domingo, 2 de marzo de 2025

Habrá que atacar el cáncer con varios fármacos a la vez, como en el sida

  

Hace cuatro décadas que Mariano Barbacid (Madrid, 1949) identificó por primera vez el oncogén, la alteración molecular implicada en el desarrollo tumoral. Hoy, este bioquímico de prestigio mundial sigue investigando, y ha decidido donar parte de su testamento a la Fundación CRIS contra el cáncer para que prosiga la labor de los científicos. “Lo que sí le puedo garantizar, y en esto no me equivoco, es que si no se investiga no se puede avanzar”, incide.

¿Qué importancia tienen los testamentos solidarios?

Hay más de 100 cánceres distintos. En algunos la supervivencia está por encima del 95% y en otros, como en el que trabajamos nosotros, el carcinoma ductal de páncreas, está por el 5%. La Fundación CRIS dona todo para investigación a grupos de demostrado prestigio. Es una financiación absolutamente esencial, sobre todo cuando trabajas con modelos animales, que es muchísimo más caro que trabajar con células.

¿Cómo ha cambiado la comprensión del cáncer desde que descubrieron el oncogén?

Desde finales del siglo pasado hay tres terapias completamente nuevas. Hasta entonces era o la radiación fotónica, lo que se entiende por radioterapia, o la quimioterapia, fármacos que más o menos mataban a las células tumorales un poquito mejor que a las normales, pero con una toxicidad muy elevada. Solo hay un tipo de tumor que se ha podido curar con quimio, el cáncer testicular. En el resto la quimio alarga la supervivencia pero no cura. Desde principios de siglo tenemos las terapias dirigidas contra la mutaciones cancerígenas, de las que conocemos más de 500 gracias a las técnicas de ultrasecuenciación. Se van desarrollando inhibidores selectivos contra estas mutaciones; ahora tendremos 30 o 40. Luego tenemos la inmunoterapia, basada en la activación de nuestro sistema inmune para que reconozca el tumor. Y luego la tercera técnica que ha salido son las células CAR-T. Esto en realidad no es un fármaco, es un procedimiento, y en el hospital Clínic de Barcelona han desarrollado dos, contra los linfomas y contra el mieloma múltiple. Todo esto ha cambiado el panorama, no solo de los índices de supervivencia, sino también una cosa muy importante, la calidad de vida del paciente.

No es lo mismo sobrevivir cinco años en la cama que llevando una vida prácticamente normal.

Aunque a lo mejor al final el desenlace pueda no ser el deseado, la calidad de vida del paciente también es un factor muy importante a la hora de hablar de los tratamientos oncológicos. Llevo trabajando en cáncer medio siglo, todo esto ha cambiado muchísimo y seguirá cambiando, porque mientras se siga investigando se seguirán mejorando los tratamientos

¿El futuro está en la inmunoterapia?

La inmunoterapia tiene cosas buenas, lo bien que funciona en determinados tumores. Pero de los 100.000 checkpoints [puntos de control inmunitario, impiden que la respuesta inmunitaria destruya las células sanas] solamente ha funcionado uno bien. Es decir, el sistema inmune tiene que estar muy bien regulado, porque cuando tenemos una infección tenemos que luchar contra ella, pero en el momento que se ha acabado la infección ya no queremos que siga activo porque si no tendríamos enfermedades autoinmunes. La esperanza es que la investigación amplíe el abanico de estos checkpoints para que puedan atacar otros tipos de tumores. Eso lleva su tiempo. Mire, el primer inhibidor selectivo se aprobó en el 2021, 39 años después de que publicáramos el descubrimiento del primer oncogén. Es decir, la ciencia a veces va muy rápida y a veces no tanto, pero lo que está claro es que si no investigamos nunca llegaremos al final del camino. 

Ahora está dedicado a al cáncer de páncreas, el más letal.

Trabajo en cáncer de páncreas porque está iniciado en el 95% de los casos por el oncogenes que descubrimos, el KRAS; si no, pues a lo mejor podría trabajar en otro tipo de tumor o en melanoma. Estamos desarrollando unas terapias inhibiendo la señalización oncogénica de este oncogenes a distintos nodos, es decir, a distintas dianas dentro de esa cadena de señalización, con la idea de conseguir no solamente una actividad terapéutica más robusta, sino que además no haya resistencias. Uno de los principales problemas de la medicina de precisión es que aparecen resistencias muy rápido. Habrá que atacar el cáncer con varios fármacos a la vez, porque esto es lo que pasó con el sida. No va a ser tan fácil, pero esa es la idea. Atacar las señales congénitas desde distintos ángulos y al mismo tiempo para mejorar la respuesta terapéutica e impedir el que aparezcan resistencias.

¿Tiene la sensación de que la palabra cáncer ha perdido parte de su dramatismo?

Creo que sí, porque globalmente en el mundo desarrollado ya se está cerca de una supervivencia media del 70%. La palabra cáncer no es sinónimo de muerte. Pero hay que ponerle apellido al cáncer. Decimos que ya casi nadie se muere de cáncer de próstata, nos morimos con cáncer de próstata. Pasa algo parecido con la mayoría de los cánceres de mama, con la excepción de los triples negativos, que evidentemente son más agresivos. En cambio en el cáncer de páncreas no quiero decir que sea sinónimo de muerte, pero casi. En el mundo del cáncer hay todo un abanico de supervivencias y de formas de reaccionar a las distintas mutaciones y a los distintos tratamientos, pero la gente ya sabe que puede luchar y que puede llegar a curarse y, en el peor de los casos, puede vivir unos años . Está cambiando el miedo que tenía la sociedad la palabra cáncer

¿En su trabajo cuál sería el próximo hito?

No se sabe, porque nosotros vivimos en el mundo del ratón, todavía no hemos llegado a poder hacer un ensayo clínico. Hemos conseguido curar el cáncer de páncreas en ratones, pero no podemos predecir el paso a humanos. Lo hemos conseguido eliminando tres dianas. Ya hay fármacos contra dos de ellas, pero nos falta el tercero. Sin él, no podemos empezar ensayos clínicos. Es en lo que estamos trabajando ahora más intensamente.

 

Fuente: La Vanguardia

viernes, 28 de febrero de 2025

Hallada la explicación de la enfermedad que deja a los niños “congelados”

  

 Un equipo del Centro de Regulación Genómica detalla el mecanismo molecular de una dolencia rara que causa parálisis transitoria y peligrosas arritmias 

Naty Tomás se convenció de que su hija no estaba bien cuando tenía siete meses. De repente el cuello se le paralizaba y la condenaba a mirar al techo. Con año y medio se quedaba “congelada”, arrastraba las piernas paralizadas o se le doblaba el tronco y caminaba completamente torcida. En el trayecto a urgencias la niña se quedaba dormida, se recuperaba, y al llegar todos los análisis salían perfectos. “Los médicos me empezaron a tratar de neurótica”, comenta Tomás, que decidió grabar vídeos de los ataques de su hija, Nora. Eso le dio credibilidad ante los médicos, aunque no solucionó el problema más grave. Nadie sabía qué le pasaba a su hija.

La niña se apagaba de repente, y podía pasar postrada tres días. Uno de sus médicos le diagnosticó una encefalopatía y le recetó una dieta cetogénica, alta en grasas. La niña dejó de comer y beber, no podía ni hablar. ¿Epilepsia, hemiplejia alternante, encefalopatía? Todos los diagnósticos se caían por sí solos. Como último recurso, los médicos decidieron secuenciarle todo el genoma. Los resultados llegaron en inglés, y el médico se los dio a leer a la madre directamente. Nora tenía Trastorno por Deficiencia de Tango2 (TDD). “Los médicos no sabían nada sobre esto”, recuerda Nora. La primera luz de esperanza llegó cuando esta administrativa de Jumilla (Murcia) de 41 años encontró la web de una asociación de enfermos de TDD en Estados Unidos. Por primera vez, ya no se sentía sola ante una enfermedad desconocida.

Doce años antes de que naciese Nora, en 2006, un equipo de investigadores en Barcelona descubrió un nuevo grupo de genes, que bautizaron Tango. Parecían tener un papel clave en el transporte, empaquetamiento y envío de proteínas dentro de la célula, una especie de Amazon molecular. En 2021, el médico argentino Agustín Luján comenzó a investigar el gen Tango2, al principio sin saber que estaba involucrado en la TDD.

Ahora, Luján, investigador del Centro de Regulación Genómica de Barcelona, acaba de dar un paso de gigante en la comprensión de esta enfermedad, tan rara que ni siquiera muchos médicos conocen. Cuando el cuerpo aumenta sus demandas de energía, las células consumen todos los carbohidratos y pasan a quemar lípidos —grasas—. Los pacientes con TDD tienen dificultades para quemar lípidos, y esto les causa crisis metabólicas que les dejan “congelados”, y que son potencialmente mortales. Estas personas suelen sufrir peligrosas arritmias en el corazón, que obtiene hasta el 90% de sus necesidades energéticas consumiendo lípidos en las mitocondrias, las centrales energéticas dentro de las células.

Basta una infección, un esfuerzo, o unas pocas horas sin ingerir alimentos para desencadenar una crisis potencialmente letal, pero cuyos efectos se desvanecen en cuanto el paciente descansa, de ahí que a Tomás la tomasen por loca.

Este viernes, Luján, junto a su compañera Ombretta Foresti y su jefe Vivek Malhotra, publica un estudio que aclara cómo la mutación que inhabilita el Tango 2 entorpece el metabolismo de lípidos dentro de las mitocondrias, y explica en parte los síntomas de la dolencia. “Tango2 atrapa las grasas y las prepara para su combustión. Las células de los niños con TDD tienen una capacidad reducida para hacer esto, por lo que se les priva literalmente de las formas lipídicas adecuadas que necesitan para obtener energía”, resume Luján, un argentino de Mendoza de 36 años, que ha pasado los últimos cuatro años investigando un gen precisamente llamado Tango. Los detalles del trabajo se publican este viernes en Journal of Cell Biology. 

En todo el mundo hay unos 110 pacientes de TDD, 11 de ellos en España. Pero los investigadores creen que el número real probablemente está en torno a los 10.000. “Muchas personas pueden tener esta enfermedad y no saber nunca que la razón es una mutación en el gen Tango2″, explica Malhotra, nacido en India hace 64 años. Entender mejor este trastorno no solo puede beneficiar a los enfermos de TDD, sino también a la población general. Los genes Tango intervienen en el transporte de lípidos en general, lo que está relacionado con enfermedades cardiacas y musculares que afectan a decenas de millones de personas en todo el mundo, destaca el investigador.

En octubre, Luján conoció a Tomás en persona durante una reunión de afectados por la enfermedad promovida por el Hospital Sant Joan de Deu, que centraliza la mayoría de los casos detectados en España. Uno de los objetivos es que se hable mucho de esta rara dolencia para que la conozca cada vez más gente, incluidos los médicos. Luján resalta que el único caso diagnosticado en Argentina fue gracias a que un médico de este país vio un reportaje sobre TDD en la televisión estadounidense.

Uno de los pocos tratamientos que existen para esta enfermedad son las dosis elevadas de vitamina B5, un nutriente esencial que genera coenzima A. “Todavía no sabemos por qué la vitamina B5 ayuda a algunos pacientes a evitar crisis metabólicas, pero puede que esté impulsando las vías de energía residual que Tango2 normalmente apoya”, explica Luján. Su principal objetivo ahora es aclarar el mecanismo de acción de este gen y descubrir otras moléculas implicadas que pudieran desvelar posibles dianas terapéuticas, pero sin vender falsas esperanzas. “Una de las cosas más difíciles de hacer como médico es decirles a los padres de un paciente que no sabes qué tiene su hijo, o incluso si tienes un diagnóstico, que no existe cura. Con las enfermedades raras, la baja prevalencia, la falta de datos y la escasez de recursos, la situación es aún peor. Por eso, la investigación básica es tan importante en estos casos, ya que ofrece esperanza a quienes hoy no la tienen”, resume.

Por su parte, Tomás y su hija Nora, ya con siete años, van saliendo adelante, especialmente ahora que ya está identificado el origen de su mal, y el tratamiento con vitamina B5 hace algo de efecto. “Cuando está bien, Nora es una niña normal”, explica, pero “le tienes que estar salvando la vida continuamente”.


Fuente: El País

martes, 25 de febrero de 2025

Fallece Roberta Flack

 

 

Killing me softly with his song es el gran éxito de Roberta Flack, pero la canción ha tenido unas cuantas vidas. La primera, tal vez la más desconocida, es la grabación original, a cargo de la cantautora norteamericana Lori Lieberman en 1972, en su primer disco homónimo. Pasó sin pena ni gloria, con la autoría acreditada por Charles Fox (música) y Norman Gimbel (letra), pero Lieberman ha reivindicado una y otra vez que el origen de la letra era un poema que ella había escrito en 1971 al volver emocionada de un concierto de Don McLean, artista que la ha apoyado. Es de esa experiencia que salen los versos “I heard he sang a good song, / I heard he had a style / And so I came to see him, and listen for a while” (había oído que cantaba una buena canción / había oído que tenía estilo / Así que fui a verlo / y a escucharlo un rato”). Pero según los compositores oficiales, que anteriormente sí que habían puesto el nombre de Lieberman en los créditos de alguna canción, la letra recogía la vivencia con otras palabras.

En todo caso, apenas un año después, en 1973, Flack la grabó de nuevo y la convirtió en número uno en EE.UU., Australia y Canadá (en el Reino Unido, quedó en el sexto lugar), y la canción se extendió: ya en los años setenta la versionaron, sin el mismo éxito, artistas como Shirley Bassie, Johnny Mathis, Engelbert Humperdinck, Sérgio Mendes o Paul Mauriat entre muchos otros. 

Los Fugees, con la voz de Lauryn Hill, la pusieron al día en 1996, cuando fue número uno en una treintena países –en España se quedó en el segundo puesto–, y se convirtió en una de las canciones más destacadas de la historia del hip hop. Ya en el 2008, Pitingo la incluyó, parcialmente en ­castellano, con la guitarra de Juan Carmona y acompañado del London Community Gospel Choir, en su disco Soulería.


Fuente: La Vanguardia

domingo, 23 de febrero de 2025

Dónde va la consciencia en una persona en muerte clínica: “Somos más que materia”

  

14 hospitales, entre ellos el Clínic de Barcelona o el Ramón y Cajal de Madrid, colaboran en un estudio que hará un seguimiento de ocho años a 344 pacientes que han experimentado este fenómeno

“La consciencia es la presencia de Dios en el hombre”, decía Víctor Hugo. Dejando a un lado la consideración religiosa, esta idea, que parece desligar la consciencia de cualquier origen material –como podría ser el cerebro- la podría suscribir la doctora Luján Comas. Esta especialista en anestesiología y reanimación, con más de 30 años de trayectoria en el hospital Vall d’Hebron de Barcelona, encabeza un estudio –en el que participan 14 hospitales, entre ellos el Clínic de Barcelona, el hospital de Bellvitge o el Ramón y Cajal de Madrid- que pretende determinar qué ocurre con la consciencia de las personas que han estado clínicamente muertas y que, tras ser reanimadas, han vuelto a la vida. Algunas de ellas relatan, tras volver, que percibieron todo el proceso de su reanimación aún estando inconscientes. ¿Cómo es posible? Esa explicación es la que persigue la doctora Comas.

“La investigación [de nombre Proyecto Luz e impulsada por la Fundación Icloby] pretende demostrar que somos más que materia”, explica Comas a La Vanguardia. “Tenemos un concepto materialista de la existencia. Es decir, que cuando se para el cerebro, se acabó todo, no hay nada más. Pero parece que las experiencias cercanas a la muerte (ECM) registradas en hospitales –donde hay un diagnóstico de muerte que precisa de una reanimación- nos dicen lo contrario”, agrega.

En este sentido, recuerda que hay un porcentaje elevado de personas que relata que durante esos pocos minutos en los que se las estaba intentando reanimar y su cerebro no funcionaba (encefalograma plano) tuvieron “una consciencia más plena que cuando estaban conscientes”. Y no solo eso. Pudieron describir con precisión todo lo que ocurrió a su alrededor.

Pero, ¿cómo es posible si no tenían función cerebral? “Esta realidad no entra dentro de los parámetros que los médicos hemos estudiado en la carrera”, sostiene Comas. De ahí que se precise de otra explicación. Hoy –subraya- la ciencia no sabe qué ocurre con la consciencia cuando una persona está clínicamente muerta tras una parada cardiorespiratoria. “Pero hay muchos estudios que apuntan a la existencia de una consciencia no local”, alerta. 

Vendría a ser la supraconsciencia de la que habla el doctor Manuel Sans Segarra –antiguo jefe del servicio de cirugía general y digestiva del hospital de Bellvitge- en su libro La supraconciencia existe: vida después de la vida. “Se le puede llamar supraconsciencia, campo cuántico, alma, vacío cuántico…”, reflexiona Comas.

Esta investigadora sospecha que el axioma que defiende que la consciencia es local, que es un subproducto del cerebro, no se ajusta a la realidad. “Estamos estudiando casos de personas en estado vegetativo, en coma, donde no hay función cerebral y en las que se ha visto que la consciencia está ahí y que simplemente no se puede manifestar”, esgrime. “Y esto apunta –prosigue- al concepto de consciencia no local, donde el cerebro sería como una antena, un receptor, una interfaz entre esa supraconsciencia y la consciencia local, la del cerebro”.

Este planteamiento hace trizas todos los esquemas, “pero que los rompa no quiere decir que no suceda”, subraya Comas. “Está pasando, y tenemos que averiguar por qué pasa. Tiene que haber una explicación”.     

Lo que está claro –enfatiza- es que las ECM no son fruto de una alucinación, “un fenómeno que no puede ocurrir a no ser que el cerebro esté activo”. Esgrime, además, que una alucinación nunca te cambia la vida hacia una vertiente más espiritual, “que no quiere decir religiosa”, y la persona que la padece acostumbra a no querer hablar de ella “porque no le deja buen cuerpo”.

Todo lo contrario ocurre con las ECM. “Tras una experiencia así la gente cambia su estilo de vida. Es decir, un fenómeno que, como mucho, dura dos minutos, les lleva a hacer esa transformación”, arguye Comas. “Y ese cambio no tiene por qué ser inmediato. Se ha visto que puede llevar unos años. Más del 70% se separa. Sienten más atracción por la vertiente espiritual del mundo que la material. Necesitan más contacto con la naturaleza, los animales, con otros seres humanos. Muchos cambian de trabajo”.

El Proyecto Luz consta de tres fases y hará un seguimiento de ocho años a cada uno de los 344 pacientes que participarán en la investigación. Algunos de los hospitales ya han acabado la primera fase, que se activa cuando el paciente –que acabará formando parte de la investigación- sufre una ECM. “Se trata de un estudio prospectivo, como cualquier ensayo clínico, y cuenta con un grupo de control”, arguye Comas. “No solo se estudia a las personas que han tenido una ECM, sino también a un grupo de pacientes que han sufrido una parada cardiorespiratoria pero sin describir una ECM”.

Tras la parada cardiaca y la reanimación, se recogen todos los datos clínicos a través de un protocolo que se ha establecido y validado en los comités de ética e investigación de cada uno de los hospitales. En el segundo año, se pasan varios cuestionarios científicos a los participantes para evaluar los cambios que ha habido en su vida tras esa experiencia. Y a los ocho años se les vuelve a encuestar.

“Hay muchos que no relatan la ECM que vivieron en el primer año, pero sí la explican al segundo o al cabo de ocho años”, sostiene Comas. ¿Por qué razón? “Tienen miedo que los lleven al psiquiatra, que les den medicación… y es que esto ha pasado. Hay familiares que a veces les aconsejan que no lo expliquen, por las posibles consecuencias”.

Para validar que una persona ha tenido una ECM ha de cumplir siete de los 16 ítems de la escala Greyson, ideada en su día por el doctor Bruce Greyson, asesor científico del estudio y uno de los padres de este tipo de investigaciones.

La cifra de 344 pacientes a los que la investigación quiere hacer un seguimiento no es baladí. La idea es comparar los resultados del estudio con el realizado en el 2001 por el cardiólogo Pim Van Lommel, que contó también con 344 participantes y fue publicado en The Lancet.

Solo el 18% del total de pacientes que participaron en ese estudio describieron haber tenido una ECM. “No se sabe por qué solo ese grupo la experimentó. En todas las investigaciones que se han hecho hasta hoy el porcentaje oscila entre el 6% y el 25%”, arguye Comas.

La doctora, no obstante, tiene su teoría. “Está comprobado científicamente que todos soñamos, pero solo un porcentaje muy pequeño de las personas recuerdan los sueños. Con las ECM puede pasar algo similar, pero hace falta poder demostrarlo. Posiblemente, todas las personas que están a punto de morir tienen estas vivencias”.

 Van Lommel explica a este diario que, en su estudio, “ni la duración del paro cardíaco (2 u 8 minutos), ni de la inconsciencia (5 minutos o tres semanas en coma), ni la necesidad de intubación en una reanimación complicada, ni un paro cardíaco breve inducido en una estimulación electrofisiológica tenían influencia alguna en la frecuencia de las ECM. Por tanto, el grado o la gravedad de la falta de oxígeno en el cerebro (anoxia) parecía ser irrelevante”.

Asesor también del Proyecto Luz, este cardiólogo espera que la investigación de la doctora Comas y otras que se están realizando confirmen sus hallazgos respecto a que “el cerebro no produce conciencia, sino que tiene una función de interfaz para experimentar la conciencia, y que esta última no es local, va más allá del tiempo y el espacio, y es eterna, sin principio ni fin”.

 

Una ECM impactante

Hay muchas historias que relatan personas que han vivido una ECM. De las que más impactó a la doctora Comas es la del neurocirujano, y profesor de la escuela de Medicina de Harvard durante 15 años, Eben Alexander, que también es uno de los asesores del Proyecto Luz. Él no creía en las ECM, hasta que una bacteria le afectó el cerebro en el 2008, dejándolo en coma. Tras una semana conectado al respirador, le dijeron a su mujer que lo iban a desconectar, y es que no había habido evolución alguna. Todo lo contrario: la bacteria le había destrozado toda la parte cognitiva del cerebro, por lo que de despertar, lo haría en una situación muy crítica. Su hijo escuchó la conversación que mantenían los médicos con su madre, y fue a la habitación de su padre para decirle -aunque estaba en coma- lo que iba a suceder y pedirle que no se marchara. Su padre despertó del coma. Se recuperó de una manera espectacular y relató unas vivencias increíbles que había experimentado mientras estaba sin función cerebral. Explicó que había entrado en contacto con una chica de 19 años, a la que describió detalladamente, que había sido su guía en todo momento y que le había dicho que tenía que volver, que todavía no era su momento. Se da la circunstancia de que Alexander es adoptado: sus padres biológicos lo dieron en adopción porque eran muy jóvenes cuando lo tuvieron. No obstante, tiempo después se casaron y tuvieron tres hijos, detalle que Alexander desconocía por completo. Cuatro meses después de su coma, recibió una foto de uno de sus tres hermanos biológicos, concretamente de la mayor. Resultó ser la chica que lo había acompañado durante su coma. De nombre Betsy, había fallecido a los 19 años, dos años antes de que él enfermara.


 Fuente: La Vanguardia

sábado, 22 de febrero de 2025

George Clooney descarta presentarse a la carrera para ser presidente de Estados Unidos

A George Clooney, lo que le apetece, es conducir el tractor en su Kentucky natal. De joven quería huir de ese mundo rural y hoy se reconforta en sus raíces. A sus 63 años, sin embargo, el actor sigue girando por el mundo de la interpretación y ahora se encuentra instalado con su familia en Nueva York de cara a su debut en Broadway.

Llevará al escenario (las previas arrancan el 12 de marzo) su exitosa película del 2005 Buenas noches y buena suerte, en la que relato el choque en la década de los cincuenta entre el periodista de televisión Edward R. Murrow y el senador Joseph McCarthy, el de la caza de brujas, que veía comunistas en cualquier escritor, actor o artista que se moviera.

Clooney, buen amigo del expresidente Barack Obama, es hijo de su época. Militante demócrata incondicional, y muy influyente como se constató con el aguijonazo de su artículo pidiendo la retirada de Joe Biden el pasado julio, no tiene cortapisas en hacer acto de contrición por los errores electorales ni a la hora de criticar a Trump, quien le ha calificado de “actor de mentira”.

Pero Trump campa a sus anchas, en pleno desconcierto de los progresistas, que no saben a donde agarrarse para sobrevivir al naufragio en el que se encuentran inmersos, sin que atisben una brújula que les permita recuperar el la ruta. Existe tal falta de liderato que algunas progresistas miran al actor buscando una respuesta.

En una entrevista en The New York Times, la periodista Maureen Dowd le recuerda que demócratas importantes en el partido lo han cortejado para que se presente a la presidencia. ¿Alguna vez dará el salto?”, le cuestiona. Y él responde de forma sucinta pero de manera convincente: “No”.

También compareció esta semana en el Late Show con Stephen Colbert, donde dijo que tenía la misma actitud de dar ánimos en la derrota a Kamala Harris, a la que dio su apoyo en sustitución de Biden, que la que guarda con sus hijos cuando pierden una partida de ajedrez.

Ahí expuso la teoría del péndulo. Como demócrata, explicó, “he perdido muchas elecciones”, pero insistió en que “esto es democracia y vamos a ver que sucede dentro de tres años y medio”.

En la entrevista del Times rememora una anécdota sobre su relación con el hoy todopoderoso Elon Musk, lo que le convierte en una especie de visionario. “Yo tuve la disputa original con él”, señaló el actor y director. “Se enfadó conmigo porque compré el tercer o cuarto Tesla que se vendió y simplemente se averiaba a cada momento”, aseguró.

Como explicó esto en el 2013 en un artículo en Esquire, Musk tuiteó ofendido: “En otras noticias George Clooney dijo que su iPhone 1 tenía un error en el 2007”. El aludido no se calló y planteó un “quién eres tú”. Resultó ser Musk, hoy el demoledor en jefe del gobierno de Trump y del sistema de gobierno.

 

Fuente: La Vanguardia

miércoles, 19 de febrero de 2025

Entrevista a Víctor Manuel

 

Premiado, querido y reconocido, Víctor Manuel (Mieres, Asturias, 1947) es uno de los grandes compositores y cantantes del siglo XX, con himnos como El abuelo Víctor o La puerta de Alcalá. Aunque, como él mismo se suele recordar, “no le puedes gustar a todo el mundo”. Por eso, le parece “una hazaña que roza el milagro” ver el Palau de la Música una vez más lleno a rebosar en su reciente gira Víctor Manuel Sinfónico, como hace 40 años cuando actuó por primera vez en él. Y confiesa que “cuando sales y se cae de cariño, te derrites”.

Autor de más de 30 álbumes, a finales de esta primavera planea sacar nuevo disco, que ya está grabando, como cronista de nuestra historia: “lo que más me enorgullece de mi trabajo es reflejar el tiempo que estoy viviendo”. Atento a las noticias, a sus 77 años, admite seguir con “la misma curiosidad por saber”. Y matiza, con su habitual honestidad, “me interesa mucho lo que le pasa a la gente, y no solo a la que piensa como yo”.

¿Cómo recuerdas tu infancia?

Ya ha dicho gente más sabia que yo que la patria de uno es la infancia. Para mí es un pozo del que llevo sacando agua toda la vida. Vivía en una casa y con un prado y un bosque, jugando al balón. Sería la infancia que le desearía a cualquier niño del mundo.

¿Qué tienes de asturiano que te dices, “mira cómo me sale”?

Me sale todo el tiempo, no me doy ni cuenta. Yo llevo más de 60 años fuera de Asturias, pero me encuentro cualquier asturiano en cualquier rincón del mundo y parece que salí ayer de Mieres, se me pone un acento tremendo. Son automatismos que uno tiene y seguramente moriré con ellos.

Hiciste famoso a tu abuelo. ¿Por qué fue tan importante para ti?

Esa canción era tan personal que pensé que la guardaría y se la cantaría a mi abuelo de vez en cuando, si se dejaba. Era un recuerdo cariñoso a un hombre al que yo quería muchísimo. Pero un día vino un amigo a casa y le canté varias canciones. Cuando llegó esta, se puso a llorar. Me dijo que le recordaba a su abuelo, aunque no fuera minero. Me di cuenta de lo que podían llegar a significar las canciones cuando la gente las recibe.

¿Por qué crees que tuvo tanto impacto?

Porque los trabajadores no suelen salir en las canciones, además es un oficio tan peligroso, de gente muy esforzada que moría muy joven. Mi abuelo, con 42 años, ya estaba jubilado de la mina porque no podía respirar. Son cosas que la gente suma a la canción, y la agrandan hasta extremos que yo ni imaginaba.

Tú fuiste vetado en Eurovisión y en televisión, y te ponían multas por cantar. Hoy en las redes sociales una parte de la juventud idealiza aquellos años, ¿qué les dirías, de cómo eran?

Era una España en blanco y negro, horrorosa. No podía ser peor. Notabas la falta de libertad en todo. Tenías que cuidar qué escribías porque te podía afectar, era como vivir con una espada de Damocles encima. Otra gente arriesgó mucho más que yo y pagaron con su vida. Estos días estaba escribiendo una canción sobre qué coño le pasa a la gente, qué tienen que idealizar. Me gustaría llevarles unos días a aquella época para que, por ejemplo, al darse un beso en el parque con su novia llegase un policía y les pegase una hostia, o les pusiera una multa. Aquella moral estúpida no te permitía hacer cosas ahora muy comunes. Hoy se dice la palabra libertad con una frivolidad absoluta. En fin, estamos entrando en un mundo surrealista donde los malos son los buenos. Como Abascal, que es un cenizo, un imbécil.

¿Qué le dirías al Víctor de 20 años?

Lo que me gustaría es tener 20 años, para qué nos vamos a engañar, volver a ser un chico o chica que cree que está inventándolo todo. También he hecho una canción para este disco nuevo sobre eso. Me pone escribir sobre lo que pasa en el mundo.

¿Escuchas reguetón?

Escucho música de todo tipo por trabajo, me siento obligado a saber lo que pasa, aunque haya cosas que me gusten y otras que no. A esta gente que critica tanto el reguetón y la música urbana, trataría de que lo escuchasen, para que sepan cómo es. No me gusta condenar música en abstracto. Hay que escuchar con la mente abierta, canción a canción, compositor a compositor.

Tus canciones son himnos de libertad. ¿Se transforma el idealismo según maduras?

No tengo la sensación de haberme transformado en nada. Sigo con la misma curiosidad por lo que me rodea. Las circunstancias te obligan a vivir de formas que en ocasiones piensa uno que que no son las ideales, pero es un problema de adaptación al mundo en el que vives. Y no me he hecho de derechas, ni lo voy a ser nunca. Cualquiera que tenga memoria y no sea imbécil, no se puede hacer de derechas.

¿Qué le dirías a la gente que te echa en cara tener dinero y ser de izquierdas?

Nunca me justifico por eso, ni nunca he cogido dinero que no sea mío. Me considero la persona más libre del mundo porque solo dependo de mi trabajo, de poner una entrada en un teatro a la venta y que la gente vaya, o de sacar un disco y que la gente lo escuche. Mis ingresos han sido esos siempre. Y el día que cambie, me iré a casa.

No tiene pinta de ir a ocurrir. Hace unas semanas estuviste en el Palau de la Música, en Barcelona, y, una vez más, hubo lleno total. ¿Te sientes querido?

Mucho. Pero cuando me vengo arriba, recuerdo que hace un par de años estaba caminando por una ciudad asturiana, y venían dos señoras de mi edad, y poco antes de llegar a mi altura, dice una, ‘mira, es Víctor Manuel’. Y dice la otra, ‘no lo trago’. El otro día le escuché a un chaval joven, decir ‘sé que no se puede gustar a todo el mundo’. Yo también lo aprendí rápido. Si tienes opiniones, habrá gente que las comparta, y otros que no. Pero cuando sales al Palau y se cae de cariño, pues te derrites. La primera vez que canté en él fue unos 40 años. Que una noche de miércoles haya gente que salga de casa a verte –y seguro que alguno estuvo hace 40 años–, es lo máximo. Una hazaña que roza el milagro.

¿Cuáles han sido tus mayores aprendizajes de vida?

Ahora soy más comprensivo y entiendo mejor las flaquezas, las mías y las de los demás, que cuando era más joven. Otro aprendizaje máximo es estar con las antenas abiertas, tratando de ver qué se mueve alrededor de ti en la sociedad, qué tendencias hay. No para ir como un papagayo detrás copiándolas, sino para enterarte. A mí me interesa mucho lo que le pasa a la gente, y no solo a la que piensa como yo.

¿Cuál es el mejor consejo que te han dado?

En mi caso vienen de los padres. Al entierro de mi padre fue mucha más gente de la que irá al mío, con total seguridad, porque era un hombre al que le gustaba hacer favores y podía hacerlo. Despachaba billetes en la estación de Mieres y encuentro continuamente gente de mi edad, y mayor, que me dice, ‘ay, tu padre, yo tenía un examen en Valladolid y no había billetes, pero él me metió en el tren y pude llegar’. Es ese tipo de generosidad desprendida, con gente que ni siquiera conoces, pero que necesita ayuda. Yo he intentado seguir su ejemplo y he pasado muchísimo tiempo escuchando a gente que, por ejemplo, pedía mi opinión. Y sigo haciéndolo.

¿Qué has aconsejado tú a tus hijos?

La verdad es que muy pocas cosas. A mi hija sí le he dicho que no dependa nunca de un tío, que dependa de su trabajo. Y hace años también le dije, estudia catalán.

¿Te consideras feminista?

Sí, pero es que he estado rodeado de mujeres, no he tenido más remedio que llegar al feminismo. Lo que me asombra es que haya gente que lo discuta. Estaba leyendo las declaraciones del alcalde de Oviedo, un señor de mi edad, y me preguntaba, ¿cómo sugiere que haya minutos de silencio cuando maten a un hombre? ¿De dónde sale, no sabe que hay casi 1.300 mujeres muertas desde 2003? Hace falta más feminismo. Tal y como están las cosas, todo es poco.

En el programa de Jordi Évole, Ana Belén habló de un caso de abuso que tuvo con un director de cine. Si le pasó a una mujer tan reconocida, ¿qué se puede esperar?

Por desgracia, esto ha pasado y sigue pasando, y no solo en el cine. Ese avasallamiento de gente prepotente que piense que puede meterse en la vida de los demás. Pero se ha perdido el miedo, a pesar de jueces como el del caso Errejón, de una torpeza y bastedad infinitas. La gente ya no se calla y eso es un avance importante. Se nota porque antes cuando un tío mataba a una mujer, no le daba por matarse a él a continuación. Ahora sí, porque saben que socialmente ya no pueden salir a la calle nunca más, que lo que han hecho es inadmisible.

En canciones de amor compuestas por ti, tan bellas como ‘Quiero abrazarte tanto’, hablas de un amor muy libre, no tóxico. Parece que eres muy cuidadoso con eso.

No encontrarás una canción mía, por mucho que busques, donde el hombre hable de necesitar, y esas cosas que decían los boleros antiguamente, que parecían siempre encabalgados en la mujer. Yo eso nunca lo he hecho, por puro pudor. Y además porque siento que no debe de ser así. En todas mis canciones de amor hay dos personas iguales que deciden quererse, o quizá no, pero siempre de igual a igual.

¿Cuál es el secreto de una relación de amor de más de 50 años, como la tuya, con Ana Belén?

La verdad es que no lo sé. Supongo que hay que quererse lo primero y después saber que tú no eres el centro de nada, que en cualquier relación hay varios centros. A convivir también se aprende con los años, que no es fácil. Se puede aprender siempre que no te creas en el más sabio de la tribu, que tienes siempre la razón, ni que eres más listo que nadie. Son ejercicios que hay que hacer continuamente.

Después de tanto tiempo, ¿qué le regalas en su cumpleaños o aniversario?

Pues todavía tengo la capacidad de sorprenderla, eso me lo trabajo mucho, muchísimo. Detrás de cada regalo a Ana hay mucho pensar en ella y mucho trabajo.

¿Puedes desvelar algún regalo que le hayas hecho en los últimos años?

Pues mira, llevarla al aeropuerto, sin saber a dónde iba, meterla en un avión para irnos a Petra, por ejemplo. Y en el 50 aniversario de Ana, la llevé por todo Madrid. Ella no sabía dónde iba, por supuesto, y llegó a una fiesta para 250 personas muy queridas, con cena y una gran orquesta y gente maravillosa, muchos le cantaron durante toda la noche.

¿Hay alguna canción que hayas escrito especialmente para ella?

Le escrito muchísimas, pero muchísimas.

Entonces, todas estas canciones que pensamos que son para ella, de verdad lo son.

Sí, claro. Quiero abrazarte tanto es anterior, y ella lo sabe, pero hay muchas. La última que le he escrito se llama Cuál sería mi vida sin haberte conocido.

Has cantado con gente como Chavela Vargas, Joan Manuel Serrat o Miguel Ríos. ¿Con quién tuviste una colaboración más especial?

La más larga y especial fue con Pablo Milanés, incluso hicimos una gira juntos de 35 conciertos. No digo que siempre me haya llevado bien con él, en algún momento discutimos, pero le he tenido un cariño inmenso, no sólo como artista y compositor extraordinario, sino también porque era una buena persona, muy legal. En general, uno no se mete en corrales donde no esté a gusto. Con la gente que he trabajado era porque me apetecía mucho. También hay con quien me apetece, pero no he llegado a hacerlo todavía.

¿Te ves haciendo colaboraciones con jóvenes como Rosalía o C. Tangana?

Hay gente para mí más asequible, pero bueno, una canción de C. Tangana sí podría cantarla, en fin, con relativa facilidad. Lo digo porque las he escuchado. Lo de Rosalía me resultaría más complejo, porque es otro tipo de de manera de cantar, de coreografiar una canción, que igual yo no sé hacer. Yo sé lo que sé, dentro de mis posibilidades, que tampoco son tantas.

 ¿Cómo es cuando empiezas a perder grandes amigos?

Ese es el principal vacío que uno tiene con los años, que se muere gente cercana. Ves que hay mucho aire alrededor tuyo, mucho agujero de gente con la que has convivido muchos años, y de repente te provoca unos vacíos tremendos. Eso sí me agobia, muchísimo.

¿Cuáles son tus hobbies?

Me gusta el fútbol. He jugado mucho al fútbol hasta hace 15 años, cuando vi que se me rompían cosas que no soldaban después. También me gusta verlo, y leer, caminar, estar con los amigos, cocinar… También ir al mercado. En fin, sé cómo llenar el tiempo y cómo perderlo también, que es importante.

¿Y cómo te cuidas?

Uso cremitas de cara y tal, para mantener un poco el espejismo. Y voy al gimnasio de vez en cuando, tengo un entrenador que me pone las pilas. Se trata de, dentro de la decrepitud de la edad, por lo menos mantener un estándar de vida saludable.

¿Notas la sabiduría de la edad?

No hay que mitificar la sabiduría de la edad. Los años y el trabajo te dan conocer gente interesante, aprender, y es estupendo. Pero, como te decía antes, la cambiaba por tener 20 años, sin dudarlo.

Fuiste pionero en hablar de la discapacidad de una manera respetuosa. ¿Qué deberíamos mejorar en eso?

Desde que escribí esa canción, en 1978, hace 46 años, hemos mejorado mucho. El mundo alrededor de la discapacidad es completamente diferente. Hace poco estuve en la Fundación PROMI, donde los protagonistas de Sólo pienso en ti siguen viviendo, y habían hecho una exposición muy chiquitita sobre el trato que había tenido en la prensa la discapacidad. Lo que se leía era una brutalidad, estremecedor. En los titulares ponían mongólicos, subnormales, retrasados… Ahora hay centros de día, colegios y un montón de cosas que no existían, pero falta muchísimo camino por recorrer.

A los 77 años sigues sin jubilarte, ¿no te cansa la vida de artista?

No, es que la vida de artista es una vida maravillosa, privilegiada, inmejorable. No hay nada como subirse a un escenario, compartir dos horas con la gente y que te aplaudan. Otra cosa es que físicamente te canses y no puedas, o que pienses que ya no te merece la pena, pero no hay ninguna profesión mejor que esta.

 

Fuente: La Vanguardia