jueves, 22 de septiembre de 2011
El Supremo de EE UU no salva la vida a Troy Davis
El tribunal rechaza paralizar la ejecución del preso, que ha fallecido por inyección letal cuatro horas después de la hora prevista
YOLANDA MONGE | Washington 22/09/2011
La ejecución de Troy Davis con una inyección letal en una penitenciaria de Jackson (Georgia) se ha llevado finalmente a cabo. Cuatro horas después de la hora prevista, el preso fallecía a las 23.08 hora local (las 5.08 hora peninsular española). El Tribunal Supremo de Estados Unidos rechazó poco antes paralizar su muerte. Termina así la última esperanza que quedaba después de que el tribunal paralizara 'in extremis' la ejecución minutos antes de la hora prevista (la una de la madrugada, hora española). Tras un último desesperado recurso extraordinario de la defensa de Davis, la máxima corte estadounidense ordenó que se aplazara para poder estudiar el recurs y si sentía que podía decir algo nuevo. No ha sido así, y ahora la ejecución sigue adelante y puede ser cuestión de minutos.
La decisión del Tribunal se produjo a la una de la madruada (hora peninsular española), a pocos minutos de la hora en la que Davis tenía que ser tumbado en una camilla e inyectado en el brazo con tres diferentes medicamentos que acabarán con su vida -con una agonía más o menos cruel y lenta- después de que una apelación de último minuto al Tribunal de Perdones de Georgia fuese rechazada antes de la última oportunidad que da ahora el Supremo.
Troy Davis es culpable mientras se demuestre lo contrario y cuando esto pueda suceder será ya demasiado tarde. Se puede liberar a un hombre de la cárcel pero no de la tumba.
El caso de este hombre de raza negra de 42 años está plagado de irregularidades y sus abogados defensores ya han presentado a Davis como "un Jim Crow de los tiempos modernos", en referencia a las leyes de segregación que crearon dos clases de ciudadanos en Estados Unidos hasta mediados de los años sesenta. Antes del juicio, la policía forzó la voluntad de algunos testigos a que escogieran a Davis de una rueda de reconocimiento mostrándoles antes de ella fotos del hombre que ya habían elegido como culpable. Esa misma rueda fue llevada a cabo por un policía que estaba implicado en la investigación, lo que aumentó su poder de influencia sobre los testigos.
Troy Davis fue detenido por el asesinato en 1989 de un policía de raza blanca de 22 años que acudió de paisano a socorrer a un vagabundo que estaba siendo apaleado por otros mendigos que intentaban robarle una cerveza. Durante el juicio no se pudo presentar arma homicida porque nunca fue encontrada ni se aportaron pruebas de ADN. Aún así, Davis fue condenado en 1991 a morir ajusticiado por el Estado de Georgia.
En el recurso presentado por los abogados de Davis ante el Tribunal Superior del Condado Butts, donde se encuentra el centro de ejecuciones de Georgia, la defensa cuestiona la validez de las pruebas balísticas empleadas durante el juicio. "Le daremos al sistema judicial una oportunidad más para que evite un desastre legal, constitucional y moral", declaró Brian Kammer, uno de los abogados.
El recurso sostiene que no se puede confiar en el informe de balística de la Oficina de Investigaciones de Georgia (GBI) en el juicio de 1991. En aquel juicio un experto de la GBI dijo que había similitudes suficientes entre los casquillos de bala encontrados en el sitio del homicidio y los encontrados en el sitio de otro tiroteo que tuvo lugar antes, como para demostrar que los casquillos podrían haber provenido de la misma pistola.
Según la fiscalía, Davis primero hizo disparos durante una fiesta en el barrio Cloverdale de Savannah e hirió a un hombre en la cara, y luego disparó y mató a MacPhail. Otros expertos forenses han demostrado ahora que el informe de balística ya no es fiable, según los abogados de Davis.
Una posición marcada por el dolor
En las décadas que han pasado desde el juicio, Davis estaba a punto de ser conducido al patíbulo cuando se paralizó su condena. Eso ha sucedido tres veces, lo que en palabras de los hombres que han sido exonerados de la máxima pena por ser inocentes -un total de 138- es "una tortura peor que la muerte". En esos veinte años, al menos siete de los diez testigos que acusaron a Davis se han arrepentido de sus testimonios. Otra persona insiste en que el verdadero culpable está en la calle y presume del crimen del policía Mark McPhail. Aporta nombres y apellidos.
Pero nada de lo anterior tuvo peso en el Tribunal de Apelaciones y Perdones de Georgia. Sí lo tuvo el emotivo testimonio de la familia de McPhail, cuyos hijos son hoy jóvenes que rondan los 20 años y eran casi bebés cuando cayó abatido su padre. La madre, la mujer y los descendientes de McPhail quieren que Davis muera. Davis es culpable. "Nosotros somos las verdaderas víctimas aquí", dijo el lunes la viuda de MacPhail, Joan, fuera de la sede del comité de indultos en Atlanta, donde afirmó que ella y sus dos hijos asistirán a la ejecución.
La madre del joven policía, Anneliese McPhail, ha declarado que el caso ya se ha alargado demasiado tiempo y es hora de cerrarlo con la muerte del hombre que mató a su hijo, según sus palabras. "Mi hijo estaba lleno de vida y se hizo policía para protegernos y resultó herido de muerte al ayudar a un pobre hombre". "Davis es culpable y debe morir", insistió la madre. Según los expertos, los testimonios de la familia clamando una venganza que se la proporciona la justicia en una bandeja de plata, ha tenido un peso determinente a la hora de que el Tribunal de Perdones decidiera fallar contra los recursos de clemencia pedidos por los abogados del condenado.
Amnistía Internacional (AI) difundió el martes una carta en la que Davis insta a sus seguidores a continuar la batalla contra la pena de muerte. "La lucha por la justicia no se acaba conmigo", dijo Davis en la misiva publicada en Facebook y en su sitio web. Davis asegura sentirse tranquilo. Tras efectuarle un reconocimiento médico, a las cuatro de la tarde (diez de la noche hora española), estaba prevista su última comida. A las cinco llegaba el momento de sus últimas palabras. A las seis, los guardas de prisiones le tenían que ofrecer un calmante antes de tumbarle a las siete para recibir la muerte. Un plan que cambió poco antes de llevarse a cabo ante la decisión del Supremo estadounidense.
"Esta lucha es por todos los Troy Davis que vinieron antes que yo y todos los que vendrán después de mí", dijo. "Estoy de buen ánimo y estoy orando y en paz. Pero no voy a dejar de luchar hasta haber exhalado mi último aliento".
Tras el rechazo al indulto el martes, el director del Centro de Informaciones sobre la Pena de Muerte (DPIC, siglas en inglés) de Estados Unidos estimó muy poco probable que la ejecución de Davis pudiera ser evitada, salvo algún nuevo elemento de último minuto. El Tribunal Supremo no puede intervenir, ya examinó el caso y fijó para Travis una audiencia suplementaria excepcional ante un juez federal. Según el DPIC, la máxima corte necesitaría un "nuevo y poderoso elemento" para suspender la ejecución. La prórroga anunciada esta madrugada por el momento le da un poco más de tiempo, ya que no ha sido anulada la condena.
La UE, el Vaticano, el expresidente Jimmy Carter y Francia pidieron ayer a EE UU que se parara la ejecución. Francia asegura que será "un error irreparable". "Al ejecutar a un condenado sobre cuya culpabilidad existen serias dudas, las autoridades cometerían un error irreparable", dijo a la prensa el portavoz adjunto del Ministerio de Relaciones Exteriores, Romain Nadal.
El diaro The New York Times dedicaba este miércoles su primer editorial al caso. Califica la pena de muerte, no solo la de Davis si no todas, de discriminantoria, injusta e imposible de mejorar. "La pena de muerte debe ser abolida", concluye el diario.
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