lunes, 9 de abril de 2012
Israel declara al escritor Günter Grass persona non grata por un poema crítico
El Ministerio del Interior afirma que el escritor alemán alienta el "odio contra Israel". El autor alertó contra el potencial nuclear israelí y sus planes de guerra a Irán.
No por tardía ha sido menos virulenta la reacción israelí a la publicación del poema del polémico poema de Günter Grass. El ministro del Interior israelí, El Yishai, declaró el domingo al Nobel de Literatura alemán persona no grata, lo que incluiría la prohibición de entrar en Israel. La medida sucede a una escalada verbal por parte de la clase política israelí, que ha criticado con extrema dureza la publicación del poema titulado “Lo que hay que decir”, en el que Grass considera a Israel y su supuesto arsenal nuclear un peligro para la paz mundial. El poema, publicado en varios diarios, incluido EL PAÍS, ha desatado una ola de críticas en Israel, pero también en Alemania, contra el escritor alemán, de 84 años.
“Los poemas de Grass son un intento de encender el fuego del odio hacia el Estado de Israel y la población israelí y de hacer avanzar las ideas de las que él era un socio público cuando vistió el uniforme de las SS”, declaró Yishai en un comunicado en el que luego añadía: “Si Günter quiere continuar haciendo publicidad de su obra falsa y distorsionada, le sugiero que lo haga en Irán, donde encontrará un público receptivo”. El autor de El tambor de hojalata confesó en 2006 que durante su adolescencia se alistó en las Waffen SS, cuerpo de élite de la maquinaria nazi, hecho al que el domingo se refirió Yishai.
No está claro que la posición del ultraortodoxo Yishai estuviera coordinada de antemano con el resto del Ejecutivo de Benjamín Netanyahu; pero lo cierto es que anoche nadie le había afeado la conducta al ministro, que con su medida corre el peligro de trasladar el debate a los límites de la libertad de expresión y de sepultar la ola de simpatía que Israel ha cosechado tras la publicación del poema.
El ministro de Exteriores israelí, Avigdor Lieberman, del partido ultranacionalista Yisrael Beitenu, también socio del Ejecutivo, volvió el domingo a arremeter contra Grass, al que consideró un oportunista. Consideró el poema en cuestión la expresión “del egoísmo de los así llamados intelectuales occidentales, capaces de sacrificar al pueblo judío en el altar de los locos antisemitas por segunda vez, con tal de vender unos cuantos libros más o logar reconocimiento”, dijo Lieberman durante un encuentro con el primer ministro italiano Mario Monti en Israel. El ministro evocó además el Holocausto nazi al indicar que “en el pasado hemos visto cómo pequeñas semillas de odio antisemita pueden convertirse en un gran fuego capaz de dañar a toda la humanidad”. Dos días antes, el propio Netanyahu consideró “vergonzosa la comparación [de Grass] entre Israel e Irán”.
El historiador israelí Tom Segev criticó en una entrevista con el semanario alemán Der Spiegel la decisión del Gobierno israelí. “Esta es una decisión absolutamente cínica y ridícula por parte del ministro de Interior. Lo verdaderamente terrible es que sitúa a Israel en la proximidad de regímenes fanáticos, como por ejemplo Irán, países a los que no queremos pertenecer en absoluto”. Segev agregó que ”preguntar a la gente sobre su opinión política antes de entrar a un país es censura”.
En las páginas del izquierdista Haaretz, Gideon Levy consideró que Grass ”exageró innecesariamente y de manera que perjudicó su propia posición”, pero también escribió en su columna que “por supuesto que hay antisemitas en Alemania y que la exigencia de que Alemania nunca olvide está justificada. Pero una situación en la que cualquier alemán que se atreva a criticar a Israel sea automáticamente considerado antisemita es intolerable”.
Uno de los antecedentes más recientes a la prohibición de Grass de entrar en Israel lo protagonizó hace dos años el lingüista y conocido intelectual crítico de Israel Noam Chomsky. Las autoridades israelíes le prohibieron entrar a través de la frontera con Jordania y no pudo asistir a un encuentro en el que tenía programado participar en la universidad palestina de Bir Zeit, en Cisjordania.
Israel sostiene que Irán desarrolla un programa nuclear que nada tiene que ver con fines pacíficos. El actual primer ministro Netanyahu desconfía de la eficacia de las sanciones impuestas hasta el momento por la comunidad internacional contra Irán al tiempo que crece la preocupación mundial ante un posible ataque unilateral Israelí contra el régimen de Teherán.
Lo que hay que decir
Por qué guardo silencio, demasiado tiempo,
sobre lo que es manifiesto y se utilizaba
en juegos de guerra a cuyo final, supervivientes,
solo acabamos como notas a pie de página.
Es el supuesto derecho a un ataque preventivo
el que podría exterminar al pueblo iraní,
subyugado y conducido al júbilo organizado
por un fanfarrón,
porque en su jurisdicción se sospecha
la fabricación de una bomba atómica.
Pero ¿por qué me prohíbo nombrar
a ese otro país en el que
desde hace años —aunque mantenido en secreto—
se dispone de un creciente potencial nuclear,
fuera de control, ya que
es inaccesible a toda inspección?
El silencio general sobre ese hecho,
al que se ha sometido mi propio silencio,
lo siento como gravosa mentira
y coacción que amenaza castigar
en cuanto no se respeta;
“antisemitismo” se llama la condena.
Ahora, sin embargo, porque mi país,
alcanzado y llamado a capítulo una y otra vez
por crímenes muy propios
sin parangón alguno,
de nuevo y de forma rutinaria, aunque
enseguida calificada de reparación,
va a entregar a Israel otro submarino cuya especialidad
es dirigir ojivas aniquiladoras
hacia donde no se ha probado
la existencia de una sola bomba,
aunque se quiera aportar como prueba el temor...
digo lo que hay que decir.
¿Por qué he callado hasta ahora?
Porque creía que mi origen,
marcado por un estigma imborrable,
me prohibía atribuir ese hecho, como evidente,
al país de Israel, al que estoy unido
y quiero seguir estándolo.
¿Por qué solo ahora lo digo,
envejecido y con mi última tinta:
Israel, potencia nuclear, pone en peligro
una paz mundial ya de por sí quebradiza?
Porque hay que decir
lo que mañana podría ser demasiado tarde,
y porque —suficientemente incriminados como alemanes—
podríamos ser cómplices de un crimen
que es previsible, por lo que nuestra parte de culpa
no podría extinguirse
con ninguna de las excusas habituales.
Lo admito: no sigo callando
porque estoy harto
de la hipocresía de Occidente; cabe esperar además
que muchos se liberen del silencio, exijan
al causante de ese peligro visible que renuncie
al uso de la fuerza e insistan también
en que los gobiernos de ambos países permitan
el control permanente y sin trabas
por una instancia internacional
del potencial nuclear israelí
y de las instalaciones nucleares iraníes.
Solo así podremos ayudar a todos, israelíes y palestinos,
más aún, a todos los seres humanos que en esa región
ocupada por la demencia
viven enemistados codo con codo,
odiándose mutuamente,
y en definitiva también ayudarnos.
Traducción de Miguel Sáenz. El texto original en alemán se publica hoy en el diario Süddeutsche Zeitung.
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