domingo, 2 de octubre de 2011

El Niemeyer y la Edad Media, un camino de ida y vuelta


Avilés vive un romántico dramático y Shakespeare entró en escena

Fue allá, por la primavera, en el medieval palacio Valdecarzana, cuando lograron parar el viento de la Historia y atraparlo. Y exponer, entre láminas de plástico, las dos ejemplares del famoso Fuero de Avilés, símbolo de su poder histórico.
Mientras los contemplaba podía ver a través de una de las dos puertas góticas, la pasarela ('la grapa') que salva el paso de la ría, consiguiendo que pasado y futuro se enlacen.

En este palacio, estuvo -hará unos tres años- Paulo Coelho, uno de los escritores mas famosos del mundo. Y uno de los arietes que -magistralmente- utilizó el director del Niemeyer, Natalio Grueso para difundir ese 'Made In Avilés' (cultural) por el mundo, estando el centro todavía sin construir. Ya entonces escribí que me parecía, toda una hazaña, este lanzamiento del complejo cultural. Y la sigo considerando histórica.

El Niemeyer, comenzó a revolucionar la ciudad milenaria. A crear expectativas, que poco a poco fueron calando en la triste capa de escepticismo y depresión social, que vivíamos desde aquella debacle que esfumó a Ensidesa.

Y del dicho al hecho. Y del 'no se va a construir' de los detractores, se pasó al se construyó. Y del 'no se va a inaugurar', al se inauguró. Y del 'no va a funcionar' al funcionó. Y de que forma tan espectacular.

Muchos fuimos conscientes de vivir en una ciudad, todavía más importante de lo que era, porque aparecía en los medios de comunicación de medio mundo. Cosa milagrosa, si no fuera cierta. Y la esperanza pasó a ser evidencia.

Se había construido -y funcionaba- un valiosísimo elemento, una poderosa palanca psicológica -aparte de lanzador económico- clave para plantear y abordar otros proyectos de futuro de esta ciudad.

En estas cosas pensaba el otro día, desde la 'grapa' del Niemeyer, mientras contemplaba -al fondo de la foto- el palacio de Valdecarzana. Una visión hermosa: a la derecha un gran edificio, proyectado por Manuel del Busto (el mismo arquitecto del teatro 'Palacio Valdés'); y a la izquierda la Oficina de Turismo, del siglo XIX, y luego una medianera de cinco pisos de altura, con un espectacular mural (siglo XXI) de Ramón Rodríguez. Y allá al fondo, el Valdecarzana (siglo XIV), plantado en la antiquísima calle de La Ferrería. La pera.

Y de repente, pasó a mi lado una tropa (mejor, una troupe), comandado por Kevin Spacey. No me sorprendió verle, porque de un tiempo a esta parte estamos acostumbrados, en Avilés, a personajes de esta talla.

El actor inglés ha estado, hasta ayer sábado, representando 'Ricardo III' de William Shakespeare, coproducción del Niemeyer, en el 'Palacio Valdés'. Privilegio que tienen, solamente, las ciudades de Avilés, Londres, Atenas y Estambul. Juzguen el detalle.

Vino a representar una tragedia, en esta ciudad que vive un drama.

Una ciudad a la que están vapuleando, a base de jugar con la honra de personas interpuestas, con difamaciones brutales, que vistas en los medios siembran la duda total. Un deleznable espectáculo que golpea al Niemeyer y más allá: a la Villa de Avilés. No hay derecho.

El presidente del Principado denunció, el otro día en Madrid, que 'Asturias recibía castigos a la carta', refiriéndose a la marginación de nuestra región. Y no hay derecho.

Yo recojo sus palabras y a las aplicó a mi ciudad. Y me rebelo contra las calumnias o zafiedades de este o aquel Consejero del Principado de Asturias. No hay derecho.

Estan jugando el «ser o no ser» de Avilés. Así de 'shakesperiana' es la cuestión. No hay derecho.

Consciente de que vivimos momentos trágicos, me niego y me rebelo -tan tranquila como rotundamente- a que el destino de Avilés lo conviertan en un desatino.

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