jueves, 22 de septiembre de 2011
Anhelo
A veces las personas que viven solas pueden verse asaltadas por períodos de un anhelo indefinible.
En esas ocasiones no les cuesta mucho creer que si tuvieran una pareja en sus vidas, esa sensación desaparecería. También son momentos propicios para caer en la tentación de pensar que no sentirían así si aún estuvieran con su pareja.Pero no siempre sería así. A veces no sentimos amor por nuestra pareja, sino añoranza. Añoranza de algo distinto, algo que no está a nuestro alcance.
Se trata de algo muy comprensible, especialmente en los momentos malos, en los que nos resulta muy triste estar solos.
Anhelamos que llegue algo que nos libere de ese dolor. Pero con frecuencia lo que nos libera del dolor es precisamente pasar por él.
A mi me ha asaltado esa añoranza en varias ocasiones y sé que es algo muy fuerte. Me acuerdo de cuando finalmente conseguí un trabajo por el que había luchado mucho. Una parte de mí estaba entusiasmada, pero aún así, cada mañana, cuando iba a trabajar, no podía evitar preguntarme: ¿Por qué no estoy aún satisfecha? ¿Por qué tengo esta opresión en el pecho? ¿Por qué este vacío en el estómago?.
Me alivió mucho que Bob Geldorf, el cantante, publicara su libro “Is this it?” (¿Eso es todo???). Pensé: Vaya, a él también le pasa. Fama, adulación internacional, reputación de buena persona, y sigue sin sentirse satisfecho. Gracias a Dios no soy yo sola.
En la actualidad he llegado a conocerla y a valorarla por lo que es: La añoranza es el anhelo de algo que no tengo. El anhelo por algo mágico que venga a mí y arregle mi vida. A veces eso se parece al amor, o a la nostalgia, o a la sensación que nos queda después de ver “un dramón” en el cine.
La esencia misma del anhelo es la imposibilidad de definirlo.
A veces es la añoranza por un amor perdido, por un amor que parecemos no poder encontrar o por la bendita irresponsabilidad de la infancia.
A veces es la sensación de no estar viviendo la vida que deberíamos, de no alcanzar nuestra meta en la vida. A veces adopta la forma- como manifiesta una persona que ha sentido mucho este tipo de añoranza- del deseo de otros climas.
Hasta el diccionario tiene problemas para definir el anhelo: Desear vehementemente, dice la definición. Pero si buscamos desear, una de las acepciones nos devuelve donde estábamos: Anhelar que acontezca o deje de acontecer algún suceso.
Cuando nos alejamos un poco del anhelo, empezamos a controlarlo, en vez de dejar que sea él quien nos controle a nosotros.
Empezamos a valorarlo en su justa medida- es como un viejo amigo que viene a visitarnos para decirnos que aún hay metas que debemos alcanzar, necesidades que satisfacer.
Así que, aunque el anhelo no se vaya del todo, sí puede convertirse en visitante ocasional. Y puede ser un placer agridulce pasar un rato con él, desde luego es mejor que tener que convivir siempre con él, porque nos chupa la energía, nos vuelve locos.
Síntesis de un artículo de Wendy Bristow “Enfrentarse a los malos momentos”
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