jueves, 13 de octubre de 2011

Observatorio para la 'galaxia Delibes'


Arranca la fundación del escritor para digitalizar su legado y difundir su obra

Año y medio después de su muerte, la mesa de trabajo de Miguel Delibes en su casa de Valladolid sigue como él la dejó. Allí están el arranque de una carta interrumpida y las notas tomadas con letra de hormiga en una libreta bautizada escuetamente: La artritis. Por un tiempo, el escritor vallisoletano se entretuvo redactando lo que nunca llegó a ser del todo el Diario de un artrítico reumatoide. Más allá de esos apuntes, ¿dejó algún inédito? "De fundamento, no", responde Elisa, hija del novelista, mientras recorre la casa de su padre. "Encontramos un artículo que había escrito sobre Antonio López y se lo mandamos". Dice su hija que Miguel Delibes "sabía mirar la pintura", y el octavo piso en el que vivía es un buen testimonio de ello. Si la cama monacal en la que murió el 12 de marzo de 2010 está vigilada por un dibujo dedicado por Gregorio Prieto, en su estudio destaca el cuadro en el que Eduardo García Benito retrató a Ángeles, la esposa del escritor, fallecida en 1974, y al que todo el mundo se refiere como "la señora de rojo".

Nadie ha tocado nada aquí y la intención es que tanto el despacho como la sala adjunta, en la que leía, se trasladen tal cual a la futura sede de la recién nacida Fundación Miguel Delibes, que el lunes, día en que el escritor hubiera cumplido 91 años, recibirá su bautismo oficial en Valladolid durante un acto presidido por los Príncipes. Alfonso León, director gerente de la fundación, explica que el legado de Delibes, cedido gratuitamente por la familia, se irá trasladando a la Casa Revilla de la ciudad a medida que sea inventariado. Allí tendrá como vecino el museo de José Zorrilla. El despacho y la sala de lectura, entretanto, se trasladarán a la futura gran biblioteca de Castilla y León, que se instalará junto a la estación de ferrocarril alrededor de 2018. Allí se podrán visitar las estancias en las que pasó sus últimos 30 años de vida un hombre que, desaparecida su esposa, quiso que su nueva vivienda fuera, recuerda su hija, "una casa de hombre solo".

Mientras llega el traslado de lo "más museable" de la fundación Delibes, esta trabaja ya. Un patronato formado por los siete hijos del escritor y diversas instituciones públicas y privadas aprobó para 2012 los 305.000 euros de presupuesto destinados a la difusión de su obra y a la digitalización de su legado. Aunque la difusión de uno de los novelistas españoles más prestigiosos y populares del siglo XX no parecería necesitar mucho esfuerzo, Alfonso León recuerda la espina que para el escritor fue siempre el deficiente eco que los editores habían dado a sus libros en América Latina. De ahí la jornada que el próximo 23 de noviembre dedicará la Academia Brasileña de las Letras al escritor castellano, cuya "biografía intelectual", firmada por Ramón Buckley, publicará Destino en 2012.

Como la propia América, el legado Delibes es otro continente por explorar. De él forman parte los aproximadamente 10.000 volúmenes, muchos dedicados, de la biblioteca personal del escritor, repartida entre Valladolid, Sedano (Burgos) y Tordesillas. "Tenía casas para tener libros", dice irónica Elisa Delibes. "No los subrayaba. Prefería comentarlos que anotarlos". Además, la casa de Valladolid está llena de lo que su hija llama "habitaciones troteras". En ellas convive el Premio Nacional de Literatura con el ciervo de oro de una asociación de cazadores, la Medalla al Mérito del Trabajo con la de una sociedad pediátrica. Todo pasará al archivo junto a sus dos piedras angulares: los manuscritos y la correspondencia. Decenas de carpetas rubricadas con títulos -El camino, Las ratas- contienen miles de cuartillas de papel prensa escritas a mano y llenas de correcciones. Un festín para filólogos que no será completo. Delibes solo conservó 30 manuscritos del medio centenar que escribió. "Posiblemente, regaló el resto", explica Elisa. "No les daba mucha importancia. Al principio solo aseguró los libros de Áncora y Delfín, pero no sus manuscritos".

Esa mezcla de orden y desprendimiento es la que lleva a su hija a pensar que su padre no habría perdido mucho tiempo lamentando la inundación que esta primavera corrió la tinta a 60 páginas del original de El hereje: "Una vez llamaron por teléfono: habían robado en Sedano. Como íbamos a la Seminci, dijo: 'Ahora no podemos hacer nada, vámonos al cine'. Alguien llamó luego, afectado: 'Maestro, ¿había algún manuscrito?'. Y él: 'Pues a lo mejor".

Pero si las novelas están editadas, la correspondencia es el capítulo más ignoto. Nadie sabe aún el número de documentos de que consta el archivo de Delibes. Decenas de carpetas clasificadas por año atesoran las cartas que recibió un hombre que conservaba hasta las amenazas de muerte. "El correo era su obsesión, no la caza", dice, hiperbólica, su hija. "Tenía clasificados los sellos y los impresos y sabía el horario de recogida a la perfección. A Cela no le envidiaba el Nobel, sino que lo hubieran hecho cartero honorario".

Delibes guardaba la mayoría de las misivas que recibía, pero no copia de las que enviaba: "Escribía a mano. Se conservan algunas de las últimas décadas, de cuando tuvo secretaria". El escritor aceptó a regañadientes la publicación en 2002 de su correspondencia con Josep Vergés por considerarla el tira y afloja entre dos rácanos -el adjetivo es suyo-, pero era mucho más: una historia de cuatro décadas de literatura española. Basta pensar en aquellas 500 páginas para calcular el valor de las que podrían llevar los nombres de Matute, Martín Gaite o Umbral, con los que el autor de El camino mantuvo un largo intercambio epistolar. Pasear por su casa es comprobar que la galaxia Delibes está llena de planetas que apenas si hemos alcanzado a ver con telescopio.

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