario judicial dé diez días al inquilino para que abone la cantidad adeudada, abandone la vivienda o presente las alegaciones por las que se opone al pago.

Si transcurrido dicho periodo el demandado no ha realizado ninguna de las opciones, el secretario judicial procederá directamente a dar fecha para el lanzamiento (día en el que se hace efectivo el desalojo del inmueble), previa solicitud del propietario.

Hasta ahora, tras la demanda por impago el Juzgado señalaba la fecha del juicio, en la que se reconocía al propietario el derecho a recuperar su vivienda, así como la fecha del lanzamiento, lo que alargaba los plazos meses.

Con la reforma actual, el derecho a recuperar la vivienda puede ser reconocido en un plazo de diez días.

No obstante, el abogado del despacho Lusilla y Asociados, Sergio Lusilla, aseguró a Efe que "la reforma será insuficiente" si no va acompañada de la implementación de personal en los juzgados".

Según explicó, hasta ahora, el arrendador debe esperar meses para el desalojo, llevado a cabo por una comisión judicial que fija las fechas por riguroso orden de asuntos.

Hacen falta más medios humanos que practiquen los lanzamientos en un "tiempo breve" para que el arrendador no tenga que esperar meses a que el personal del juzgado se desplace a su vivienda, acompañada de la fuerza pública, para devolvérsela, apuntó.

Esta modificación de la LEC viene a completar la llamada Ley de Medidas de Fomento y Agilización Procesal del Alquiler y Eficiencia Energética de los Edificios, denominada "Ley del desahucio exprés" que fue aprobada en 2009.

Esta norma redujo de dos meses a uno el plazo que debe transcurrir entre el momento en el que el arrendador exige por requerimiento el pago de las deudas atrasadas y el momento en que puede presentar una demanda.

Un millar de abrazos para el Niemeyer


Una cadena humana formada por unas mil personas rodea los edificios del centro cultural y corea consignas a favor de su continuidad


Un millar de personas abrazó ayer los edificios del Centro Niemeyer en un gesto de apoyo al equipamiento cultural, cuyo futuro está en tela de juicio por el pulso que mantienen el Gobierno del Principado y la fundación que lo gestiona. El abrazo se consiguió con una cadena humana que fue rodeando cada uno de los edificios que conforman el centro: el auditorio, la cúpula y la torre. Unos pocos lo intentaron también con el edificio de servicios múltiples, pero la cadena no daba para tanto. Al final, la multitud se dispuso con las manos entrelazadas alrededor de todo el perímetro de la plaza. La de ayer fue la tercera concentración ciudadana en la plaza del Niemeyer para apoyar al centro cultural. También la menos numerosa, tras descolgarse de la convocatoria varios de los colectivos que convocaron las anteriores que lograron reunir cerca de 4.000 y unas 5.000 personas respectivamente.

«¡Esta cadena, abraza al Niemeyer!» coreaban los manifestantes, al tiempo que -imitando una especie de danza prima- se balanceaban hacia delante y hacia atrás en torno a los edificios del centro cultural. Avelina González Fernández casi pierde el bolso con tanto ajetreo en el corro ciudadano. «Es lo de menos», dijo. «Todos tenemos que estar aquí hoy, ¡todos! Soy avilesina y defiendo mi ciudad. Lo que es bueno para mi ciudad es bueno para mí», manifestó. El matrimonio formado por José Manuel Suárez y María José Fernández, de Corvera, no se ha perdido ni una sola de las manifestaciones ciudadanas en apoyo del Centro Niemeyer. «El centro es importante para Avilés y para toda la comarca. Tenemos que movilizarnos, porque la solución parece complicada», explicaron antes de unir sus manos al del resto de los ciudadanos que abrazaron ayer al Niemeyer.

Mientras las voces, cada vez más fuertes, coreaban «¡Nuestro Niemeyer no se cierra!» la avilesina Susi Suárez hablaba de «justicia». Ella y sus amigas acudieron a la concentración de ayer porque la causa que defienden «es de justicia», afirmó. «Me gustaría que todo esto acabara bien, no pueden cerrar un equipamiento cultural como este por un capricho personal», manifestó.

Los que andaban más despistados ayer a mediodía en la plaza del Niemeyer eran los turistas. La escena de un millar de personas de la mano y en corro alrededor de los edificios les resultaba cuanto menos atípica. Algunos se acercaban a preguntar, y entonces su asombro crecía aún más. «¿Que lo quieren cerrar? ¿Entonces para qué lo han hecho?», preguntaba extrañada Marisefa de Lope, una madrileña de puente en Asturias.

La concentración terminó con un sonoro aplauso final, casi una hora después del comienzo del abrazo multitudinario al centro cultural.

La convocatoria de ayer estaba promovida desde las redes sociales. En concreto, la idea partió el grupo de Facebook «Yo apoyo al Centro Niemeyer». Ese fue el motivo por el que se descolgaron de la actividad algunos de los convocantes de las concentraciones anteriores, como es el caso de la Unión de Comerciantes (Ucayc) y los sindicatos UGT y CC OO. Estos colectivos explicaron que la concentración de ayer no se había convocado «de forma seria» y que ningún portavoz ni plataforma «está detrás de las reivindicaciones». Tras el abrazo ciudadano de ayer a los edificios no se leyó ningún manifiesto. Un «speaker» ataviado con la camiseta roja de apoyo al Niemeyer fue el encargado de organizar los grupos de personas y agradecer su asistencia, una vez concluido el acto.

Halloween no es estadounidense




La fuerza expansiva de la cultura estadounidense ha hecho que Halloween se haya popularizado en otros países, como en el nuestro. En España cada año tiene más seguidores, pero pocos son los que saben el verdadero origen de esta terrorífica costumbre.

Al contrario de lo que se pueda creer, el orígen de Halloween no tiene lugar en Estados Unidos, sino que fue nuestro continente el que exportó esta costumbre. Los celtas son los culpables de esta fiesta cada vez más extendida que los emigrantes europeos llevaron al otro lado del océano en el siglo XIX, sobre 1845.

Esta historia se remonta a más de 2.500 años. Era habitual que al llegar el día 31 de octubre de nuestro calendario, los celtas llevaran a su ganado de los prados a los establos para sobrevivir al invierno. En su calendario, este día coincidía con el último del año, momento en el que se suponía que los espíritus tenían permiso para salir de los cementerios e intentar resucitar apoderándose de los cuerpos de los vivos.
Decorados y disfraces para ahuyentar a los espíritus

Los poblados celtas debían impedir que éstos se acercasen a sus hogares y, para ello, pensaron en ensuciar sus casas y 'decorarlas' con huesos y demás elementos desagradables. Así, pensaban, los muertos pasarían de largo y no les harían daño.

Pero los celtas no se conformaban con 'disfrazar' sus casas, esa noche también solían vestirse con pieles de animales y así no ser descubiertos por los espíritus. Aquí nace la tradición de decorar las casas con motivos siniestros y de los disfraces.

domingo, 30 de octubre de 2011

Sinead O'Connor vuelve a la calvicie




MARIO ANZUONI

Sinead O'Connor ha vuelto a sus orígenes. Por lo menos en lo que concierne a su look capilar. O a su no look capilar, mejor dicho. La cantante irlandesa ha aparecido en un evento en Los Ángeles la noche del jueves con la cabeza rapada, tal como se hizo famosa en 1990. Pero los años no pasan en vano para ella. Tras 21 años y cuatro hijos, el cambio es muy notorio. Y los tatuajes que ha elegido tampoco aportan mucho a su imagen.

NORUEGA : El manual de la buena vida


Es el país que mejor funciona de Europa. Crece, no tiene paro, su deuda es mínima y está en cabeza de las clasificaciones sobre desarrollo humano. Es una sociedad que ha reconciliado el individualismo de sus habitantes con una idea de proyecto en común. Y ha triunfado. El petróleo ha hecho el resto. El atentado del mes de julio indica que la integración de la inmigración es su asignatura pendiente. Así es la potencia más silenciosa.
JESÚS RODRÍGUEZ 30/10/2011


Sencilla en su complejidad como ocurre siempre en la arquitectura nórdica; alzada sobre el mar; inmersa en un inmaculado parque de adoquines sembrado de violetas en el que cuando surge un despistado rayo de sol brota una marea de bebés y pensionistas en atuendo deportivo; con nueve siglos de historia, la catedral luterana de Stavanger, en la costa suroeste de Noruega, está considerada la más antigua del país. Su interior, mudo, pulcro, sobrio, sin imágenes, en el que las viejas tablas del suelo crujen bajo los pasos de los fieles, es el mejor reflejo del frugal estilo escandinavo de interpretar la vida, donde el lujo y el alarde son un pecado cívico y moral. El negro y el gris son los colores de este país: de su cielo gran parte del año; del salvaje mar del Norte; de la discreta ropa de su gente; de las rancheras suecas y alemanas; de las calles de Oslo. El negro y el gris mimetizan a los noruegos con su entorno, los uniformizan y hacen que sea difícil detectar la diferencia de clases. "No pienses que eres especial", rezaba la filosofía igualitarista del país.

Este centenario templo de Stavanger encierra otra metáfora del alma de Noruega. No tiene rígidos bancos corridos de madera como en las iglesias católicas donde los devotos se amontonan codo con codo. Aquí cada fiel ocupa una amplia e idéntica silla individual de asiento mullido con un pequeño espacio para que descanse el breviario sin molestar al vecino. Cada silla es una isla. No hay contacto físico entre los devotos. Si la vista desciende un poco, se percibe que todas están unidas con abrazaderas metálicas. Cada silla ocupa su propio espacio, pero es imposible separarla de su fila.

Juntos, pero no revueltos. Así son los noruegos. Un pueblo que, más allá de la riqueza que le proporciona el mar, sus bosques y el petróleo, ha basado su éxito económico y social en reconciliar su individualismo, herencia de un pasado de pescadores y campesinos aislados en cabañas de madera y en contacto íntimo con una naturaleza bella y dura; pobres, libres, puritanos y autosuficientes, con el extremo opuesto: con un profundo sentido comunitario que apuesta por el bien de todos, la igualdad, la solidaridad y, sobre todo, la confianza en el Estado niñera, que se ocupa sin grietas aparentes del bienestar de sus ciudadanos a través de las más generosas y antidiscriminatorias prestaciones sociales del planeta. Al tiempo, regula extensas parcelas de la vida de los noruegos (su educación, salud, pensiones, relaciones laborales y distribución de la riqueza) sin que a nadie parezca molestarle.

En Noruega, el servicio militar es obligatorio, y el 95% de las escuelas, públicas. El IVA alcanza el 25%. El petróleo es de propiedad estatal. Y los buenos estudiantes reciben generosos préstamos del Estado para matricularse en las mejores universidades del mundo. El Estado controla hasta el consumo de alcohol, cuyo monopolio ostenta a través de la red de tiendas Vinmonopolet, únicos comercios en Noruega donde se pueden comprar licores de más de 4,75 grados a un precio hasta tres veces más caro que en España. Una de las aficiones favoritas de los noruegos es saquear de bebidas alcohólicas y cartones de cigarrillos los anaqueles de las tiendas libres de impuestos de los aeropuertos en cuanto salen de su país. Una botella de whisky es un regalo siempre bien recibido en un hogar noruego. Sus anfitriones le acogerán descalzos, risueños, rodeados de niños, con una tarta casera y expresándose en un inglés perfecto.

Al mismo tiempo que el sueño igualitario del Estado de bienestar, acuñado tras la II Guerra Mundial y que ha estructurado desde entonces la convivencia en Europa (con partidos democristianos o socialdemócratas en el poder) se pone en cuestión ante el avance del neoliberalismo y por la crisis financiera, Noruega, una de las inventoras del sistema del bienestar, lucha por continuar en esa dirección; está en su ADN; navega por libre, como hace mil años, cuando sus antepasados vikingos se lanzaban al mar a tumba abierta en sus drakkar hacia Reino Unido, América (aún sin descubrir) y Bizancio. Noruega no ceja. Representa una equilibrada mezcla de capitalismo y colectivismo. De mercado y planificación, idealismo y realismo, neutralidad y afán de influencia, ingenuidad y estrategia. La cuestión es dar para recibir. "Soy generoso con mis impuestos porque el Estado es generoso conmigo". Un contrato entre la comunidad y el individuo que dura hasta la muerte. "Somos ciudadanos libres e iguales en la misma dirección", me dirá un sindicalista. En Noruega tiene más responsabilidad el que más tiene. Y no es difícil saber quién es. La información sobre los ingresos de cada ciudadano es pública a través de Internet.

Noruega camina discreta y sin aspavientos por esa tercera vía que le ha convertido en una potencia silenciosa; un próspero Estado ni emergente ni emergido que ocupa desde hace 30 años la primera posición en el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas. Sus niveles de desempleo son anecdóticos; su renta por habitante, la mayor del planeta; su crecimiento, tras tres ejercicios titubeantes, se acercará este año al 3%; su deuda soberana es la más sólida del planeta, y tiene una completa paridad de género por ley tanto en el sector público como en el privado. Arnie Hole, directora general de Infancia, Igualdad e Inclusión Social, nos confirma que su ministerio tiene un presupuesto de 5.000 millones de euros (mil euros por habitante) "más que la suma de los ministerios de Pesca, Agricultura y Cultura juntos". El Estado de bienestar llega hasta el diseño y la arquitectura, que, según regula el Gobierno, debe "elegir soluciones ecológicas y energéticamente sostenibles, ser de buena calidad, promovida por el conocimiento y la competencia y visible internacionalmente". El Estado se reserva el papel de "salvaguardar el entorno cultural y velar por la herencia arquitectónica". Es una declaración de principios. Cuando pregunto a Andreas Vaa Bermann, arquitecto y director de la Fundación para la Promoción de la Arquitectura Nórdica, cuál es el objetivo del diseño en este país, contesta como un relámpago: "Mejorar la vida de la gente".

Noruega no se parece a nada; tampoco al resto de los Estados nórdicos, bajo cuyo yugo transcurrió parte de su historia. Los noruegos aún arrastran cierto complejo de inferioridad hacia sus vecinos. Aliviado en las últimas décadas por el bálsamo de los petrodólares. Hasta los años setenta, Noruega era el hermanito pequeño de Escandinavia. Unos campesinos aislados. "Lo que más deseaba un noruego era tener un Volvo con un chófer sueco", explica una profesora de la capital. "En parte lo hemos logrado; todos los camareros de Oslo son suecos; cobran más que en su país (no menos de 2.000 euros), y son más mundanos que nosotros".

Los noruegos no fueron tan cosmopolitas como los daneses ni tuvieron la tradición industrial y militar de los suecos; no tuvieron colonias ni participaron en guerras. En torno a esas pacíficas señas de identidad, Noruega iría acuñando una marcapaís de Estado frío, fiable y eficaz. Gracias a esa imagen ha conseguido una influencia internacional superior a su peso real. Noruega se ha convertido en el donante más generoso en cooperación internacional y un eficaz actor en la resolución de conflictos internacionales, como ocurrió en 1993 con los Acuerdos de Oslo, entre Arafat y Rabin con Bill Clinton de testigo, que se negociaron en secreto en la sede del FAFO, un think tank socialdemócrata. O, más recientemente, con la ex primera ministra laborista Gro Harlem Brundtland, muy activa en el proceso de paz del País Vasco.

Noruega ha seguido siempre su camino. En los mismos días en que estallaban los totalitarismos en Europa a comienzos del siglo XX, abolía la pena de muerte y se convertía en la sede del Nobel de la Paz. El primer rey del nuevo Estado, Haakon VII, exigió antes de ocupar el trono un referéndum para que el pueblo dijera si le quería; ganó; cuando tuvo que nombrar en los años veinte un primer ministro de izquierdas, profirió una frase que su pueblo recuerda con orgullo: "Soy también el rey de los comunistas".

El mar se convirtió pronto en su motor industrial gracias a la pesca y el transporte marítimo, unido a la generación de electricidad debido al gran caudal de agua dulce del país. Los noruegos se especializaron en diseñar barcos capaces de afrontar las peores condiciones y en la construcción de obras públicas. Viajar por la irregular y bellísima geografía del país supone atravesar decenas de estilizados puentes inmersos en la naturaleza, túneles interminables y navegar en sofisticados ferries sólidos como rompehielos. Ese dominio de la ingeniería le resultaría esencial cuando descubriera petróleo como embrión para desarrollar una industria nacional y no echarse en los brazos de las multinacionales. Hoy, Noruega, además de crudo, exporta conocimiento e innovación.

Su camino ha sido diferente al del resto de los países nórdicos. Para empezar, los noruegos optaron en dos referendos, en los años setenta y noventa, por dar la espalda a la Unión Europea (a la que sí pertenecen Finlandia, Suecia y Dinamarca). Ellos dicen que fue para salvaguardar sus cuotas de pesca y agricultura; lo que realmente querían defender era una soberanía nacional que no habían conseguido hasta zafarse en 1905 de Suecia en un pulso que ganaron sin pegar un tiro. Noruega es un pueblo viejo, pero un Estado joven. Empapado de romanticismo nacionalista. Celoso de sus tradiciones. A la primera de cambio, sus habitantes se lanzan a la calle ataviados con trajes regionales y la bandera nacional ondeando en la mano.

Dentro de esa línea de reafirmación nacional, los noruegos han defendido con ardor su modelo de sociedad frente a las instituciones europeas. Están, pero no están. No son miembros de la Unión Europea, pero forman parte del Espacio Económico Europeo. Han vuelto a poner en valor su particular visión de la sociedad y ese camino les ha mantenido a salvo de la recesión y los estertores del Estado de bienestar. La riqueza petrolera que engrasa toda la economía del país les hace reafirmarse en esa tercera vía; les proporciona 200.000 empleos y la mitad de sus exportaciones. Y un papel global: Noruega ya es el segundo exportador de gas y el tercero de crudo a nivel planetario.

No quieren cambiar. No lograron hacerlo los nazis a lo largo de una cruel invasión y administración del país durante cinco años a través del gobierno de un noruego títere (que hoy ningún noruego quiere recordar); ni los soviéticos, que les liberaron de Hitler para retirar a continuación su ejército sin exigir nada a cambio. Noruega, que tiene frontera con Rusia, fue el único Estado que Stalin no absorbió tras ocuparlo militarmente. Sin embargo, en 1948, un Gobierno de izquierdas anclaba la seguridad de Noruega a Occidente ingresando en la OTAN. Demostraban que su especialidad era navegar por aguas turbulentas. "Estar en la OTAN era una cuestión de subsistencia como país", explica un diplomático. "Teníamos a la URSS sobre nuestras cabezas y necesitábamos sentirnos seguros y dedicarnos a reconstruir el país, que estaba destrozado tras la guerra y con un 30% de desempleo. Estábamos con Estados Unidos en la Alianza, pero al tiempo nos negábamos a que la España de Franco entrara en la ONU. Teníamos una economía muy regulada y dirigida por el Estado. Éramos muy rojos".

Noruega representa un modelo irrepetible de sociedad nacido del aislamiento de una población escasa (cinco millones en un territorio con un tamaño de más de la mitad del de España) y homogénea en raza, cultura, religión y forma de vida (en los años setenta, un 94% de los ciudadanos eran de origen noruego, y un 86%, de religión protestante), cohesionada a través de un pasado de opresión por parte de sus vecinos y con una gran riqueza en recursos naturales. Con ese escenario uniforme y la omnipresencia del Estado, que regulaba las relaciones laborales y se aseguraba de que antes que una ley llegara al Parlamento hubiera consenso entre las fuerzas políticas, el progreso no se hizo esperar. El modelo funcionó en Noruega mucho antes de encontrar petróleo. El problema llegaría a partir de los noventa con la avalancha de inmigrantes que iba a desequilibrar esa eficiente sociedad monocolor. Hoy, con un 12% de población de origen extranjero, la tradicional confianza del noruego hacia sus vecinos se ha comenzado a agrietar; las formaciones xenófobas, a crecer (como en el resto de países nórdicos), y el Estado de bienestar, a sufrir conmociones que no estaban previstas.

La iglesia luterana (la oficial en este país) hizo también su aportación a ese cóctel social que hoy se etiqueta como modelo noruego: su sentido frugal e igualitario de la vida inspirado en el trabajo duro y la responsabilidad. La comunidad protestante asumía un doble papel de solidaridad y de control del individuo. Una función que después adoptaría el Estado. La ética del trabajo tiene mucho que ver con el milagro noruego. Sus habitantes son profundamente competitivos, trabajan desde jóvenes y vuelan pronto del hogar paterno; a cambio, saben que cuentan con el colchón del Estado si vienen mal dadas. Los noruegos se necesitan. Todos deben trabajar. Todos tienen que ganar mucho dinero, pagar muchos impuestos y gastar mucho (en un país donde una cerveza cuesta diez euros). El pleno empleo es la espina dorsal del modelo. Trabajas y pagas impuestos para costear la educación de los jóvenes y las pensiones de los viejos, al igual que esos viejos financiaron con sus impuestos tu educación y esos jóvenes pagarán tus pensiones en el futuro. El sistema se basa en el empleo y la confianza. Los noruegos se consideran ciudadanos iguales que marchan en la misma dirección. Sin distinción entre hombres y mujeres. Todos deben trabajar desde jóvenes: hombres, mujeres e inmigrantes. Ganar lo mismo. Y pagar impuestos. Lo confirma la directora general de Igualdad, Arnie Hole: "La igualdad tiene un componente moral, pero el principal motivo es económico. Una economía moderna y competitiva necesita las mejores cabezas y manos sin mirar de qué raza o sexo son. No podemos permitirnos el lujo de perder los mejores talentos. Y no se trata solo de fijar cuotas, estas deben ir acompañadas de políticas sociales para reconciliar el trabajo y la vida familiar. Tenemos que apoyar a las mujeres; si no, el desafío por alcanzar las posiciones más altas de su profesión será todavía demasiado alto para ellas y los niños no nacerán. Y los niños deben nacer porque son una inversión de futuro. Ninguna mujer en Noruega debe ser forzada a elegir entre su familia y su carrera. Ese es aquí un valor básico. Hemos creado 10.000 guarderías; las mujeres pueden coger un año de permiso maternal con el 80% del sueldo (o 10 meses con el 100%), y los hombres, 12 semanas. Hemos conseguido que el 80% de las mujeres trabajen y, al mismo tiempo, que el 82% tengan hijos menores de 10 años. Ese es nuestro futuro".

A partir de esos elementos, los noruegos han construido una sociedad donde la distancia que separa a los ricos de los pobres es pequeña. Están convencidos de que la desigualdad es corrosiva y corrompe a las sociedades. Algunos dicen que Noruega es el último Estado socialista de Europa. La sede del Partido Laborista, inspirador del modelo noruego desde los años treinta, en el número 2 de la Youngstorget de Oslo, parece confirmarlo con su estilo arquitectónico limítrofe con el realismo soviético. Como en Noruega casi todo encierra una paradoja, en el entorno de la simbólica sede de la izquierda noruega se da cita la juventud dorada noruega en los restaurantes de moda.

¿Es Noruega el último Estado socialista de Europa? Ante la pregunta, el ministro de Finanzas, el laborista Sigbjørn Johnsen, sonríe y pasa a otro tema. Al final de la entrevista, su director de comunicación pone las cosas en su sitio con gesto helado: "Socialistas, sí, pero democráticos".

Recorriendo los pasillos art nouveau del edificio del Gobierno hasta llegar a la oficina de Johnsen, las ventanas del ministerio aparecen rotas y cubiertas por placas de contrachapado. Las puertas están fuera de sus marcos. La del despacho del ministro tiene un boquete en el centro. Todo el barrio gubernamental se encuentra en las mismas condiciones. Cercado y en obras. Atravesado por andamios. Estamos en la zona cero de Oslo. Los destrozos son resultado de la bomba colocada por el ultraderechista Anders Breivik el pasado 22 de julio; a consecuencia de la explosión, fallecieron ocho personas; a continuación, Breivik acabó a tiros con la vida de 69 jóvenes simpatizantes del Partido Laborista en la isla de Utøya. Suponía la mayor conmoción sufrida por este país desde la II Guerra Mundial. Hoy, sin embargo, los ciudadanos parecen decididos a olvidar la tragedia; algunos claveles marchitos sujetos a las vallas son el único rastro de aquellos terribles días de julio. Los noruegos están decididos a no variar su estilo de vida. En el barrio, la presencia policial es mínima y es posible acceder a algunos edificios oficiales sin pasar por un arco de seguridad. Se pueden pasar días en Oslo sin cruzarse con un policía. El ministro de Finanzas conjura la tragedia terrorista afirmando que los cimientos de la sociedad noruega siguen siendo el diálogo y el consenso. "Nadie va a acabar con eso. No vamos a cambiar. No vamos a quedarnos en casa. Ha sido un hecho terrible, pero aislado". Es la misma respuesta orgullosa que darán la mayoría de los noruegos a los que interrogo sobre las consecuencias del atentado del ultraderechista Breivik: "¡No vamos a cambiar!". Si se le pregunta al ministro si lleva escolta, responde con un guiño: "A veces sí y a veces no...".

Hasta el 23 de diciembre de 1969 Noruega creció gracias al sudor de sus ciudadanos. Ese día encontraron petróleo. Nadie lo esperaba. Lo llamaron "El regalo de Navidad del 69". Dos años más tarde comenzaba la producción. Los noruegos no sabían nada de petróleo. Aprendieron. La gestión de su riqueza petrolera es considerada un éxito económico y social. En tres décadas, Noruega se ha convertido en un país petrolero que da empleo a 200.000 personas, con una tecnología avanzada y que opera en cuarenta países del mundo. En Noruega, la riqueza del oro negro ha alcanzado a toda la sociedad. Lo confirma el sociólogo Jon Eric Dolvik: "Integrar en la economía doméstica noruega la economía del petróleo; lograr que repercutiera positivamente en la gente corriente y, al tiempo, fuera un negocio global, ha sido para nosotros un logro brutal; el petróleo se ha convertido en una gran fuerza productiva, en una bendición".

El objetivo del Estado noruego ha sido obtener el máximo valor económico del sector en su conjunto en comparación con lo que podría obtener por la simple venta del gas y el petróleo. Nada más descubrir crudo, el Gobierno noruego redactó los diez mandamientos del sector, que decían que el petróleo era propiedad de los noruegos; que el Gobierno tendría el control y la gestión de las operaciones; que el país necesitaba crear una industria propia; que el sector debía ser respetuoso con el medio ambiente y que ese descubrimiento debía proporcionar a Noruega un papel eminente en política exterior. Los mandamientos se han cumplido.

Noruega podía haberse convertido en un Estado holgazán, corrupto y opaco que sobornara a sus ciudadanos con bajos impuestos para comprar su silencio ante el despilfarro, el nepotismo y la falta de transparencia estatales en la gestión de los ingresos del oro negro, como había ocurrido en otros países productores, como las monarquías del Golfo, Irán, el Irak de Sadam, la Libia de Gadafi, la Venezuela de Chávez o la Rusia de Putin. Noruega eligió su camino. En cuanto los petrodólares comenzaron a fluir a finales de los ochenta, un Gobierno laborista creó el Fondo Gubernamental de Pensiones (más conocido como Fondo del Petróleo), donde serían depositados los ingresos y beneficios públicos del petróleo para ser invertidos en los mercados de todo el mundo (según un riguroso esquema ético de inversiones que proscribe a las empresas tabaqueras, nucleares, armamentistas y que emplean a población infantil). Con los beneficios del fondo se pagarían las pensiones de los noruegos cuando el petróleo dejara de fluir. Solo un 4% de los beneficios podría ir cada año a las arcas públicas para equilibrar el presupuesto del Estado. El resto, a la hucha común pensando en el Estado de bienestar de las generaciones venideras. "Eso es sostenibilidad real", afirma un alto funcionario.

El edificio del Banco de Noruega, el envoltorio de hormigón y cristal que aloja el Fondo del Petróleo, es el más bunkerizado de este país. Enfrente se encuentra el restaurante en el que trabajaba de camarera Mette-Marit Tjessem antes de convertirse en princesa. Para acceder al Fondo del Petróleo hay que atravesar un estrecho control de armas a través de una sofisticada y claustrofóbica cápsula; en una sala de contratación con el aire frenético de Wall Street, Dag Dyrdal, director de Estrategia, explica que el noruego es el primer fondo de pensiones público del mundo con 400.000 millones de euros en activos; tiene inversiones en 10.000 compañías y oficinas en Nueva York, Shanghái, Londres y Singapur. "Somos transparentes, fiables y miramos el mundo a largo plazo. Este fondo es el resultado de una sociedad democrática, abierta y responsable. Pensamos en perspectivas más largas que una legislatura. Esto no es de un partido o de otro". Lo confirma el ministro Johnsen: "El día que el petróleo decline, habremos sido capaces de construir algo para reemplazarlo".

Kårstø, la mayor planta de procesamiento y distribución de gas natural del mundo, situada en un entorno paradisiaco en la costa oeste del país y propiedad de la empresa pública Statoil, escenifica el poderío noruego. Un ingeniero de la compañía disfruta mostrándonos una bruñida tubería de un metro de diámetro que transporta gas a 12 millones de hogares en Alemania. "Ellos nos invadieron en la guerra y ahora nosotros les invadimos de forma pacífica. Somos un socio fiable, un país estable; todos quieren nuestro gas; compárenos con la rusa Gazprom o la argelina Sonatrach...".

Noruega se hizo muy rica. Y comenzó a atraer inmigración. Los noruegos, que habían emigrado históricamente, sobre todo a Estados Unidos, se convirtieron de la noche a la mañana en un país de acogida. Cuando se inició el boom del petróleo había en Noruega un 1,3% de inmigrantes; en 2000, un 5,5%; en 2009, un 8,8%. Este año, en torno al 13%. Primero fueron los nórdicos; luego, los latinoamericanos; más tarde, los balcánicos y centroeuropeos. Los últimos en llegar fueron los paquistaníes, iraquíes, somalíes y afganos. Con sus velos, chilabas, mezquitas y tradiciones. 200.000 personas de religión musulmana viven en Noruega. Un cambio que es evidente en el viejo barrio de Gronland, en Oslo, una ciudad en la que el 28% de los habitantes ya son de origen extranjero. Un shock de diversidad que nadie esperaba en este país uniforme que está suponiendo, según el sociólogo Jon Eric Dolvik, "el mayor reto al que nos hemos enfrentado. Necesitamos a los inmigrantes como fuerza de trabajo porque nuestra sociedad está cada vez más envejecida y, al mismo tiempo, aunque somos igualitaristas, nos cuesta aceptar comportamientos distintos a los nuestros. No somos una sociedad inclusiva; no es un problema religioso, sino cultural. Nos gusta como somos y no queremos cambiar. Tenemos miedo; nos ha ido muy bien y no sabemos si podremos mantener nuestro modelo con esa nueva población. Es urgente que integremos a la segunda generación de inmigrantes que han nacido aquí; que se formen y consigan buenos empleos. Deben trabajar y pagar impuestos para que continúe el Estado de bienestar. Somos interdependientes. Nos necesitamos".

La llegada del tsunami multicultural iba a tener una consecuencia inmediata en amplios sectores de la clase trabajadora noruega que habían votado tradicionalmente a la izquierda: iban a perder la confianza en el Estado. Por primera vez en su historia, cientos de miles de ciudadanos noruegos pensaron que esos inmigrantes que se cobijaban bajo el paraguas social noruego, que eran albergados en viviendas públicas, recibían 1.200 euros al mes por asistir a las clases de introducción en la lengua y cultura noruega y otros 700 por cada hijo, que se beneficiaban de sus guarderías, educación y sanidad, se estaban aprovechando de su generosidad. "Hasta ese momento, los noruegos éramos solidarios. Con la llegada de los inmigrantes, se empezó a extender la idea de que pagábamos mucho para que se beneficiaran esos extranjeros que no venían a trabajar, sino a vivir del cuento", explica una profesora universitaria. El resultado fue el rápido crecimiento, a partir de 1997, del Partido del Progreso, una formación en la que se mezclan el ultraliberalismo con el nacionalismo y la xenofobia y que comenzó a hablar en sus mítines de "una islamización silenciosa de Noruega" a la que "había que poner freno". El Partido del Progreso apostaba por un modelo noruego solo para los noruegos. Una sociedad a dos velocidades. Obtendría en las elecciones de 2009 un 23% de los votos, convirtiéndose en la segunda formación política tras los laboristas. La olla comenzaba a hervir. Anders Breivik, el asesino del 22 de julio, militó en ese partido. Tras el atentado, el Partido del Progreso perdería 10 puntos en las elecciones locales del pasado mes de septiembre, lo que parece que anticipa su decadencia. En cualquier caso, los líderes de opinión noruegos intentan conjurar la inquietante sombra del Partido del Progreso resaltando con displicencia la fortaleza del sistema noruego y resaltando que el Partido del Progreso "es democrático, y si quiere tener expectativas de gobernar debe estar dentro del sistema y asumir sus responsabilidades". "No vamos a cambiar", repiten. Es su obsesión. En Noruega se detecta incluso un alivio generalizado por que el asesino del 22 de julio fuera un noruego y no un inmigrante musulmán. Lo confirma un profesor en Oslo: "Dentro de la tragedia, tenemos que agradecer al destino que el terrorista fuera alguien de aquí y no un paquistaní de Al Qaeda. Si hubiera ocurrido eso, el sistema noruego, que se basa en la confianza, hubiera saltado por los aires. La sociedad se hubiera partido en dos. Al pensar que ha sido un noruego solo, loco, aislado, y que algo así no va a volver a pasarnos, y que, por tanto, no vamos a colocar un policía en cada esquina, estamos poniendo a buen recaudo nuestro modelo con vistas al futuro. Pero, lo queramos o no, la inmigración es la patata caliente del modelo noruego. Y tendremos que solucionarlo".

Tras rememorar la tragedia, los malos augurios se disipan sumergiéndose en la portentosa naturaleza de Noruega. Los fiordos, los bosques, el mar. Noruega es uno de los últimos territorios vírgenes de Europa, dotado de una belleza salvaje, donde el hombre ha logrado vivir en armonía con su entorno. Para el arquitecto Kjetil Thorsen, "en el diseño nórdico, la naturaleza es la fuente de inspiración". Thorsen es uno de los socios fundadores del estudio Snøhetta, al que da nombre la montaña más emblemática del país y que está en la cumbre de la arquitectura global. Kjetil proyectó la nueva Ópera de Oslo como un enorme glaciar surgiendo del fiordo. Ya es el edificio más emblemático de esa nueva Noruega que se enfrenta a retos diferentes sin perder de vista la tercera vía que le ha conducido al éxito. "Es un edificio democrático. ¿Por qué? Lo explico: hemos logrado que la cubierta de algo tan elitista como un palacio de la ópera sea pisada cada día por miles de ciudadanos. No es un edificio para los amantes de la ópera; es un edificio para todos. Ese es el modelo de país".