miércoles, 21 de diciembre de 2011
Más bachillerato, pero sin dañar la ESO
La comunidad educativa ve con buenos ojos aumentar un curso la segunda etapa de la secundaria, pero no que se haga a costa de rebajar la formación común.
Los alumnos pasarían con 15 años al bachiller o a la Formación Profesional
El presidente electo del Gobierno, Mariano Rajoy, anunció el lunes un importante cambio en el sistema educativo: el bachillerato (la vía académica hacia la Universidad) tendrá tres cursos en lugar de dos. No aclaró si sería retrasando la llegada a la Universidad hasta los 19 años, o quitándole un curso a la Educación Secundaria Obligatoria (ESO, que ahora tiene cuatro). En el PP nadie quiere precisar este punto hasta que se forme nuevo Gobierno, pero el propio Rajoy presentó en enero de 2010 un documento para el fracasado pacto por la educación en el que sí se daban detalles. Aquel texto proponía “organizar en dos ciclos la Educación Secundaria: Secundaria General (3 años de duración, de 12 a 15 años) y Secundaria Superior (3 años de duración, de 15 a 18 años); esta última con dos vías: Bachillerato y Formación Profesional”.
¿Es la medicina que hace falta contra el fracaso escolar, como dice el PP? ¿O es un disparate pedagógico que además segregará a los alumnos y abundará en las desigualdades sociales? ¿Es un cambio menor o pondrá patas arriba la secundaria, como ha dicho Pérez Rubalcaba?
Si se pone en marcha tal y como lo presentó Rajoy, se trataría de adelantar un año la separación de los alumnos, a los 15, pero manteniendo la escolarización obligatoria hasta los 16. Es decir, que los alumnos de 15 años deberán decidir si van al bachillerato o a la Formación Profesional y estarán obligados por ley a cursar, al menos, el primer curso. Incluso si piensan dejar los estudios a los 16 años.
Esto aplica a los que no hayan repetido curso. Los que vayan con algún curso de retraso podrán entrar a los 15 en una vía paralela a la secundaria: los programas de cualificación profesional inicial (PCPI). Estos son cursos para que los estudiantes a los que se les da peor el instituto aprendan las bases de un oficio. Después pueden sacarse el título básico (ESO), pasar a FP o saltar al mercado laboral.
La idea del PP es que, al sacar antes de la vía común a los peores académicamente hablando (bien hacia la FP o al PCPI), se reducirá el abandono escolar (aunque ha bajado en los últimos dos años, el 28,4% sigue siendo casi el doble de la media europea). Además, los bachilleres estarían mejor preparados para la Universidad con tres cursos en lugar de dos.
En la primera parte (más bachillerato), hay muchísima gente de acuerdo, pero no con que se haga a costa de menos ESO. Así se han expresado desde los sindicatos CC OO y UGT hasta las Escuelas Católicas, patronal de los centros religiosos, mayoritaria en la enseñanza concertada. Reducir la ESO supone “un recorte a la igualdad de oportunidades y una poda a la función de compensación de las desigualdades individuales y colectivas que debe tener la escuela”, dijo en una nota la Confederación Estatal de Asociaciones de Padres (Ceapa), mayoritaria en la escuela pública.
Pero, entonces, ¿cómo se podría reforzar el bachillerato? ¿Retrasando la llegada a la Universidad a los 19 años, en vez de los 18, como ocurre en Italia, Luxemburgo, Finlandia, Suecia y muchos países del Este europeo? Esa es una idea que también lleva muchos años encima de la mesa en España, pero ningún Gobierno se lo ha llegado a plantear en firme porque retrasaría todavía más la llegada de los universitarios al mercado laboral. Y ahora, además, supondría una inversión muy grande en tiempos de crisis.
El Gobierno del PSOE, en la primera legislatura de Zapatero, intentó flexibilizar el bachillerato para que los alumnos pudieran decidir si dividir la etapa en dos o en tres cursos, pero los tribunales tumbaron el cambio porque estaba recogido en un real decreto y no en la ley de educación.
En la segunda legislatura no se retomó esa iniciativa, sino otra nacida en la negociación del pacto educativo: un último curso de ESO que fuera casi un prebachillerato para algunos alumnos. Muchos interpretaron como concesiones del Gobierno del PSOE al PP el adelanto de esos programas preprofesionales (PCPI) a los 15 años y esa división de 4º de ESO en tres vías distintas: los alumnos tendrían cinco o seis asignaturas comunes y tres o cuatro distintas que dependen del camino elegido: hacia el bachillerato de ciencias, el de letras o la FP. Aunque el pacto no llegó a sellarse, estas dos medidas sí se han aprobado.
Se trató de combinar las peticiones de mejor preparación para el bachillerato y una diversificación más temprana con el mantenimiento de esa enseñanza común que reclama Ceapa (por las asignaturas comunes y porque ninguna de las tres vías cerraba las puertas a cambiar de opinión en el último momento). Sin embargo, no se libraron de las críticas de algunos sectores de la izquierda que se quejaron de la segregación de los alumnos.
Al catedrático de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de Granada Antonio Bolívar no le parece que, con ese nuevo 4º de ESO ya en vigor, las cosas variasen mucho con la idea del PP. Para el exresponsable de Escuelas Católicas Manuel de Castro, tampoco hay mucha diferencia: “En realidad, no es muy distinta, pero tal vez sea algo más eficaz para mejorar la preparación del alumnado que accede a la Universidad. De esta manera, se centrará más en lo específico de los estudios de bachillerato y entrará ya en un ambiente intelectual más exigente”, dice.
La cuestión está en el otro lado, en la reducción de la ESO. “Resulta un error considerar que la equidad es contraria a la consecución de un elevado rendimiento (la idea de que los ‘malos alumnos’ lastran a ‘los buenos’)”, dice el profesor de la Universidad de Barcelona Álvaro Choi. De hecho, el último informe PISA de la OCDE dice que los sistemas con mejores resultados “suelen ser comprensivos [no separan según las capacidades de los alumnos]” y tienen “profesores y escuelas que acogen a toda la diversidad de estudiantes y les ofrecen atención educativa personalizada”. Asimismo, muchos expertos insisten en que las mejores recetas contra el fracaso escolar son la escolarización temprana (infantil) y las medidas de apoyo y refuerzo en primaria (de 6 a 12 años), pues buena parte de los que abandonan sin el título de ESO han repetido, por lo que no llegan a cursar ni 3º ni 4º de ESO, según un estudio del Observatorio de la Educación de la Fundación 1º de Mayo de CC OO.
“La idea de introducir la separación a los 15 años, según cómo se articule, puede llevar nuevamente a la identificación de la vía académica 'para los buenos' y de la vía profesional 'para los malos'. Después de los esfuerzos que se han realizado para tratar de dignificar la FP, me preocupa que se retome la consideración de aquella como una vía para 'salvar' a los peores”, añade Choi. Para el sindicato ANPE, la clave para que el nuevo modelo del PP funcione es seguir trabajando para que la FP sea una oferta muy atractiva.
“En mi opinión, ambas configuraciones (cuatro años de ESO más dos de bachillerato frente a tres años de ESO más tres de bachillerato) pueden ser válidas. Cada una tiene ventajas e inconvenientes. Pero no creo que el sistema educativo español deba afrontar nuevamente un cambio de estructura. Son operaciones complejas y laboriosas, que exigen mucho tiempo y recursos hasta su consolidación y sus frutos no han sido siempre tantos como se prometían”, dice Alejandro Tiana, una de las personas que diseñó la actual ley educativa (la LOE, aprobada en 2006), como secretario general de Educación. Aquella norma, recuerda, apostó por “mantener el carácter orientador del 4º curso de ESO”.
Desde este punto de vista, más que el inconveniente de la segregación temprana y el deterioro de la igualdad de oportunidades —“No creo que ese cambio vaya a tener mucho impacto en los resultados educativos ni en la equidad”, dice el profesor de la Universidad Wuppertal Hendrik Juerges, que ha estudiado la separación de alumnos en Alemania a los 10 y 12 años—, el gran problema sería todo lo que conllevaría someter de nuevo al sistema educativo a un cambio estructural complejo, que pasaría por cambiar los currículos, encajar la FP de grado medio (a la que se accede después de la ESO) y de grado superior (se entra después del bachillerato) y todos los caminos de ida y vuelta entre las distintas etapas que se han ido creando hasta ahora para que no haya vías muertas: por ejemplo, se puede acceder a cualquier título universitario a través de la FP.
Además, a muchos les parece un disparate pedagógico y organizativo que el último año de la enseñanza obligatoria no coincida con el final de una etapa. ¿Para qué serviría ese año a los que abandonen a los 16? ¿Recibirían algún tipo de certificado?, se pregunta el catedrático de la Universidad de Valencia José Gimeno Sacristán. En Europa, solo hay cuatro países en los que el final de escolarización obligatoria no coincide con un final de etapa y la consecución de un título: Italia, Lituania, Austria y Eslovaquia.
“Encaja mal, creará unas disfunciones terribles”, insiste Gimeno Sacristán, y señala además que casi obliga a concertar todo el bachillerato, pues si 1º entra en la educación obligatoria hay que asegurar la gratuidad, también en los centros subvencionados, lo que abre la puerta a que se concierte todo el bachillerato. Esta etapa solo está subvencionada de forma general en cuatro autonomías (Comunidad Valenciana, País Vasco, Navarra y Baleares) y, en el resto, apenas lo está en un puñado de centros a los que se les aceptó en los ochenta como un derecho adquirido. La generalización en todas las comunidades es una vieja reivindicación de la escuela privada, reavivada por una crisis que hace que muchos alumnos dejen la concertada en bachillerato al tener que empezar a pagar como en un privado.
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